Gustavo Leal F.*
Aunque la rentabilidad del ahorro para el retiro de los trabajadores mexicanos cayó estrepitosamente (14 mil 600 millones en abril de 2008), la Consar y las Afore pretenden lograr que sus aportaciones –cuotas obligatorias– se sigan incrementando.
Moisés Schwartz, presidente de la Consar, observó que es “indispensable que se incrementen las aportaciones que hacen los que cotizan en el IMSS, porque de otra forma terminarán con una pensión menor a la que tendrán los afiliados al ISSSTE”. Y luego su vocera, Vanesa Rubio, agregó que “no hay vuelta de hoja, son matemáticas. Si cotizas 6.5 no hay manera de que tu pensión pueda ser como la de los suecos”.
Pero justo en el mismo sentido ya se habían manifestado, primero Francisco González (agosto de 2006), entonces presidente de la Amafore, y luego Eduardo Silva, su presidente en turno, así como Oscar Schmidt, vicepresidente para América Latina de Metlife, para quien “el gran pendiente del país es subir la tasa de aportación obligatoria a por lo menos 10 por ciento. Claro que se tiene que determinar quién asume este incremento, pues de ser las empresas, perderían competitividad, el gobierno enfrentaría un deterioro en las cuentas fiscales y el empleado perdería poder adquisitivo”. Días después, William Toppeta, presidente internacional de Metlife, reconoció que México es un “mercado clave”, en donde el crecimiento futuro estará impulsado “principalmente por oportunidades de jubilación y ahorro”.
Opinan de la misma manera Federico Cervantes Denis, director de consultoría en inversiones de Watson Wyatt México; Pamela Cox, vicepresidenta para América Latina y el Caribe del Banco Mundial, así como David Tuesta y Adolfo Albo –economista en jefe de sistemas de pensiones de BBVA y economista en jefe para México del mismo banco–, para quienes es preciso “incrementar aportaciones en el esquema de contribución definida del IMSS”, si se tratara de “impulsar el sistema de pensiones”.
Sólo Lorenza Martínez, entonces titular de la Unidad de Seguros, Pensiones y Seguridad Social de Hacienda, descalifica el incremento de las contribuciones obligatorias, “porque si bien podrían ayudar a elevar las tasas de remplazo, por otro lado podrían incentivar la informalidad”.
Por tanto, no sorprende que frente a la iniciativa de una comisión única de rendimiento, el propio presidente de la Consar, Moisés Schwartz, se apresurara a descalificarla con un curioso argumento: “las Afore son un negocio y lo que buscan es obtener utilidades y rendimientos”. Una comisión sobre rendimiento, agregó, “no sería viable ni factible por un sinnúmero de razones. Costa Rica es el único país que cobra por rendimiento y los resultados no son óptimos”.
Y ello, mientras los ahorros de los trabajadores siguen cayendo y Calderón se empeña en imponer –después de ISSSTE, IMSS, CFE, entidades federativas y universidades públicas– ahora las cuentas individuales a los trabajadores de Pemex, Telmex y STUNAM, entre otros.
Por algo en su segundo Informe –después de establecer que el ahorro acumulado para el retiro sumó, a junio de 2008, un billón 382 mil millones de pesos (11.2 por ciento del PIB)– presume que la “reforma” del ISSSTE “permitirá dar sustentabilidad financiera al sistema de pensiones del instituto y permite alcanzar ahorros hasta de 22 del PIB”.
Lamentablemente, como reconoció el IMEF, el costo fiscal de la “reforma” calderonista supera con mucho esos “ahorros”. Difícilmente se verán. Corrigiendo de raíz el hueco optimismo de la tecnocracia foxista (Gil Díaz) y calderonista (Carstens), la “nueva” ley ha resultado mucho más cara que la abrogada (1983) y su futuro fiscal es tan endeble que hasta las calificadoras Standard & Poor’s y Moody’s comunicaron que su presencia no mejora el perfil de la deuda mexicana.
Este es el garrafal saldo del panismo de Calderón: “ahorros del PIB” a costa de la reducción de beneficios ganados por los trabajadores (derechos adquiridos); “ahorros financieros” para un gobierno empresarialista de derecha que jamás se traducirán en pensiones “dignas”.
Aunque, eso sí: “la reforma al sistema de pensiones del ISSSTE –afirmó el secretario de Hacienda, Agustín Carstens– es un hecho fundamental que impactará positivamente en la generación del ahorro y se suma al desafío del mercado de capitales”, mientras la “reforma” Beltrones del SAR (en vigor desde el 15 de marzo de 2008) generara un auge de traspasos: casi medio millón en el mes de abril.
Como dice Moisés Schwartz desde la Consar: “el incremento de tasas a largo plazo genera minusvalías en algunas Afore. No es agradable perder, pero si lo vemos a 20 años nadie se va a acordar de esto. Es más, ni en uno ni en dos años se recordará”. ¿Nadie se va a acordar?
Pero transcurridos esos 20 años estipulados por Schwartz, los panistas, hoy responsables con Calderón –como antes los de Fox–, ya habrán abandonado la administración pública. ¿Quién dará, entonces, la cara? ¿El PRI “socialdemócrata” de Beltrones, Gamboa y Samuel Aguilar que impuso en 2007 –pisoteando sus principios– la “nueva” Ley del ISSSTE? ¿Los tecnócratas hacendarios José Antonio González Anaya y su sucesora Lorenza Martínez? ¿El subgobernador del Banco de México Everardo Elizondo? ¿Fernando Solís Soberón y Gabriel Budebo, ex titulares de la Consar? ¿La Amafore? ¿Ernesto Zedillo, Genaro Borrego y Gabriel Martínez, responsables de la “reforma” del IMSS de 1995?
Afortunadamente, el debate sobre el destino de la salud y la seguridad social de los mexicanos está más que en marcha.
* Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco.
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