Miguel Ángel Granados Chapa
El ex Presidente, que aceptó gobernar con el programa del PAN para obtener su legitimación, pretende ocultar el hecho de que las actas electorales no bastan para conocer la fidelidad de los resultados pues faltan las papeletas con las cuales cotejar aquellos documentos
Todo el mundo sabe que el PRI (en su modalidad inicial, de PNR) nació el 4 de marzo de 1929 y que 10 años después, el 16 de septiembre de 1939, fue fundado el PAN. Ahora sabemos también que el PRIAN, la simbiosis de esos dos partidos, nació el 27 de agosto de 1988. Ese día, en conversación con su adversario Manuel J. Clouthier, en presencia de Luis H. Álvarez, en casa de Juan Sánchez Navarro, Carlos Salinas ganó el apoyo panista para la calificación electoral a cambio de compromisos para reformar leyes conforme a las posiciones panistas.
Esta información, avalada por el testimonio de un testigo presencial, José Luis Salas Cacho, figura en el libro de la periodista Martha Anaya titulado 1988: el año que calló el sistema, que empezó a circular a fines del año pasado. Según parece, en sí misma la publicación de la obra no importó al ex Presidente, pero sí lo afectaron dos comentarios al libro, escritos por priistas que actuaron contemporáneamente a él, aparecidos el 1o. y el 5 de enero, a los que el ex Presidente dio respuesta el 12 y el 13 de este mes. Se trata de comentarios suscritos por José Antonio Álvarez Lima y por Manuel Bartlett. El del primero debe haber causado escozor especial a Salinas porque Álvarez Lima emite opiniones que el ex Presidente tal vez juzgó muestras de deslealtad, toda vez que el inteligente y desenfadado político tlaxcalteca fue (entre 1992 y 1998) gobernador de su estado natal por decisión de Salinas, como se estilaba entonces.
Dijo Álvarez Lima que en 1988 "se otorgó el triunfo a Salinas con base en resultados totales por distrito electoral. Nunca se conocieron los recuentos de cada una de las casillas". Y escribió también que "el PAN aprovechó la fragilidad de Salinas... y forzó un acuerdo para que el PRI gobernara con el programa del PAN" (Milenio, 5 de enero). Molestó a Salinas el que su antiguo dependiente político hiciera tales afirmaciones y buscó rebatirlas. Hizo para ello una descripción de los procedimientos formales que siguieron a la jornada electoral y concluyó que las actas correspondientes a cada una de las 55 mil casillas, entregadas por su gobierno en agosto de 1994 al Archivo General de la Nación, son la prueba de su triunfo, pues allí constan las cifras que lo sustentan.
No es verdad que las actas de aquella elección sean así de elocuentes. Esas piezas de la documentación electoral sólo pueden ser tenidas como veraces en la medida que reflejen fielmente los resultados que arroja el cómputo en cada mesa de votación. Si hubiera sido dable, si lo fuera hoy mismo, cotejar las actas con los paquetes electorales, cabría admitir el argumento del ex Presidente. Pero los paquetes electorales reposaron durante meses en los sótanos de la Cámara de Diputados, resguardados por militares y sin que nadie tuviera acceso a ellos hasta que se resolvió quemarlos. Esa operación imposibilitó validar la información aparecida en las actas. Se hallan en efecto en el AGN, pero así, solas, son únicamente papelería estorbosa o poco más, y no instrumento de verificación ante la falta de su correlato, los votos. Justamente, uno de los modos del fraude de aquel año consistió en hacer constar en las actas resultados que no correspondían a los hallados en las urnas. Tiempo después oí del gobernador de Puebla en aquel año, Mariano Piña Olaya, el testimonio que confirmó esta manera de actuar, en que personal a sus órdenes tuvo un papel eminente que le fue agradecido en su momento por el propio Salinas, pues aparecieron en las actas las cifras que se había dispuesto que resultaran en aquella entidad.
(Ahora mismo, las actas de la no menos controvertida elección de 2006 están disponibles, pero son tan mudas como las de 18 años atrás, pues carecen del dato comprobatorio de su veracidad que en forma de paquetes yacen hacinados en 32 bodegas, cerrados al escrutinio público. De allí la importancia de los procesos legales en curso para que se otorgue acceso a esa documentación pública, como lo ha solicitado el semanario Proceso, que defiende su pedido en instancias internacionales y por lo pronto ha impedido que tales paquetes sean destruidos como querría el gobierno y puede ordenar la autoridad electoral).
Por otro lado, Salinas niega que haya pactado con el PAN poner en práctica su programa. Admite que la reunión mencionada se efectuó y que en ella se convino la reforma electoral (que dio origen al IFE). Pero sostiene que en ese encuentro "no surgieron como temas ni la banca ni el campo ni la relación con las iglesias. En cuanto a las reformas transformadoras en esas materias, la verdad es que fue posible acelerarlas gracias a cambios globales como la caída del Muro de Berlín en 1989 y a hechos nacionales como la recuperación de una holgada mayoría parlamentaria del PRI en 1991".
Bartlett, por su parte, se refiere a la reunión de agosto a partir de la cual Salinas haría suyo "el programa de la derecha con miras a rectificar las leyes de reforma y acabar con principios esenciales de la Revolución". El ex secretario de Gobernación, zaherido a menudo por la caída del sistema, que operaba bajo su responsabilidad, hace notar que "ese fue el verdadero fraude del 88" y concluye que "Salinas traicionó a su partido y al electorado". Es posible que en el autor perviva el resentimiento de haber sido postergado por Miguel de la Madrid a la hora de escoger sucesor. Pero es una acusación susceptible de ser probada, que Salinas no logra evadir.
Cajón de Sastre
Ahora que asumen sus funciones los ayuntamientos hidalguenses elegidos en octubre pasado, es obligado recordar que la policía municipal de Pachuca probablemente está infiltrada por el narcotráfico, y por ello deberá estar alerta el nuevo alcalde Francisco Olvera. Una señal de que así ocurre es la desaparición de varios agentes de esa corporación, que fueron levantados probablemente por algunos de sus propios compañeros. El 6 de abril pasado, por ejemplo, tres miembros de esa policía se enfrentaron con narcomenudistas, y en la escaramuza murió Marcelino Lara Pérez, uno de los delincuentes a quienes los agentes encararon. Poco después, los agentes que cumplieron su deber desaparecieron sin que se tenga noticia de ellos, pese al persistente reclamo de sus deudos.
Reforma16/01/2009
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