Javier Aranda Luna
Si la novela ha perdido en general vida, capacidad de sorpresa, novedad en lo que cuenta por los contratos forzados y la mercadotecnia, han surgido en los años recientes otros libros con menos género y circo y más literatura, si la literatura fija la vida y la prolonga.
Curiosamente esos otros textos más que contarnos historias ficticias nos cuentan el cuento de lo real, las novedades de la vida, la novela de los días. Sus personajes de carne y hueso tienen historias verdaderas. La novedad de escritores como Kapuscinski es que han logrado mostrarnos las cosas de todos los días como no las habíamos visto.
Pero no sólo grandes crónicas y reportajes me han sorprendido más que muchas novelas en los años recientes. Cada vez me sorprenden más los ensayos científicos sobre los otros mundos que coexisten con el nuestro o aquellos que tratan de explicarnos la curvatura del universo.
El río es uno de estos últimos libros: un grueso volumen de etnobiología que se deja leer mejor que no escasas novelas. Su autor, Wade Davis, es un reputado etnobiólogo canadiense-irlandés que ha pasado buena parte de su vida clasificando plantas selváticas y descifrando los códigos biológicos de los venenos. Aunque el río al que se refiere el título del libro es el Amazonas (el Nilo americano por su torrente de mitos que lo acompañan), es un estupendo retrato de nuestros indios, incluso de los que habitan más allá de la Amazonia, como los del mítico Huautla de María Sabina.
Es una fortuna que Davis no sólo fuera atrapado por la pasión botánica, sino también por el gusto de la escritura. Decidió que sus informes académicos podrían tener un mejor uso con buena prosa y lo logró.
El río es una bitácora de viaje atravesado por esas dos pasiones a las que aludí líneas arriba. También es un homenaje doble: a los indios de América y a su amigo Timothy Plowman y a su maestro Richard Evans Schultes, ambos botánicos. Los viajes del maestro y el alumno se entrecruzan en las cambiantes aguas del Amazonas aunque los separen varias décadas.
Los hongos alucinógenos de María Sabina, descubierta al mundo por el banquero Gordon Wasson de JP Morgan, quien el 13 de mayo de 1957 dio a conocer sus hallazgos en la revista Life con un texto titulado “En busca de los hongos mágicos”, forman parte del libro. También las investigaciones del propio Davis sobre el uso de la cocaína como complemento de calcio y como hierba para aminorar el dolor entre los indios y cómo, en el transcurso de los años, pasó de ser un tónico recomendado por doctores, jefes de Estado e incluso un Papa –cuyo nombre me reservo para que sus seguidores se acerquen al libro de Davis–, al flagelo que combaten gobiernos como el nuestro.
Pero este libro es más que un mero catálogo de plantas y sustancias. Es un acercamiento a la vida común de los grupos tribales que, al parecer, aún tienen mucho que enseñarnos. Un acercamiento que muestra por igual sus formas de organización, la marginación que los lacera y aún proyecta el exterminio al que están condenados.
El río nos acerca a la vida sencilla que hemos olvidado en aras de un progreso mal entendido y cuyo estandarte es la omnipresente bolsa de plástico. Vida que aún conserva valores que estamos redescubriendo como el cuidado del medio ambiente. El río circula en México coeditado por el Fondo de Cultura Económica de Colombia y El Áncora Editores.
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