Loret de Mola y Azcárraga Jean. Foto: Octavio Gómez |
MÉXICO D.F. (apro).- Grupo Televisa no está conforme con construir un monopolio de la opinión pública en medios electrónicos. Va por modificar, alterar, ensuciar, perseguir y difamar a través de las redes sociales, ya que es clara la batalla perdida que este consorcio de Emilio Azcárraga Jean desde la irrupción del movimiento #YoSoy132 y el menosprecio a sus voceros oficiosos y oficiales como Joaquín López Dóriga, Carlos Loret o la misma Laura Bozzo.
¿Qué es un monopolio de la opinión pública? Este concepto es distinto al monopolio económico, pero se emparenta. Televisa controla directamente el 70% de las frecuencias de tv abierta, el 70% de la publicidad en medios, el 55% de los suscriptores en televisión restringida (vía cable y satelital) y tiene una enorme influencia en la industria de la radio comercial, gracias a que los principales conductores de las estaciones con mayor audiencia también son “estrellas” de la empresa de los Azcárraga.
Indirectamente, Televisa ya controla la agenda y los contenidos de TV Azteca, su presunto competidor. Decimos indirectamente, porque la empresa de Salinas Pliego no es una filial de Televisa, pero sí su socio principal en una aventura que alteró más el panorama de los medios: la fusión de ambas televisoras en la empresa de telefonía móvil Iusacell.
La fusión de intereses de Televisa y de TV Azteca impacta también en la prensa. Las dos compañías tienen a varios de los principales columnistas políticos y comentaristas de telecomunicaciones o económicos en sus espacios de pantalla.
Salinas Pliego convirtió el Canal 40 en un medio para “cooptar” a aquellos periodistas que fueron críticos durante el episodio del Chiquihuitazo. Aprendieron que podían ofrecerles un buen salario y un buen espacio en pantalla y así incidir en sus espacios en periodismo impreso.
Esa mecánica la copió Televisa a través de ForoTV. Por eso no es casual que en varios periódicos, tanto los comentaristas de Televisa como de TV Azteca practiquen lo que se ha dado en llamar el “nado sincronizado”: es decir, opinan lo mismo, critican igual a los detractores del monopolio televisivo y ofrecen sus servicios de “paqueteo” de promoción a gobernadores y funcionarios federales.
Cuando se trata de defender sus intereses mutuos opera el monopolio de la opinión pública. Ahora lo estamos observando: en vísperas de la reforma secundaria de telecomunicaciones acusan a sus competidores, a sus críticos o a quienes no sigan su “línea” de estar empleados por Carlos Slim, el magnate de Telmex-Telcel, tan monopólico como Televisa, pero sin el control de la opinión pública como la empresa de Azcárraga.
La razón de esta “debilidad” de Slim es muy simple: no tiene el control de la pantalla de un medio masivo. El negocio de Slim siempre ha sido la especulación financiera y la protección política de sus intereses, pero está muy lejos de dictar “línea” como hacen los ejecutivos de Televisa y TV Azteca a sus plumas rentadas.
Las redes sociales se salen de este esquema de control e inducción de la opinión pública. Por eso Twitter, Youtube, Facebook y cientos de blogs, por mencionar a los principales medios interactivos, son críticos de Televisa y, en menor medida, de TV Azteca.
Son los únicos espacios realmente deliberativos, horizontales e interactivos que no pueden controlar de manera vertical, pero pretenden cambiar esta ecuación.
Van por las redes sociales no de una forma abierta y clara, sino a través de las tácticas de “guerra sucia” propias de estos medios virtuales: crear cuentas falsas para atacar, insultar, denostar a sus críticos. No les interesa discutir ni informar. Lo suyo no es dar la cara. Es ensuciar, perseguir y revertir una percepción difícil de cambiar a estas alturas.
Ni Televisa ni TV Azteca entienden ni entenderán la dinámica de las redes sociales porque ellos están acostumbrados a lo que tanto dinero les ha dado: el control de la opinión pública y la venta de espacios de información y entretenimiento a través de los medios electrónicos.
Las redes sociales no son un gran negocio en este sentido, pero sí muy dinámicas para ganarles a sus gestores de (des)información.
La manera más clara de ver por qué Televisa no puede con las redes sociales es su propio “Reglamento para el Uso de Cuentas Personales en Medios Digitales”, un documento que circuló desde finales del año pasado entre sus trabajadores, mandos medios y altos, conductores y “figuras públicas”.
Es un documento breve, de seis páginas, cuyo objetivo es evitar “la divulgación de la información propiedad de la empresa “de forma indebida y propiciando el buen uso de los medios digitales por parte de todos los colaboradores”.
En otras palabras, no se trata de un reglamento que incentive o motive al uso de plataformas como Facebook, Twitter, Youtube, Instagram, Pinterest, Flickr, Lindedin o Tumblr, sino que inhiba o regule lo que consideran puede ser delicado en términos informativos o empresariales.
Desde el artículo 1 de los “Lineamientos Generales” se establece claramente esta restricción:
“1. La información y material propiedad del Grupo son estrictamente confidenciales. Toda información que se genera o a la que se tiene acceso como parte de las labores realizadas por la subsidiaria del Grupo en la que se labore (incluyendo sin limitar noticias, contenidos audiovisuales, proyectos, negociaciones, asuntos relacionados con el desempeño de la empresa, entre otros), es confidencial y privilegiada, y es propiedad exclusiva de la Empresa, por lo que bajo ninguna circunstancia debe ser objeto de difusión a través de cuentas personales en Medios Digitales”.
De entrada, los medios digitales –horizontales, deliberativos y sin control central alguno-son vistos como amenaza, no como posibilidad de transparencia, de información o deliberación.
El segundo punto restringe toda la información del Grupo (así, siempre, en mayúsculas) “en términos de las leyes de los mercados de valores que nos aplican”. Para divulgarla o conocerla, los responsables son la Dirección de Relación con Inversionistas y la Vicepresidencia Única, a cargo de Bernardo Gómez.
El punto 3 prohíbe difundir imágenes, videos o descripción de instalaciones, equipo técnico u otros materiales o insumos de trabajo.
La Información “Periodística”
Especial relevancia tiene el punto 4, sobre “información noticiosa”, tratándose de la principal empresa que difunde información de manera masiva.
“Como excepción única a lo dispuesto en el numeral 1 anterior, la información periodística generada por el Grupo Televisa que es directamente difundida a través de los canales oficiales del Grupo en medios de comunicación y medios digitales, podrá ser reproducida por los colaboradores de las empresas subsidiarias del Grupo, únicamente por medio de la copia de la liga correspondiente (link) en la que se contenga la información de que se trate. Es decir, a través de ligas que directamente direccionen al usuario a las cuentas oficiales en medios digitales del Grupo Televisa, en las que se realiza la publicación del material periodístico en cuestión. En ningún caso se podrá anticipar información periodística mediante cuentas personales en medios digitales”.
Lógico que no se quieran “quemar” noticias exclusivas, pero resulta poco práctico y menos moderno restringir la información a la cita del vínculo oficial. La visión “empaquetada” de la información funciona en medios electrónicos, de la era analógica, no en tiempos de medios convergentes y donde la rapidez y simultaneidad le ganan a las grandes burocracias corporativas.
No queda claro en este reglamento qué se entiende por “anticipar información periodística”. Porque en este caso puede entrar desde un promocional de alguna entrevista hasta una síntesis de la misma.
La información ya no es propiedad de las empresas, aunque siga siendo una mercancía muy valiosa en el mercado comunicacional. Quizá, por esta razón, las redes ganan en velocidad –y a veces en credibilidad- a la información “propiedad del Grupo” –como creen muchos corporativos mediáticos-. El problema sigue siendo la veracidad (tanto en redes como medios impresos o electrónicos), pero eso es harina de otra reflexión.
Lo interesante es cómo persiste una lógica de “propiedad” de la información en tiempos donde Wikileaks o Snowden han demostrado que esto es una fantasía de la distopía orwelliana.
Carácter restrictivo
El punto 5 aclara que las marcas y logotipos que son propiedad del Grupo “no deben ser incluidos en el nombre, imagen del usuario o en cualquier contenido o imagen” que se incluya en cuentas personales. Subraya que éstas “no podrán contener marcas o logotipos propiedad del Grupo”.
El punto 6 del decálogo sobre “comentarios y aseveraciones” es otro ejemplo del carácter restrictivo y no proactivo del “manual”: “Todas las publicaciones que se hacen en cuentas personales en medios digitales se considerarán opiniones personales de quien las realiza; no debe existir en ellas ningún elemento que las haga parecer posturas de la Empresa”.
Cuidado, por ejemplo, con vincular una crítica a Lucero, la actriz más cotizada de la empresa, a las iniciativas del Grupo como Teletón, La Voz México u otros productos donde ella ha aparecido. Quizá por este punto, la soledad de los colaboradores de la Empresa es mayor. Nadie los defenderá frente a un escándalo.
El punto 7 prohíbe dirimir “conflictos relacionados con su actividad profesional ni para divulgar actividades y asuntos internos del Grupo” en las cuentas personales.
¿Cómo se considerará, por ejemplo, un bloqueo de la CNTE a Televisa? ¿Un asunto interno que no puede ser comentado en las cuentas personales? O, por ejemplo, el caso del comediante Héctor Suárez, quien reprochó mal trato y censura de la empresa. ¿Ningún colaborador o trabajador de Televisa puede expresar su apoyo o su solidaridad?
El único punto proactivo es el 8 sobre “formas de expresión”:
“El uso que los colaboradores del Grupo hagan de sus cuentas personales en Medios Digitales, deberá mantenerse dentro de un marco de libertad de expresión y respeto a los derechos fundamentales de las personas. Deben evitarse expresiones, lenguaje o contenidos difamatorios, discriminatorios, ofensivos, engañosos o que puedan ser violatorios de la ley”.
¿Cuál ley? No está claro, pero, por si alguna duda, se deja en términos genéricos.
El punto 9 señala que los colaboradores del Grupo “deberán evitar” asociaciones “con usuarios o grupos que fomenten o representen algún modo de discriminación, intolerancia, terrorismo o violencia”.
No es muy claro qué entienden por “asociaciones”. ¿Darle un Retuit o un Like o divulgar un video, por ejemplo, de Anonymous, como se considerará?
Y el punto 10 del decálogo subraya que el uso de los medios digitales “no debe interferir con el desarrollo de actividades o ser motivo de omisiones, errores, distracciones, actitudes indolentes o cualquier otra falta que afecte el desempeño del personal de las subsidiarias del Grupo o los objetivos del mismo”.
Este es tan sólo un ejemplo de por qué Televisa no entiende ni entenderá las redes sociales, pero de que puede “ensuciarlas”, de eso no hay duda. Lo peor no son sus ridículos bots, troles y opinadores a modo. Es su incapacidad de dar la cara y enfrentar a audiencias que ya no les cree ni les tiene miedo.
Twitter: @JenaroVillamil
www.homozapping.com.mx
¿Qué es un monopolio de la opinión pública? Este concepto es distinto al monopolio económico, pero se emparenta. Televisa controla directamente el 70% de las frecuencias de tv abierta, el 70% de la publicidad en medios, el 55% de los suscriptores en televisión restringida (vía cable y satelital) y tiene una enorme influencia en la industria de la radio comercial, gracias a que los principales conductores de las estaciones con mayor audiencia también son “estrellas” de la empresa de los Azcárraga.
Indirectamente, Televisa ya controla la agenda y los contenidos de TV Azteca, su presunto competidor. Decimos indirectamente, porque la empresa de Salinas Pliego no es una filial de Televisa, pero sí su socio principal en una aventura que alteró más el panorama de los medios: la fusión de ambas televisoras en la empresa de telefonía móvil Iusacell.
La fusión de intereses de Televisa y de TV Azteca impacta también en la prensa. Las dos compañías tienen a varios de los principales columnistas políticos y comentaristas de telecomunicaciones o económicos en sus espacios de pantalla.
Salinas Pliego convirtió el Canal 40 en un medio para “cooptar” a aquellos periodistas que fueron críticos durante el episodio del Chiquihuitazo. Aprendieron que podían ofrecerles un buen salario y un buen espacio en pantalla y así incidir en sus espacios en periodismo impreso.
Esa mecánica la copió Televisa a través de ForoTV. Por eso no es casual que en varios periódicos, tanto los comentaristas de Televisa como de TV Azteca practiquen lo que se ha dado en llamar el “nado sincronizado”: es decir, opinan lo mismo, critican igual a los detractores del monopolio televisivo y ofrecen sus servicios de “paqueteo” de promoción a gobernadores y funcionarios federales.
Cuando se trata de defender sus intereses mutuos opera el monopolio de la opinión pública. Ahora lo estamos observando: en vísperas de la reforma secundaria de telecomunicaciones acusan a sus competidores, a sus críticos o a quienes no sigan su “línea” de estar empleados por Carlos Slim, el magnate de Telmex-Telcel, tan monopólico como Televisa, pero sin el control de la opinión pública como la empresa de Azcárraga.
La razón de esta “debilidad” de Slim es muy simple: no tiene el control de la pantalla de un medio masivo. El negocio de Slim siempre ha sido la especulación financiera y la protección política de sus intereses, pero está muy lejos de dictar “línea” como hacen los ejecutivos de Televisa y TV Azteca a sus plumas rentadas.
Las redes sociales se salen de este esquema de control e inducción de la opinión pública. Por eso Twitter, Youtube, Facebook y cientos de blogs, por mencionar a los principales medios interactivos, son críticos de Televisa y, en menor medida, de TV Azteca.
Son los únicos espacios realmente deliberativos, horizontales e interactivos que no pueden controlar de manera vertical, pero pretenden cambiar esta ecuación.
Van por las redes sociales no de una forma abierta y clara, sino a través de las tácticas de “guerra sucia” propias de estos medios virtuales: crear cuentas falsas para atacar, insultar, denostar a sus críticos. No les interesa discutir ni informar. Lo suyo no es dar la cara. Es ensuciar, perseguir y revertir una percepción difícil de cambiar a estas alturas.
Ni Televisa ni TV Azteca entienden ni entenderán la dinámica de las redes sociales porque ellos están acostumbrados a lo que tanto dinero les ha dado: el control de la opinión pública y la venta de espacios de información y entretenimiento a través de los medios electrónicos.
Las redes sociales no son un gran negocio en este sentido, pero sí muy dinámicas para ganarles a sus gestores de (des)información.
La manera más clara de ver por qué Televisa no puede con las redes sociales es su propio “Reglamento para el Uso de Cuentas Personales en Medios Digitales”, un documento que circuló desde finales del año pasado entre sus trabajadores, mandos medios y altos, conductores y “figuras públicas”.
Es un documento breve, de seis páginas, cuyo objetivo es evitar “la divulgación de la información propiedad de la empresa “de forma indebida y propiciando el buen uso de los medios digitales por parte de todos los colaboradores”.
En otras palabras, no se trata de un reglamento que incentive o motive al uso de plataformas como Facebook, Twitter, Youtube, Instagram, Pinterest, Flickr, Lindedin o Tumblr, sino que inhiba o regule lo que consideran puede ser delicado en términos informativos o empresariales.
Desde el artículo 1 de los “Lineamientos Generales” se establece claramente esta restricción:
“1. La información y material propiedad del Grupo son estrictamente confidenciales. Toda información que se genera o a la que se tiene acceso como parte de las labores realizadas por la subsidiaria del Grupo en la que se labore (incluyendo sin limitar noticias, contenidos audiovisuales, proyectos, negociaciones, asuntos relacionados con el desempeño de la empresa, entre otros), es confidencial y privilegiada, y es propiedad exclusiva de la Empresa, por lo que bajo ninguna circunstancia debe ser objeto de difusión a través de cuentas personales en Medios Digitales”.
De entrada, los medios digitales –horizontales, deliberativos y sin control central alguno-son vistos como amenaza, no como posibilidad de transparencia, de información o deliberación.
El segundo punto restringe toda la información del Grupo (así, siempre, en mayúsculas) “en términos de las leyes de los mercados de valores que nos aplican”. Para divulgarla o conocerla, los responsables son la Dirección de Relación con Inversionistas y la Vicepresidencia Única, a cargo de Bernardo Gómez.
El punto 3 prohíbe difundir imágenes, videos o descripción de instalaciones, equipo técnico u otros materiales o insumos de trabajo.
La Información “Periodística”
Especial relevancia tiene el punto 4, sobre “información noticiosa”, tratándose de la principal empresa que difunde información de manera masiva.
“Como excepción única a lo dispuesto en el numeral 1 anterior, la información periodística generada por el Grupo Televisa que es directamente difundida a través de los canales oficiales del Grupo en medios de comunicación y medios digitales, podrá ser reproducida por los colaboradores de las empresas subsidiarias del Grupo, únicamente por medio de la copia de la liga correspondiente (link) en la que se contenga la información de que se trate. Es decir, a través de ligas que directamente direccionen al usuario a las cuentas oficiales en medios digitales del Grupo Televisa, en las que se realiza la publicación del material periodístico en cuestión. En ningún caso se podrá anticipar información periodística mediante cuentas personales en medios digitales”.
Lógico que no se quieran “quemar” noticias exclusivas, pero resulta poco práctico y menos moderno restringir la información a la cita del vínculo oficial. La visión “empaquetada” de la información funciona en medios electrónicos, de la era analógica, no en tiempos de medios convergentes y donde la rapidez y simultaneidad le ganan a las grandes burocracias corporativas.
No queda claro en este reglamento qué se entiende por “anticipar información periodística”. Porque en este caso puede entrar desde un promocional de alguna entrevista hasta una síntesis de la misma.
La información ya no es propiedad de las empresas, aunque siga siendo una mercancía muy valiosa en el mercado comunicacional. Quizá, por esta razón, las redes ganan en velocidad –y a veces en credibilidad- a la información “propiedad del Grupo” –como creen muchos corporativos mediáticos-. El problema sigue siendo la veracidad (tanto en redes como medios impresos o electrónicos), pero eso es harina de otra reflexión.
Lo interesante es cómo persiste una lógica de “propiedad” de la información en tiempos donde Wikileaks o Snowden han demostrado que esto es una fantasía de la distopía orwelliana.
Carácter restrictivo
El punto 5 aclara que las marcas y logotipos que son propiedad del Grupo “no deben ser incluidos en el nombre, imagen del usuario o en cualquier contenido o imagen” que se incluya en cuentas personales. Subraya que éstas “no podrán contener marcas o logotipos propiedad del Grupo”.
El punto 6 del decálogo sobre “comentarios y aseveraciones” es otro ejemplo del carácter restrictivo y no proactivo del “manual”: “Todas las publicaciones que se hacen en cuentas personales en medios digitales se considerarán opiniones personales de quien las realiza; no debe existir en ellas ningún elemento que las haga parecer posturas de la Empresa”.
Cuidado, por ejemplo, con vincular una crítica a Lucero, la actriz más cotizada de la empresa, a las iniciativas del Grupo como Teletón, La Voz México u otros productos donde ella ha aparecido. Quizá por este punto, la soledad de los colaboradores de la Empresa es mayor. Nadie los defenderá frente a un escándalo.
El punto 7 prohíbe dirimir “conflictos relacionados con su actividad profesional ni para divulgar actividades y asuntos internos del Grupo” en las cuentas personales.
¿Cómo se considerará, por ejemplo, un bloqueo de la CNTE a Televisa? ¿Un asunto interno que no puede ser comentado en las cuentas personales? O, por ejemplo, el caso del comediante Héctor Suárez, quien reprochó mal trato y censura de la empresa. ¿Ningún colaborador o trabajador de Televisa puede expresar su apoyo o su solidaridad?
El único punto proactivo es el 8 sobre “formas de expresión”:
“El uso que los colaboradores del Grupo hagan de sus cuentas personales en Medios Digitales, deberá mantenerse dentro de un marco de libertad de expresión y respeto a los derechos fundamentales de las personas. Deben evitarse expresiones, lenguaje o contenidos difamatorios, discriminatorios, ofensivos, engañosos o que puedan ser violatorios de la ley”.
¿Cuál ley? No está claro, pero, por si alguna duda, se deja en términos genéricos.
El punto 9 señala que los colaboradores del Grupo “deberán evitar” asociaciones “con usuarios o grupos que fomenten o representen algún modo de discriminación, intolerancia, terrorismo o violencia”.
No es muy claro qué entienden por “asociaciones”. ¿Darle un Retuit o un Like o divulgar un video, por ejemplo, de Anonymous, como se considerará?
Y el punto 10 del decálogo subraya que el uso de los medios digitales “no debe interferir con el desarrollo de actividades o ser motivo de omisiones, errores, distracciones, actitudes indolentes o cualquier otra falta que afecte el desempeño del personal de las subsidiarias del Grupo o los objetivos del mismo”.
Este es tan sólo un ejemplo de por qué Televisa no entiende ni entenderá las redes sociales, pero de que puede “ensuciarlas”, de eso no hay duda. Lo peor no son sus ridículos bots, troles y opinadores a modo. Es su incapacidad de dar la cara y enfrentar a audiencias que ya no les cree ni les tiene miedo.
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