ELIA BALTAZAR / EL SIGLO DE TORREÓN / MÉXICO, D.F
EXPERTOS VEN RIESGOS AMBIENTALES PARA COAHUILA
Del grifo de agua sale un flamazo. Es el efecto de la filtración de metanol en los mantos acuíferos, que exhibió hace tres años el documental Gasland, una cinta que muestra los efectos ambientales de la perforación de pozos de gas en Milanville, una pequeña comunidad rural de Pennsylvania, Estados Unidos.
5 MIL METROS De profundidad se puede encontrar el gas shale.
La empresa involucrada -Cabbot Oil, de Texas-- y las autoridades del estado admitieron que ese incidente se repitió en cinco grifos de la zona, pero los consideraron de poca importancia si se considera que en el país hay cientos de pozos perforados.
Las posiciones están polarizadas. Los detractores advierten sobre los riesgos ambientales de la producción de este hidrocarburo no convencional. Los defensores, en cambio, destacan que este recurso permitió a Estados Unidos convertirse en potencia productora de gas.
El debate se traslada hoy a la arena de la reforma energética mexicana, que apunta hacia Coahuila en el mapa de las expectativas de exploración y explotación de gas y petróleo shale, hidrocarburos que se acumula en formaciones rocosas conocidas como "lutitas" o "esquisto".
Especialistas y organizaciones ambientales advierten que la discusión nacional ha soslayado las consecuencias ambientales que implica la producción de este hidrocarburo no convencional, que aparece como prioridad en las propuestas energéticas del Gobierno federal y del PAN.
Entre los riesgos apuntan al uso intensivo de agua para extraer el hidrocarburo, en una técnica conocida como fracturación hidráulica de roca ("fracking", en inglés), que consiste en inyectar a presión agua con arena y químicos para que el petróleo o gas salga al exterior.
El daño ambiental es el abatimiento de mantos acuíferos y el riesgo contaminante de los químicos, cuyos compuestos las empresas no revelan por considerar secretos industriales, dicen los investigadores Miriam Grunstein, del Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE), y Ángel de la Vega Navarro, de la UNAM.
Frente a los planes de explotación que integran las propuestas energéticas, 16 organizaciones sociales y ambientales integraron ya la Alianza Mexicana contra el Fracking.
Las dudas en torno de los peligros del gas shale son tales que países como Francia, con legislaciones ambientales más restrictivas, prohibieron su explotación. México, en cambio, apuesta por su explotación en los planes de crecimiento de la industria energética, donde Coahuila está en la mira.
Hace unos meses, Pemex anunció la intención de explotar reservas de gas y petróleo shale en la franja norte y centro de Coahuila, así como en varias partes de Veracruz, con una inversión de 244.3 millones de dólares para evaluar el impacto de explotación.
Es una inversión que Pemex no puede realizar a menos que se apruebe la reforma energética que propone la participación de empresas privadas en este tipo de proyectos.
Al anunciar el proyecto, la Secretaría de Energía aseguró que en cinco años el país estaría exportando gas shale, y en Coahuila el gobernador Rubén Moreira aseguró que la entidad podía producir 20 mil millones de barriles de petróleo shale, en el mediano y largo plazo.
Esto significaría una gran derrama económica en Coahuila, debido a las obras de infraestructura que deberán construirse para extraer el hidrocarburo y la cantidad de empleos que proyectos de este tipo pueden generar.
Sin embargo, De la Vega considera que es "irresponsable" hacer cálculos optimistas cuando ni siquiera se ha aprobado la reforma energética.
"Si hay coherencia, se tiene que decir cómo se va a organizar la producción de gas shale, si lo hará Pemex solo o habrá una especie de "Pemex-Shale", o habrá una mayor apertura y nuevos contratos para atraer inversión privada".
Pero aun cuando exista un modelo para extraer el gas shale, la polémica en torno a los métodos de explotación no se ha resuelto.
EL AGUA QUE NO SOBRA
El gas shale se puede encontrar a profundidades de mil a cinco mil metros. En la misma placa pueden hallarse también diferentes petrolíferos como el petróleo ligero.
La explotación es compleja. Se perforan pozos que implican excavaciones de más de tres mil metros, que después cambian de dirección hasta llegar a la capa de roca. Para el proceso se utiliza un taladro horizontal y las perforaciones, que se repiten en diferentes direcciones, alcanzan longitudes de varios kilómetros, partiendo del mismo pozo donde se inició la primera perforación.
Debido a la baja permeabilidad de la roca de esquisto, se explica, para la extracción del gas es necesario fracturar la roca hidráulicamente, a elevadas presiones y con una mezcla concentrada de agua, arena y sustancias químicas que animan el flujo de crudo y gas en un yacimiento.
"Uno es el uso de grandes cantidades de agua, y quizá sea el mayor si consideramos la escasez del recurso en entidades como Coahuila y en general en todo el país", dijo De la Vega.
Claudia Campero, de la organización Blue Planet Project, afirma que para la fractura de un solo pozo se requieren entre 9 y 29 millones de litros de agua.
Esto, en lugares con problemas de sequía como el norte del país, pone en desventaja a otras actividades básicas como la agricultura, frente a las necesidades de agua de la industria del gas, advierte la organización Greenpeace.
CONTAMINACIÓN, UNA POSIBILIDAD
Además del agua, cuyo uso implicaría un "altísimo costo" en infraestructura para las entidades donde se llevaría a cabo la explotación de gas, la investigadora Miriam Grunstein, del Centro de Investigación y Docencia Económica (CIDE), advierte sobre los compuestos químicos que utilizan las empresas durante el proceso de "fracking".
"Las empresas no están obligadas a reportar el contenido de los químicos que inyectan en el subsuelo, porque dicen que sus fórmulas son secretos industriales", explica Grunstein.
La combinación de agua y químicos tiene consecuencias: Residuos contaminantes cuyo manejo no está garantizado, dice De la Vega Navarro. "Son lodos y agua contaminados, y el problema es qué hacer para deshacerse de ellos, para reciclarlos o tratarlos y evitar daños al ambiente".
Además, dice, hay el riesgo de que la presión sobre las rocas en el proceso de "fracking" pueda provocar que los residuos contaminados de lodos y agua se filtren a los mantos freáticos.
"Es una posibilidad", explica Grunstein. "La filtración de metano en mantos acuíferos puede suceder si las empresas no toman las debidas precauciones al construir las paredes de cemento de los pozos. Eso es caro, y si las compañías son descuidadas, tendríamos agua contaminada".
No tiene que ser así, aclara, pero puede suceder si las empresas no toman los debidos cuidados.
Para Greenpeace, sin embargo, este riesgo es real, pues asegura que se han documentado rupturas en la protección de los acuíferos (de acero y hormigón), por la presión ejercida durante el proceso del "fracking".
Además, explica, las dificultades en el manejo de lodos que brotan del pozo pueden ocasionar que esos residuos contaminantes desemboquen en arroyos y ríos, asegura en su análisis.
De acuerdo con la organización, este problema ha generado conflictos en más de 12 estados de Estados Unidos, pues "en varios casos se han encontrado diferentes sustancias en el agua potable como el benceno, bromuros, materiales cancerígenos, materiales radioactivos e incluso metano, todos ellos provenientes del proceso de extracción del gas shale".
GAS NATURAL, LA OPCIÓN
Los especialistas y las organizaciones también citan estudios como el de la Universidad de Cornell, que advierte sobre los efectos de gas invernadero que ocasiona la extracción de gas shale.
También hay advertencias sobre los daños a los terrenos por la perforación masiva de pozos y hasta voces que alertan que la presión del "fracking" ocasiona movimientos sísmicos.
En este último punto, las opiniones están muy divididas, explica Grunstein, y "con información tan terriblemente polarizada no hay manera que los ciudadanos puedan tomar una decisión informada".
Ella misma confiesa que no tiene una opinión decidida. "No puedo decir que es ambientalmente adverso, porque los argumentos están demasiado divididos: un día recibo un informe sobre las maldades del gas de esquisto y después me llega otro que defiende la postura de las empresas y el gobierno, y ambos son muy convincentes".
Frente a las muchas dudas respecto del impacto ambiental del gas shale, Grunstein y De la Vega Navarro consideran conveniente esperar. No sólo a que la tecnología brinde más garantías y certeza sobre el manejo de los residuos, sino incluso para ver qué pasa con la burbuja del gas shale, dicen.
Los argumentos que sólo ven el lado positivo de lo que ocurrió en Estados Unidos, dice, soslayan que allí han habido muchos problemas ambientales y en Texas ya hay compañías quebradas.
"Creo que es necesario esperar mayores garantías en materia ambiental y de manejo de residuos, y evitar el discurso frívolo y poco responsable que tuvo el Gobierno federal anterior", considera De la Vega.
Grunstein, por su parte, se inclina por el aprovechamiento de gas natural que se halla en el Golfo de México. "México entró en el furor por el gas shale, sin haber explotado a conciencia su gas convencional, que desperdiciamos porque no tenemos la infraestructura de recolección. Eso es lo que me parece demencial".
Se pregunta además a quién se venderá el gas: "¿A los estadounidenses, que les sobra? ¿A los centroamericanos, aun cuando no tenemos infraestructura de almacenamiento, ni transporte, ni ductos? Se nos va a quedar atorado".
Pero la última palabra estará en el Congreso, que debatirá las posibilidades del gas shale en México, aun sin conocer los resultados de la investigación que encabeza el Instituto Mexicano del Petróleo en Coahuila y Veracruz, con recursos del fondo Conacyt-Energía.
"Es una investigación que llevará al menos 5 años", dice De la Vega. Hasta entonces, nada podremos saber con certeza acerca de las posibilidades de esta fuente de energía.
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