Iván Restrepo
El jueves y viernes pasados se realizó en la ciudad de México un foro en el que se abordaron los problemas que distinguen al territorio zoque en los Chimalapas. De igual forma, la manera de resolverlos partiendo de la necesidad de conservar la integridad de sus recursos naturales y de garantizar la calidad de vida de quienes allí viven desde tiempo lejano. Situado en el corazón del istmo de Tehuantepec, en el oriente del estado de Oaxaca, los Chimalapas es la porción del país que reúne la mayor biodiversidad. Es de tal magnitud que figura también en sitio preferente en Mesoamérica. Propiedad y asiento de comunidades con una herencia cultural muy importante (el pueblo zoque chimalapa, descendiente de la cultura olmeca) la región todavía cuenta con la mayor extensión de selvas húmedas y bosques mesófilos bien conservados de México. En buen estado se hallan también las porciones de bosques templados y selvas bajas.
En ese enorme pulmón verde existe una avifauna muy diversa. Baste citar el caso de las aves. Las especies colectadas y/o observadas suman casi 500, lo cual representa 44 por ciento de todas las aves conocidas en el país. Sobresaliente lo es en paralelo la riqueza botánica, de tal magnitud que está lejos de lograr clasificar toda la variedad de plantas que allí se encuentran y mucho más lejos descubrir la utilidad que tiene para la medicina, la industria, la ciencia en general. En el mismo sentido, debe hablarse de la colosal variedad de anfibios, reptiles y mamíferos.
Por todo lo anterior y por otros muchos otros motivos, los Chimalapas es una reión clave para entender la evolución de muchas plantas y animales. Por eso despiertan tanta indignación las acciones provenientes del poder público para destruir una riqueza animal y vegetal que es patrimonio de la humanidad. Por eso igualmente la urgencia de apoyar la lucha de muchos grupos sociales para evitar su destrucción y, por el contrario, lograr que siga prestando los servicios ambientales y otros no menos fundamentales que hoy distinguen a los Chimalapas local e internacionalmente.
En esa tarea conservacionista han unido todas sus energías las dos comunidades agrarias que allí existen: Santa María y San Miguel, que en conjunto poseen casi 600 mil hectáreas. La defensa de su territorio comunal y de los recursos naturales que encierra ha adquirido los últimos 50 años destacada relevancia porque precisamente es cuando se registra la mayor invasión territorial y depredación de recursos por talamontes y ganaderos provenientes principalmente de Chiapas, la entidad vecina, en su ya viejo intento de segregar la porción oriente del territorio zoque. Con el agravante de contar para ello con la complacencia y el apoyo del gobierno chiapaneco y el respaldo de varias instancias federales. Respaldo más grave aún cuando suele presumirse en foros locales e internacionales de estar a favor de la conservación de los recursos naturales y de políticas sociales y económicas dirigidas a elevar la calidad de vida de la población indígena. Por si fuera poco, mientras las comunidades agrarias no reciben los recursos necesarios para cuidar las selvas y los bosques se dan en cambio con amplitud para expandir la ganadería extensiva y la agricultura de temporal en áreas ocupadas con selvas y bosques de una enorme riqueza biológica. En esa errónea política agropecuaria y forestal coinciden tanto los gobiernos del PRI como los del PAN.
Además de llamar la atención sobre lo que sucede en los Chimalapas, el foro de la semana anterior transcurrió en momentos en que el gobierno chiapaneco sigue alentando la invasión territorial de las tierras comunales con todo lo que ello significa en términos humanos y de la naturaleza. La lucha por conservar los Chimalapas y la herencia cultural que allí tiene su asiento suma cada vez más aliados entre la opinión pública nacional e internacional. La defensa de la diversidad biológica y los grupos indígenas es ya asunto de todos y traspasa fronteras debido a la globalización. Por eso hay que responder afirmativamente a este nuevo llamado a defender la integridad de esa porción del territorio mexicano.
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