*Los sombreros sirven para quitárselos frente a ustedes, expresó el cantautor en el primero de seis conciertos en el Auditorio Nacional
*Somos españoles pero no gachupines, aseguró
Jorge Caballero
Periódico La JornadaJueves 15 de abril de 2010, p. a10
El pasado martes 13 no fue de mala suerte para el cantante español Joaquín Sabina, pues ofreció un resplandeciente y esférico concierto en el Auditorio Nacional, como pocas veces se le ha visto al de Ubeda, Jaén. En estricto, fue la mejor presentación que ha hecho desde aquel marzo de 1989, cuando promovió Hotel dulce hotel y comenzó sus actuaciones en vivo en México en el “Auditorio Viejo”. Esta vez abrió la gira Vinagre y rosas, la cual lo trae de regreso a nuestro país. Incluyó clásicos, bailes, duetos, homenajes, dedicatorias, referencias y un despliegue de muestras de cariño interminables del cantautor español para México y viceversa.
En este concierto, el primero de seis que dará en el recinto de Reforma (14, 16, 17, 20, 21), para posteriormente continuar la gira por Jalisco, Aguascalientes, Nuevo León, Querétaro, Zacatecas y Yucatán, empezó con el sonido ambiental de un símil de Calle Melancolía, para después develar la delgada figura de Joaquín y sus músicos, quienes soltaron Tiramisú de limón.
Sabina atacó el proscenio y las pantallas colocadas a los lados del escenario descubrieron un botón con la pintura que Andy Warhol hizo para sus tiernos en el disco The Velvet Underground and Nico, o sea, el del plátano. El español iba ataviado con su traje de pingüino, el cual cubría una playera negra con un signo de interrogación y, claro, además, su clásico bombín. Ante el fervor religioso de los 10 mil sabinianos congregados para el recuentro con su ídolo en la Catedral Auditorio, dijo: “Para esto sirven los sombreros, para quitárselos frente a ustedes”.
Viudita de Clicquot
Como segundo tema llegó Viudita de Clicquot, en la cual se tomó los genitales para brillárselos al público, que ya estaba totalmente entregado al genio ubetense y su poesía musical, que abarca un diámetro de acción de tres generaciones, pues igual había veinteañeros/treintañeros, adultos en edad productiva y quienes ya pintan canas. Sabina no dejó de pasearse por el escenario en todo momento.
Luego, agarró la guitarra para tocar Ganas de, con la que puso a todos a palmear por encima de sus cabezas. Después de la tercera y antes de la cuarta canción llegó el saludo: “Buenas noches cómplice chilangada. Hace dos años que no estamos en México, ahora no estamos con la benefactora sombra de Serrat… este concierto no es uno más, porque aquí en el antiguo Auditorio empezamos una complicidad de tantos años, ustedes no habían nacido aún…”
Sabina recitó: “Echamos de menos la buena sombra de México... Uno canta siempre la misma canción la otra noche en el bar de la esquina, cerca de la estación donde duerme un amor cuando el tiempo conoce tu rutina. Uno siempre canta la misma canción del perro ladrando a la Luna y la del mariachi que no hizo fortuna en mi México lindo y querido”.
Y soltó Medias negras, en versión más funky, que cuadró perfectamente con Aves de paso, en la que el coro alcanzó un nivel óptimo de decibeles con arreglos más eléctricos, más ponedora y más golpeante, lo que provocó que incluso la gente se parara a bailar.
Además de los asistentes de las primeras filas que siempre son los que ponen el ambiente, los aferrados de los dos extremos del primer piso exigieron lo suyo y no tomaron asiento en las dos horas y 15 minutos en que Sabina estuvo sobre el escenario; incluso en las calmaditas no menguó el ánimo festivo, como fue en la somnolienta Peor para el Sol, que se disfrutó igual que las anteriores y en la que Sabina ofreció el micrófono al público en la parte que dice: “… me moría de ganas querido de verte otra vez”. Hizo una mueca de fruición, de exceso de gozo, y soltó: “Sólo en México”.
Llegó Parte meteorológico, seguida de Por el boulevar de los sueños rotos, que tuvo como preámbulo las palabras de Sabina: “Ustedes no saben, pero estoy estrenando paliacate; me lo regaló la hija del gran José Alfredo Jiménez”. Acompañado por su buenérrima corista Marita, “ni un gramo de silicona”, según informó el mismísimo cantautor, se paseó por el escenario. Agregó: “Es la primera vez que ella pisa el sagrado escenario del Auditorio Nacional; en unos días la llevaré a conocer a Chavela, quien seguramente le va a quitar unos años de encima, conociendo a Chavela… Somos españoles pero no gachupines”, dijo Sabina sin más; únicamente Pancho Varona, su guitarrista, se asumió como “pinche gachupín”.
Para la interpretación de Llueve sobre mojado, Sabina presentó: “Vasco de espalda mojada desde que vive en Madrid. Fundó Alarma!!! y Cucharada, ¡lo que ha visto esa nariz! Primo hermano de Keith Richards, profesor de pulso y púa. ¡Toca una conmigo, pisha! Al rocanrol: Jaime Asúa”, quien la hizo de Fito Páez, aunque el probado crítico musical Muni, atinó al precisar: “éste canta mejor que Fito”.
El concierto prosiguió sin sobresaltos. Pancho Varona cantó Donde habita el olvido, y Marita Barros el tema compuesto por el Subcomandante Marcos, Sabina y Varona: Como un dolor de muelas. Después regresó Sabina para interpretar Y sin embargo, otra tranquila que tampoco minimizó el espíritu festivo; llegó Cristales de Bohemia y terminó la tripleta con Canción para la Magdalena, que habla de la prostituta bíblica María Magdalena.
Remembranzas de Praga
Sabina hizo una pausa y luego mencionó: “Cuando estaba en Praga me encontré con una familia mexicana que llevaba una pequeñita, me dijeron que la niña se llamaba Magdalena por mi canción y que esperaban que no les saliera muy puta… Hace cuatro años que escribía canciones porque las canciones no querían que las compusiera… hasta que una noche me encontraba en Praga con el poeta Benjamín Prado y ahí comencé a componer Vinagre y rosas”. Después soltó Peces de ciudad, compuesta también con Prado.
Llegaron además Cerrado por derribo, Calle Melancolía, 19 días y 500 noches y Princesa, entre otras, que pusieron el ánimo en un nivel de desenfreno espiritual. Sabina y compañía se despidieron, pero regresaron para hacer un encore generoso que incluyó Amor se llama el juego. Al concluir, el ángel negro madrileño recordó que México es un refugio desde que “mi general Lázaro Cárdenas dio refugio a muchos españoles... Esta canción es para Tania Libertad, quien tiene el nombre más bonito del mundo”. Acto seguido soltó Vinagre y rosas.
A pesar de que el concierto fue generoso, cerró con Noche de bodas hilvanada con Y nos dieron las 10, Contigo, La del pirata cojo y Pastillas para no soñar, o sea, casi 30 temas, el público abandonó el recinto con la sensación de que le faltaron temas, pues con artistas como Sabina nunca será suficiente.
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