Marcelino Duéñez
05 agosto 2012
Declaró que al momento del accidente se encontraban a 5 kilómetros de profundidad, en el área más remota de la excavación
Coahuila.- “Cuando me dieron el lonche me senté en la cama y me estaba quedando dormido. Me dijo mi esposa: ‘No quieres ir a trabajar verdad’. Le digo: ‘Na, ya me voy’. Y me fui”. Así empezó el día que le cambiaría la vida a “El Camarón”, el único que sobrevivió a la tragedia minera más reciente.
José Armando Robles Piña, alias “El Camarón”, tiene dos de sus 22 años trabajando como minero; con esto mantiene a su hija de cuatro años y a su esposa.
Declaró que al momento del accidente se encontraban a 5 kilómetros de profundidad, en el área más remota de la excavación.
Él iba a colocar un “pilote” debajo de la máquina con la que estaban cortando, porque estaba desnivelada, pero no lo hizo porque estaban descargando material.
En cuanto le dio la espalda a sus compañeros, una ola de tierra lo derribó, las luces se apagaron para él, en lo único que pensaba era en salir.
“Sentí un aire fuerte, saltó todo, se vino la tierra sobre mí, me tapó, pero yo como pude, arañando el piso salí. Cuando quise pararme, se vino como otra ola, se sintieron dos golpes, pero el segundo me arrastró hacia adelante, no me tapó”, recordó.
A ciegas, “El Camarón” encontró el cable que guía los vagones y logró salir gateando; supo que estaba a salvo gracias a las luces de sus compañeros que venían al auxilio.
Pensando en sus colegas de cuadrilla, les pidió a los rescatistas que lo dejaran y se enfocaran en ayudar a los que quedaron enterrados, pero ninguno sobrevivió.
Ayuda divina
Ayer, con sentimientos de culpa y agradecimiento luchando en su interior, buscó ayuda divina.
“Él platica que ante la tragedia, lo único que vio fue una luz muy brillante, que lo guió por dónde salir, obviamente se sintió de alguna manera impotente por (no poder) ayudar a sus compañeros”, platicó el párroco Teodoro Durán Ramírez, quien ayudó al minero en su lucha interna.
El padre, encargado de la parroquia de Guadalupe, mandó llamar al doctor José Arturo Valadez Moyeda, porque a pesar de la atención médica que recibió el día del accidente, sus dolores no cesaban.
“Tiene policontusiones múltiples y algunas laceraciones en brazo y región costal derecha, pero son lesiones que tardan en sanar 15 días, está apto para seguir las labores”, comentó el galeno, luego de que vendara el brazo del lesionado.
Antes de regresar a casa, Robles Piña le dejó una vela a la Virgen de Guadalupe.
Ya ha intentado trabajar en otras cosas, pero sabe que únicamente con el trabajo que pone en riesgo su vida todos los días puede mantener a su familia.
Desesperación
Sentí un aire fuerte, saltó todo, se vino la tierra sobre mí, me tapó, pero yo como pude, arañando el piso salí. Cuando quise pararme, se vino como otra ola, se sintieron dos golpes, pero el segundo me arrastró hacia adelante, no me tapó”.
José Armando Robles, “El Camarón”, sobreviviente.
Diagnóstico
Tiene policontusiones múltiples y algunas laceraciones en brazo y región costal derechos, pero son lesiones que tardan en sanar 15 días, está apto para seguir las labores”.
José Arturo Valadez Moyeda, doctor que atendió a José Armando.
Sensación
"Él platica que ante la tragedia, lo único que vio fue una luz muy brillante, que lo guió por dónde salir, obviamente se sintió de alguna manera impotente por (no poder) ayudar a sus compañeros”.
Teodoro Durán Ramírez, párroco.
Cariño
Sí, yo creo que mi hermano José Juan se ganó el cielo, todos lo respetamos y quisimos siempre”.
Beatriz Vázquez, hermana de José Juan Vázquez.
Inhumación
Ayer fue inhumado el primero de los seis mineros fallecidos, Rodolfo Vigil.
En el panteón municipal de Nueva Rosita fue sepultado Vigil, quien dejó una viuda y dos huérfanos.
Este domingo serían inhumados los otros cinco trabajadores que fallecieron en el accidente del pasado viernes.
José Juan Vázquez: Toda una vida entre los pozos de carbón
El Universal
BARROTERÁN, COAH.- El ataúd metálico, color gris, está frente al altar aquí en el templo Cristo La Roca de la iglesia Pentecostés, ubicado tan sólo a unos cuantos metros de la esquina de Múzquiz y Lerdo, donde vivía José Juan Vázquez Velásquez, de 49 años de edad. Su cuerpo ahora es velado y es despedido por sus familiares y amigos, quienes aseguran que fue un hombre increíble, incluso, “ejemplar”.
José Juan no fumaba ni tomaba, cuentan sus amigos. A los 19 años, cuando quedaron huérfanos de padre, él se metió a las minas a trabajar para mantener a los siete hermanos que quedaban, pero eso fue hasta que se casó a los 37 años.
En su matrimonio tuvo dos hijas, Lidia, de 11 años de edad, y Priscila, de ocho. Su viuda, Gloria Gerardo Balderas, asegura que fue un padre amoroso y un buen esposo, por lo que reprocha a los directivos de la empresa por no haberles avisado de la tragedia, ya que ella se tuvo enterar por la radio.
Recuerda que el viernes pasado, como todo los días, le echó su almuerzo: taquitos de tortillas de harina con papas, cebolla y chorizo. Lo despidió y le dijo, como siempre, “que Dios te bendiga”.
Con los ojos enrojecidos por las lágrimas, dice que lo que él quería era terminar de arreglar la casa de cinco cuartos, a la que le faltan algunas divisiones.
“Siempre trabajaba horas extra para sacar un poco más, a veces mil 500 por semana, íbamos a poner un abanico de agua con ductos porque aquí hace mucho calor”.
Narra que él “agarró miedo” cuando explotó la mina Pasta de Conchos, en 2006. “Me dijo que temía que le pasara algo así”.
Su hermana Beatriz comenta que él no disfrutó su juventud porque tomó el papel de su padre y sacrificó sus mejores años porque a ellos no les faltara nada. “Sí, yo creo que mi hermano José Juan se ganó el cielo, todos lo respetamos y quisimos siempre”, dice.
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