JESUSA CERVANTES
El voto nulo “fue un éxito”, exclamó Sergio Aguayo, analista que abraza la campaña que llamó a expresar así el descontento ciudadano con todos los partidos políticos. Y es que la controvertida propuesta, pese a las severas descalificaciones que recibió, no sólo rebasó el pronóstico de sus propios promotores, sino que obtuvo más respaldo que la mitad de los partidos que compitieron en las elecciones intermedias de este domingo.
Las implicaciones de esta nueva expresión serán definidas por sus promotores y adherentes el 18 de julio próximo en la ciudad de Guadalajara para hacerla llegar a la Cámara de Diputados en septiembre próximo, aunque Aguayo adelanta que, de arranque, su agenda plantea fijar mecanismos para la participación ciudadana, reducir el número de partidos con registro y permitir las candidaturas independientes.
La pregunta ahora, considera Sergio Aguayo, es cómo va a reaccionar la clase política frente a este conglomerado de ciudadanos inconformes.
El reto para los anulistas, dice, es que les alcance para construir un movimiento nacional para reformar la ley electoral y que impacte en la forma en que se conduzca la elección presidencial en 2012.
Aguayo no especula en el vacío. El voto nulo superó al PT, Convergencia, Nueva Alianza y PSD, y no quedó tan lejos del PVEM. El PRD apenas atrajo poco más del doble de sufragios. Además, la elevada participación del voto nulo tiene una gran reserva de potenciales adherentes entre los abstencionistas, que en estas elecciones se acercaron a la cifra de 2003.
“Es evidente que tenemos una democracia de pésima calidad en la cual los poderes fácticos tienen más capacidad de representación que la ciudadana, lo que permite que partidos como el PVEM tengan ‘éxito’ mediante una campaña de mentiras tolerada por la autoridad electoral”, dice Aguayo.
“La cantidad de reformas que se tienen que hacer son muchas y, si queremos que la democracia funcione, este incipiente movimiento ciudadano debe cohesionarse y armar una agenda viable. La tarea es muy clara y al mismo tiempo muy compleja. Se trata de refundar la democracia sobre bases que tomen en cuenta los intereses de las mayorías y no sólo de los partidos y los poderes fácticos”, subraya.
Proceso07/07/2009
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