lunes, 12 de enero de 2015

Oaxaca: negocios turbios desde el poder


Iván Restrepo
E
n noviembre de 2013 se celebró en la ciudad de Oaxaca la duodécima Reunión Mundial de Ciudades Patrimonio, a la que concurrieron destacados especialistas de todo el mundo. Fue un merecido reconocimiento a la belleza de la capital de una entidad que se distingue por la herencia cultural de sus pueblos ancestrales. Uno de los asuntos tratados en dicha reunión fue la urgencia de respetar el medio ambiente en que están enclavadas las ciudades patrimonio por ser parte indisoluble de su paisaje histórico. En el caso de Oaxaca, el llamado fue muy oportuno, pues su crecimiento urbano ignora las normas mínimas de la planeación. El avance de la mancha de asfalto se hace a costa de los bosques y demás áreas verdes, fábricas de agua y oxígeno, y albergue de una importante biodiversidad.
Esta destrucción ha ocurrido pese a la legislación vigente en la materia y a las promesas federales y locales en el sentido de obtener una expansión urbana sostenible. Un ejemplo de cómo no lograr lo anterior lo ofrece ahora la Secretaría de Turismo y Economía de la entidad al imponer la construcción de un monstruoso centro de convenciones en la ladera noreste del cerro del Fortín, uno de los emblemas de la ciudad y donde termina un corredor montañoso de enorme importancia biológica y natural.
Así lo entendió a finales de su sexenio (1992) el gobernador Heladio Ramírez, al declararar Zona de Reserva Ecológica y Área Natural Protegida, Libre de Asentamientos Humanos esa extensión montañosa, anexa al Parque Nacional Benito Juárez, establecido en 1936 por el presidente Lázaro Cárdenas, para proteger la Cordillera Norte que bordea el valle donde se asienta la capital oaxaqueña. En 2004, otra administración declaró al cerro del Fortín Parque Estatal, y parte del área de la citada Zona de Reserva Ecológica. Además, en 1994 hubo el primer intento legal para ordenar el crecimiento de los 16 municipios que integraban la zona conurbada.
Sin embargo, tales decretos y medidas ordenadoras no se cumplen. Se camina a contracorriente de lo que dicta la sensatez. Hoy la zona metropolitana comprende 23 municipios que crecen anárquicamente. Costosas obras, como el Libramiento Norte, iniciado en 1990 contra la opinión de los especialistas y la ciudadanía, alentó la expansion de la ciudad hacia zonas cubiertas de verde y la especulación del suelo en el cual edificaron sus mansiones políticos y empresarios de viejo y nuevo cuños.
Pese a tanto daño, el cerro del Fortín sobresale todavía por su riqueza ambiental. Allí se realiza, a fines de julio, los Lunes del cerro, la tradicional Guelaguetza. Ahora también espectáculos musicales. Primero fue un escenario natural que gracias a varias obras que no agredían el paisaje, se convirtió en auditorio en 1974 con cupo para 8 mil 500 espectadores. El gobierno estatal decidió en 2008 cubrirlo con una horripilante velaria de lona que causa un agresivo impacto visual. El viento se unió al rechazo ciudadano y derrumbó una de las secciones de la velaria. Luego retiraron las lonas laterales. Queda apenas la central. La empresa responsable de tal adefesio está demandada por la mala calidad de la obra.
Pero hoy se pretende completar el enlonado, colocar butacas en las gradas de concreto y reponer las instalaciones para que por medio de un pasillo al aire libre se convierta en anexo del citado Centro de Convenciones con capacidad para mil 500 personas, con un estacionamiento para 600 vehículos y otras costosas obras. Además de que con ellas se violan claras normas oficiales, sucede que Oaxaca no requiere un centro de convenciones. Existen ya lugares idóneos que realizan tal encomienda.
La institución que defiende el patrimonio natural de Oaxaca, el Pro-Oax, que encabeza el pintor y mecenas Francisco Toledo, se opone a este nuevo atentado contra el cerro del Fortín y la ciudad. Con argumentos irrebatibles. Y porque es otro ejemplo de tráfico de influencias y negocios a la sombra del poder: el secretario de Turismo es dueño del hotel contiguo a la faraónica obra, el Victoria, convertido en el eje del innecesario centro de convenciones. En tanto, se desatienden asuntos más urgentes, que exigen la atención gubernamental.

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