viernes, 31 de agosto de 2012

¿Daremos la sorpresa?


Elena Poniatowska

Tiene razón doña María Antonieta Salazar Escudero de escribir en el Correo Ilustrado de La Jornada que tenemos mucho que agradecer a Andrés Manuel López Obrador por querer dar a México otro destino. Su valor, su fuerza física y emocional, su combate contra el establishment lo convierten y nos convierten en mejores mexicanos. Durante toda nuestra vida estaremos marcados por la gran esperanza del cambio.

¡Qué padre sentir que gracias a él somos distintos!

Los pobres de México tienen en él a un defensor que sólo vimos cuando Lázaro Cárdenas encabezó el gobierno de México en 1936. Él se preocupó por los campesinos, dio la mano a los obreros, se aprendió el nombre de cada quien y abrazó a todos con respeto. Lo mismo ha hecho Andrés Manuel con su “Primero los pobres”, y le estamos agradecidos, porque les dio, a través de su recorrido por 2 mil 476 municipios, una esperanza para quienes nunca han tenido una oportunidad.

Si alguien conoce la pobreza de México, ése es Andrés Manuel López Obrador. Al caminar por montes y collados comprobó, para gran vergüenza de la clase política mexicana, que la miseria y la discriminación son las mismas que hace cien años.

También comprobó que hay un México corrupto y aniquilador, y un México que lucha por su supervivencia en medio de los balazos. Incluso llevar borregos, puerquitos y gallinas a la Casa de Campaña de la calle San Luis Potosí como pruebas de la compra del voto fue un acto que tiene que ver con la inocencia de la pobreza. “Miren, voté por esta razón: la del hambre”.

El poeta y maestro Carlos Pellicer comentaba la sencillez de su discípulo tabasqueño: “Lamentablemente la austeridad de Andrés Manuel, aunque semejante a la de su tío, hoy día resulta incómoda para sus adversarios políticos. Pone una medida que no es fácil aceptar”.

Esa medida es la de la entrega a los demás.

Por desgracia, los funcionarios en el poder no han dado la medida. Se rehúsan a perder sus privilegios y sus salarios exagerados. La idea de un pago justo por su desempeño, en vez de la suma desorbitada que reciben, los espanta, y el miedo, todos lo sabemos, es el peor consejero. Decía Carlos Monsiváis que no hay peor rico que el mexicano; ninguno tan avorazado ni tan mezquino como el tío rico macpato que sólo asiente cuac, cuac, cuac cuando se trata de su interés y nunca levanta un dedo por nuestro atribulado país.

En 2004, Andrés Manuel, con la ayuda del abogado Javier Quijano, se defendió contra su presunta responsabilidad por la construcción de la calle Carlos Graef Hernández, que abriría el paso a un hospital. El 29 de agosto de 2004, un mitin gigantesco sorprendió a todos y el terrible gobernante Vicente Fox tuvo que dar marcha atrás. Hoy también podemos llevarnos otra gran sorpresa, la de la respuesta popular, la batalla que hoy mismo damos aquí en “la ciudad de la esperanza”, como llama López Obrador al Distrito Federal. Esta plaza lluviosa frente a Catedral y Palacio Nacional puede cimbrarse de nuevo con la ira que provoca la corrupción, la mezquindad, la trampa y la arbitrariedad.

Después de la mayor concentración de todos los tiempos que llenó el Zócalo el 24 de abril de 2005, los medios internacionales declararon que “AMLO no representa un peligro económico incluso para los sectores más conservadores de la derecha estadunidense”.

Hoy a nuestro país le falta grandeza.

“No estás solo”, gritábamos en 2006, cuando el desafuero. Ahora, en 2012, Andrés Manuel está acompañado por los pobres y por los no tan pobres, porque somos muchos sus seguidores y sobre todo porque han despertado los jóvenes, el movimiento #YoSoy132. Apoyamos “otro modo de ser humano y libre”, como pedía la escritora Rosario Castellanos, que de estar viva caminaría a nuestro lado como hizo con los indígenas de Chiapas.

Son los jóvenes quienes pueden denunciar a todo un sistema neoliberal que ha llevado al país al desbarrancadero, son los jóvenes organizados quienes lograrán cambiar la forma de hacer política en México.

Alguna vez le preguntaron al fundador de la astronomía moderna Guillermo Haro qué era lo que más le importaba en su vida, y contestó: “México”, respuesta que retomó Fernando Benítez en una entrevista de radio. Hoy, somos muchos los que meditamos en el “México” al que le cantó López Velarde, cuando no había en nuestro país cuernos de chivo ni guerra contra el narcotráfico y en vez de asesinados y desaparecidos la tierra mexicana se cubría de maíz y al cielo azul en vez de balas lo atravesaban las garzas en desliz y el relámpago verde de los loros.

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