Horizonte ciudadano
Rosa
Esther Beltrán Enríquez
Enero
8 de 2015
De Excélsior a Proceso,
don Julio Scherer, que ahora descansa en paz, blandió inmisericorde las armas
de la libertad de expresión y de la crítica. Cinco meses después de su expulsión
de Excélsior, Scherer con un grupo de lo más selecto de la intelectualidad mexicana, fundó la revista
que hasta ahora es el referente imprescindible de la vida nacional, Proceso.
Esa revista publicó en
su editorial del primer número del 6 de noviembre de 1976...”Esta publicación
surge, entre dificultades, remontadas penosamente, al calor de la lucha por la
libertad de expresión, lucha perene entre la prensa que busca ser responsable y
el poder que no se ciñe a la legitimidad”. Sí, las dificultades no fueron
menores, el papel para la impresión del semanario les fue negado por el
monopolio estatal PIPSA, encargado de la compra de papel y de su producción y distribución del destinado
específicamente a los periódicos.
“Este semanario nace de
la contradicción entre el afán de someter a los escritores públicos y la
decisión de éstos de ejercer su libertad y dignidad. Estas prendas valen en
tanto posibiliten el que a través de
ellas se expresen los que no pueden hacerlo de otro modo….En sí mismo Proceso
es un acto de confianza en la capacidad de nuestra sociedad para madurar como
nación”. Me pregunto, en qué medida la sociedad mexicana actual ha satisfecho
esas expectativas del semanario que pronto cumplirá 40 años sin claudicar en
sus propósitos, el editorial agrega. ...es importante contribuir a que la
nación se conozca a sí misma para que a partir de su propia conciencia pueda
delinear su porvenir justo y libre”.
En ese primer número
Proceso publicó en su portada una revisión exhaustiva del sexenio exánime de Echevarría: El sexenio. Las
palabras y los hechos. Cosío Villegas. Memorias de un Disidente. Libre
expresión. De Excélsior a Proceso.
La revista fue radicalmente crítica por las contradicciones entre las
promesas y los hechos del régimen de Echeverría, porque éste prometió detener
la tasa de crecimiento del endeudamiento externo, pero éste creció y el peso se
devaluó más del 100 por ciento; también ofreció esclarecer los hechos del 10 de
junio, pero nunca lo hizo, entre muchas promesas incumplidas, simplemente fue
un gobierno priista más y Proceso lo certificó.
En ese mismo número se publicó la
crónica sobre el movimiento popular independiente de los poblados laguneros de
San Pedro de las Colonias, Francisco I. Madero y Torreón que provocó, en
octubre de ese año el enfrentamiento entre el gobierno de Oscar Flores Tapia y
la diócesis a cargo del obispo Fernando Romo Gutiérrez. En el conflicto medió
el obispo Samuel Ruíz e intervino también don Sergio Méndez Arceo, quien se
solidarizó con los clérigos y colonos, aunque
el episcopado de México informó no estar enterado de lo que ocurría en
Coahuila. El conflicto se extendió y los estudiantes de Universidad Autónoma de
Coahuila se solidarizaron con el movimiento, informó Proceso.
En el primer número de Proceso participó el caricaturista Abel Quezada, con
su cartón: El adulador automático. Entre los editorialistas estaban Heberto
Castillo, con su colaboración: Esperar tiempos mejores. Pablo Latapí con: Dos momentos del tiempo mexicano.
Ricardo Garibay, con su columna, Descrédito público.
Don Julio fue y seguirá siendo un ideal para el periodismo mexicano, el
reverso de la corrupción, de los periodistas cooptados, porque hasta la última
hora de su vida fue nada más, un reportero atenido al dato.
Si usted se pregunte de
dónde he obtenido estas citas textuales del primer número de la revista
Proceso. Le digo que no acudí a la hemeroteca digital del semanario, no, en cambio, fui al Archivo Municipal de
Saltillo, porque sé que ahí está esta revista, desde el primer número donada
por un grupo de académicos e intelectuales saltillenses que creen, con don Julio Scherer que, “El
periodismo ha de ser exacto, como el bisturí”.
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