Napoleón Gómez Urrutia
Existen actualmente en la vida pública de México diversos asuntos
que preocupan. Es tan grave su importancia, que ellos no pueden ni deben ser
tratados con ligereza ni con desenfado. Todos ellos son conocidos, merced a las
noticias y denuncias publicadas en los diversos medios de difusión, con especial
acento por el diario La Jornada, que con ello hace honor a su
compromiso de informar bien y a fondo sobre los problemas nacionales.
Es el caso del despido de 68 mil 479 trabajadores, operado de enero a junio
de este año por algunas de las principales empresas del país, entre ellas las
mineras Grupo México, de Germán Feliciano Larrea Mota Velasco; Grupo Peñoles, de
Alberto Bailleres González, y Altos Hornos de México, de Alonso Ancira Elizondo,
así como Wal-Mart, Soriana, Televisa y Tv Azteca, la gran mayoría de las cuales
forman parte del Consejo Mexicano de Hombres de Negocios, cuando las ganancias
reportadas por dichos consorcios ascendieron a 130 mil millones de pesos en ese
mismo lapso de medio año. Todas ellas cotizan en la Bolsa Mexicana de Valores.
Pero a esta lista deben agregarse muchas otras empresas agroalimentarias, de
servicios, fabricantes de artículos de consumo y de materiales, fraccionadoras,
aerolíneas, las cuales concentran en conjunto más de 70 por ciento del valor del
mercado. Esta pérdida del empleo equivale a poco más de 5 por ciento del total
de puestos de trabajo tan sólo en los primeros seis meses de este año, lo cual
contradice notablemente los objetivos presumidos de los beneficios de la reforma
laboral.Aunado a lo anterior, el sábado 3 de agosto se informó que entre mayo y junio de este 2013 hubo la mayor fuga de capitales en los últimos 20 años, o sea, desde el sexenio de Ernesto Zedillo. Esta fuga fue de 178 mil millones de pesos. Estos capitales fueron reportados como
golondrinos, ya que estaban colocados en títulos del gobierno federal en moneda nacional, que ha sido una de las variantes de inversión con que sin riegos el capital privado extranjero opera en México. El banco central no informó sobre las causas de esta fuga, o tal vez titubeó como suele hacerlo regularmente en circunstancias similares.
A su vez, la deuda pública se elevó a su mayor nivel en el siglo XXI, según informó el jueves primero de agosto la Secretaría de Hacienda, y llegó a 6 billones 62 mil millones de pesos (donde los billones son millones de millones) y el incremento más significativo ocurrió con Calderón en la Presidencia. Esta deuda equivale nada menos que a 38.7 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB), aunque para esa dependencia
la economía de México continúa en expansión, pero a un ritmo menor.
Estos datos pueden ponerse en contraste con otros no menos importantes, y se llega a la conclusión de que las cosas no andan para nada bien en el país. Por ejemplo, que las exenciones tributarias superarán en 2013 lo que se capte con el IVA, con lo cual Hacienda dejará de obtener 643 mil millones de pesos por tasas bajas y subsidios, sobre todo a favor de las grandes empresas, según lo informó el sábado 27 de julio el Centro de Estudios de las Finanzas Públicas de la Cámara de Diputados.
Lo que agudiza más las cifras presentadas, que no son las únicas en ese
sentido, es la publicación que hizo el Consejo de Evaluación de la Política de
Desarrollo Social (Coneval) sobre el rango de la pobreza en nuestro país. El 29
de julio este organismo aportó cifras que indican la gravedad del problema, que
no ha disminuido sino aumentado. Aunque en algunos medios se ha pretendido
restar importancia al asunto, señalando que los pobres en extremo han reducido
mínimamente su número, no han podido ocultar que la pobreza se mantiene por
arriba de 51.6 por ciento de la población total, o más de 60 millones de
habitantes, lo cual es un llamado urgente de total alerta para corregir esa
realidad.
La forma de hablar en los discursos oficiales y la política económica no pueden descansar más en los limitadísimos programas asistencialistas, de sólo dar mendrugos, que desde hace varias décadas se vienen aplicando, sobre todo en el campo mexicano, que es donde los índices de indigencia llegan a niveles verdaderamente lacerantes. La tarea es cambiar la estrategia, introducir un verdadero esquema de responsabilidad compartida y sacudir económica y socialmente al país para abrir nuevas perspectivas a la gente.
Todo este diagnóstico indica que no hay políticas equilibradas ni congruencia, y menos equidad, para enfrentar tantos y tan graves problemas. Mientras los que más tienen ganan más y por añadidura se les exentan o devuelven impuestos, o sea, los más ricos. A los demás se les mantienen altísimas cargas de tributación fiscal y, paralelamente, cada día se aumentan los precios de las mercancías básicas para el consumo humano y los servicios, como la gasolina y la energía eléctrica, que afectan la economía popular.
Hay una inconciencia nacional, no hay rumbo ni destino, nadie está haciendo nada para enfrentar este cúmulo de problemas. Hay insensibilidad y egoísmo en los sectores dirigentes de la economía y la política de México. Nadie los está viendo en conjunto, pero esta breve visión nos indica que hay muchas cosas que están muy mal. Prosiguen la insensibilidad y la impunidad.
En resumen, México está pasando por una delicada situación: mayor desempleo, incremento de la pobreza, menores inversiones, más fuga de capitales, exenciones fiscales para los más ricos y mayores impuestos para los que menos tienen. La concentración de la riqueza aumenta exponencialmente, la inseguridad se mantiene y todo camina en aparente calma.
De ahí que, o establecemos y peleamos por un nuevo modelo de desarrollo que ponga primero a la gente y que se base en la democracia y la justicia económica y social, o la crisis será más profunda y el futuro cada vez más incierto
La forma de hablar en los discursos oficiales y la política económica no pueden descansar más en los limitadísimos programas asistencialistas, de sólo dar mendrugos, que desde hace varias décadas se vienen aplicando, sobre todo en el campo mexicano, que es donde los índices de indigencia llegan a niveles verdaderamente lacerantes. La tarea es cambiar la estrategia, introducir un verdadero esquema de responsabilidad compartida y sacudir económica y socialmente al país para abrir nuevas perspectivas a la gente.
Todo este diagnóstico indica que no hay políticas equilibradas ni congruencia, y menos equidad, para enfrentar tantos y tan graves problemas. Mientras los que más tienen ganan más y por añadidura se les exentan o devuelven impuestos, o sea, los más ricos. A los demás se les mantienen altísimas cargas de tributación fiscal y, paralelamente, cada día se aumentan los precios de las mercancías básicas para el consumo humano y los servicios, como la gasolina y la energía eléctrica, que afectan la economía popular.
Hay una inconciencia nacional, no hay rumbo ni destino, nadie está haciendo nada para enfrentar este cúmulo de problemas. Hay insensibilidad y egoísmo en los sectores dirigentes de la economía y la política de México. Nadie los está viendo en conjunto, pero esta breve visión nos indica que hay muchas cosas que están muy mal. Prosiguen la insensibilidad y la impunidad.
En resumen, México está pasando por una delicada situación: mayor desempleo, incremento de la pobreza, menores inversiones, más fuga de capitales, exenciones fiscales para los más ricos y mayores impuestos para los que menos tienen. La concentración de la riqueza aumenta exponencialmente, la inseguridad se mantiene y todo camina en aparente calma.
De ahí que, o establecemos y peleamos por un nuevo modelo de desarrollo que ponga primero a la gente y que se base en la democracia y la justicia económica y social, o la crisis será más profunda y el futuro cada vez más incierto
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