Todos los sondeos apuntan a un claro triunfo del sí en el referéndum del jueves, pese al rechazo a la política de austeridad
Walter Oppenheimer Dublín 30 MAY 2012
El voto del miedo parece tener asegurada la victoria en el referéndum del Tratado de Estabilidad Financiera, o Tratado de Austeridad, como le llaman sus críticos, en el referéndum de mañana en Irlanda. Todos los sondeos apuntan a que los irlandeses darán a su Gobierno un mandato de ratificación con cerca del 60% de votos a favor, pero aún quedan muchos indecisos. El escrutinio, como es tradicional en este país, no empezará hasta el viernes.
¿Miedo a qué? Miedo a quedarse sin financiación europea si fuera necesario un segundo rescate y miedo a que, en ese caso, recurrir a los mercados sea aún más oneroso que cuando obligó a Irlanda a someterse a la humillación de recurrir a la ayuda internacional para financiar sus emisiones de deuda.
Ese mensaje, el peligro de que decir que no al tratado significaría ir de Guatemala a Guatepeor, se ha impuesto al mensaje más positivo lanzado por los detractores del tratado, que han animado a los electores a rechazar un tratado que a su juicio perpetuaría la austeridad. Pero el Sinn Féin y la Alianza de la Izquierda Unida no parecen haber convencido a los irlandeses de que rechazar el tratado significa acabar con la austeridad y dar paso a una política de reactivación de la economía con fondos públicos. Sobre todo, porque no han sabido explicar de dónde saldrían esos fondos.
En síntesis, el sí parece haber ganado la batalla por tres razones. Primero, porque legalmente solo los países que hayan aceptado el tratado tienen derecho a beneficiarse de los 700.000 millones de euros del Mecanismo Europeo de Estabilidad. Irlanda, vote lo que vote tendrá que seguir aportando su parte (80.000 millones) pero no podría recurrir a él si gana el no.
Y tendría, además, muchas posibilidades de que le negaran un segundo rescate en caso de que fuera necesario, o que se le concediera con condiciones aún más draconianas, y que tuviera que acudir a los mercados en condiciones muy precarias para encontrar los 36.000 millones de euros para financiar la deuda que ha de emitir en 2014 y 2015, cuando haya acabado el primer rescate.
Segundo, derivado de lo anterior, eso hace muy poco realista pensar que un triunfo del no permitiría acabar con la austeridad. Al contrario, hay quien piensa que la victoria del sí facilitaría ese objetivo porque el verdadero sentido del tratado es que Angela Merkel pueda ir al parlamento alemán con ese corsé restrictivo para pedir al parlamento el dinero que Europa necesita para reactivar la economía.
Y, tercero, porque ya en 2011 la UE aprobó un paquete de medidas que limitan el déficit estructural al 1%. No muy diferente del 0,5% a que obliga el tratado a partir de 2019, aunque sí introduce mecanismos más automáticos de sanción a los incumplidores. Gane el sí o gane el no, la austeridad parece garantizada. Otro debate es si esa autoridad tiene sentido o es un suicidio económico y político.
La campaña del no ha tropezado con el realismo de los votantes: les encantaría darle un bofetón a Europa y a las políticas de austeridad, pero creen que les sale más a cuenta aceptar el tratado. Así lo creen no solo los dos partidos que forman la coalición de Gobierno (Fine Gael y laboristas), sino el principal partido de la oposición, el Fianna Fáil, que ha merecido el elogio de muchos por renunciar a hacer del referéndum una cuestión partidaria por entender que se trata de un asunto de interés nacional.
Así lo creen, también, la mayoría de fuerzas sociales. La patronal Ibec y la poderosa Asociación de Agricultores Irlandeses están por el sí. Menos unanimidad hay en los sindicatos: la Confederación de Sindicatos Irlandeses pidió semanas atrás que se retrasara el referéndum para ver cuáles son las consecuencias de la elección como presidente de Francia de François Hollande, partidario de un programa paneuropeo para incentivar la economía.
Tres grandes sindicatos (Impact, CPSU y CWU) han pedido esta semana el voto a favor de la ratificación del tratado. Pero otros tres (Unite, Mandate y CPSU) se pronuncian en contra.
“No digo que la vida vaya a ser mucho más fácil y mejor al día siguiente de que gane el sí en este referéndum. El Tratado de Estabilidad es solo un paso que tenemos que dar, pero es un paso importante”, ha declarado el Taoiseach (primer ministro), Enda Kenny. “No es la solución a todos los problemas de Europa, pero estas reglas fiscales son justas y equilibradas, con la flexibilidad necesaria en cuestiones como las particularidades país a país del déficit estructural”.
Uno de los factores que juegan en contra del no es que, a diferencia de lo que ocurría en la ratificación de los tratados de Niza y de Lisboa, esta vez no es necesaria la ratificación en Irlanda para que el Tratado de Estabilidad entre en vigor. Basta con que lo hayan ratificado 12 de los 17 miembros del euro. Es decir, un no irlandés no garantiza en absoluto que los demás socios hagan concesiones a Dublín para que el tratado sea ratificado en un segundo referéndum, como ocurrió entonces.
Ese factor hace que la campaña se haya centrado en las consecuencias concretas del sí y del no. Ni siquiera los partidarios del sí defienden que vaya a ser un remedio para los actuales problemas, pero al menos no tiene las consecuencias negativas a corto plazo de un voto negativo. Al menos, eso dicen…
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