Pablo Espinosa (disquero@jornada.com.mx)
Cataratas de rocas en la voz, ríos de sudor en las mejillas, lagunas brillantes de lágrimas en los iris, un coche rojo y una guitarra que suena a relámpago rompiendo el alba.
Merced a tales atributos el mundo lo llama Maestro, aunque él prefiere llamarse Taj Mahal, como aquella maravilla arquitectónica que emblematiza a la India y que el Maestro eligió para hacer on-dear el mensaje revolucionario de paz de Mahatma Gandhi.
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En la realidad se llama Enrique Santa Clara Federicos, es decir Henry St. Clair Fredericks, nombre de pila que le fue impuesto cuando nació en Harlem hace 66 años, y desde entonces no ha perdido conexión con el modo en que suena el planeta y le ha puesto más sonidos todavía con su guitarra veloz, su armónica como locomotora de medianoche y su banjo de sonido campirano y hondo.
Don Taj celebra 40 años 40 de estar metido en los estudios de grabación pariendo discos a placer y por doquier. La fiesta que se armó se titula precisamente Maestro e invitó a algunos de sus alumnos, entre ellos los mismísimos Los Lobos, contramaeses de la música chicana y aulladora. También suenan la kora del gran Toumani Diabate, la voz de Angelique Kidjo y el reggae del hijo de Bob Marley, Ziggy. Está de rechupete este festejo.
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