sábado, 15 de febrero de 2014

"Quería vivir sola, tener tiempo para leer o llorar sin darle cuentas a nadie"

 

Fri, 14 Feb 2014 08:19
Melissa y Elías
Tras dos años de relación amorosa, Melissa tuvo que elegir entre dos opciones que por varios días no la dejaban dormir. Había decidido dejar la casa de sus padres y su compañero, Elías, era insistente en que se mudaran juntos; pero al mismo tiempo quería vivir la experiencia de independizarse, rentar un departamento y demostrarse a sí misma que podía lograrlo.
Elías, quien ya llevaba varios años viviendo solo, estaba empeñado en convencerla de vivir con él. “A mí no me desagradaba la idea. En ese tiempo –hace más de tres años— la relación era intensa, viajábamos juntos, íbamos a conciertos, mis amigos se hicieron sus amigos y viceversa, el cine y la música eran nuestros mejores pasatiempos, había mucha complicidad. Aunque no sé, yo no estaba del todo convencida.
“Quería vivir sola, en mi propio depa, tener tiempo para leer, caminar por la ciudad, visitar, no siempre acompañada, a mis amigos, encerrarme en casa cuando tuviera ganas de así hacerlo, deprimirme incluso y llorar toda una tarde sin tener que dar cuentas a nadie. Pero me daba pena decirle esto, pensaba que no lo entendería, que se podría ofender o sentirse decepcionado. No quería poner en riesgo nuestra relación”.
Tras mucho analizarlo, Melissa –hoy de 34 años de edad— finalmente se decidió: le diría la verdad a Elías, viviría sola por un periodo y si él se inclinaba por terminar el noviazgo o sentirse rechazado, era un mensaje de que esa relación no tenía la empatía tan presumida por ambos.
“Me llevé una gran sorpresa, me dio todo el apoyo y me motivo a no esperar más para salirme de casa de mis padres. Él también se sentía presionado, aceptó que me había propuesto vivir juntos por la 'presión social' que lo considera 'correcto'. Al final tampoco lo tenía tan claro”.
Los años le han demostrado que tomaron la mejor decisión. Están por cumplir seis años de una relación estable y formal, pero cada uno en su casa. “Pasamos mucho tiempo juntos y otros grandes periodos solos. A veces nos vamos de vacaciones en pareja, en otras ocasiones uno con sus amigos y el otro con los suyos. A mí en lo particular me gusta estar sola por largos periodos, incluso voy al cine o al teatro sola. Hemos aprendido a respetar nuestros espacios, incluso cuando él se queda el mi departamento o yo en el suyo.
“Cuando salimos juntos con los familiares o amigos de alguno de los dos no tenemos problema en que uno se retire del lugar antes que el otro. No veo el por qué si tú no tienes ganas de estar en una fiesta, por ejemplo, te tengas que esperar hasta que tu pareja se quiera retirar. Quizás él o ella se la están pasando muy bien y tú simplemente ya no quieres estar ahí ya sea por cansancio, porque te aburriste, porque te sentiste incómodo o porque necesitas llegar a casa. Si ya no deseas estar en ese lugar, retírate y deja que tu compañero o compañera se quede. No hay razón para sentirse culpable por irse ni para que el otro lo tome a mal. Se trata de acuerdos y de la estabilidad tanto individual como de pareja. Tengo muchos conocidos que hacen lo contrario: se quedan a disgusto o se empeñan por convencer a su pareja de salirse de la fiesta, e invariablemente esa actitud trae problemas.”
No han faltado los intentos de conocidos por convencerlos de lo contrario. “Algunas amigas me dicen que de seguro él un día se irá, que este tipo de relación es muy cómoda para un hombre porque no implica compromiso. Siempre defiendo mi forma de pensar, argumento las ventajas y desventajas de este estilo de vida. Les digo que el compromiso y la confianza es igual o mayor, pero no escuchan. La verdad es que seguimos en una sociedad muy conservadora que no acepta formas distintas a las tradicionales”.
Pese a ello, la publicista y el arquitecto (seis años mayor), tienen varios proyectos en común. Uno de los más importantes es tener un hijo. “Lo hemos intentado, pero aún no se da. Lo que tenemos claro es que probaremos formar una familia, pero con casas separadas. A lo mejor nos mudemos a la misma colonia, no lo sé, pero la idea es mantener así la relación. Pero tampoco nos cerramos a la idea de poder vivir juntos, eso sólo el tiempo lo dirá”
Felipe y Eva
Felipe es un microempresario de 55 años. Estuvo casado por casi 15 años y tiene dos hijas, ambas estudian en la universidad. Su actual pareja, Eva, de 58 años, es profesora universitaria y también es divorciada y su hijo estudia un posgrado en el extranjero. Se conocieron en un bar, durante el festejo de un amigo de ella. Él acompañaba a su primo, también amigo del festejado.
Tiempo después se buscaron y comenzaron a tener citas cotidianas. Para los era muy difícil pues sus relaciones anteriores no habían quedado en los mejores términos. “La relación se fue construyendo poco a poco, pero teníamos clara una cosa, no volveríamos a vivir con alguien” asegura él.
Comenzaron cuando sus hijos eran menores de edad y casi siempre trataban de reunirse todos para que los chicos aceptaran a su nueva familia. “No fue sencillo, y menos viviendo cada uno en su casa. Se llegaban a desconcertar, hacían muchas preguntas, como cualquier joven inquieto, pero aprendimos que hablar con la verdad siempre lleva a buen puerto. No les ocultamos nada y hoy los tres ya son unos jóvenes que buscan cada uno su futuro”, señala Eva con cierto alivio.
Agrega que vivir separados ha enriquecido la confianza y la “chispa” entre ambos. “Nos seguimos seduciendo y en nuestro caso ha funcionado, somos como dos jóvenes novios. No sé si las parejas que tienen muchos años compartiendo espacios y hogares puedan hacerlo, no podemos generalizar. Lo que te puedo decir es que tengo la mayoría de mis amistades y colegas se han divorciado, están por hacerlo y si no lo hacen se sienten hartos y frustrados. Felicito a todos aquellos que han logrado mantenerse por años con una misma pareja viviendo bajo el mismo techo porque no es sencillo”.

No hay comentarios: