Robert Fisk
Bosra, ciudad del sur de Siria, alguna vez capital de la provincia romana de Arabia, era una parada importante en la antigua ruta de las caravanas hacia La Meca. Un magnífico teatro romano del siglo II, ruinas romanas y bizantinas, así como varias mezquitas se encuentran dentro de sus murallasFoto Sitio de Internet de la Unesco
Los invaluables tesoros de la historia siria –castillos de los cruzados, mezquitas antiguas, iglesias, mosaicos romanos, las reconocidas ciudades muertas” del norte y sus museos repletos de antigüedades han caído en manos de saqueadores y destructores que hay tanto en las filas de los opositores como del ejército mientras los combates envuelven al país. Si bien los monumentos y museos de las dos principales ciudades, Damasco y Alepo, se han salvado en su mayor parte, reportes a lo ancho y largo de Siria hablan del daño irreparable que han sufrido patrimonios sin igual en todo Medio Oriente. Incluso el magnífico castillo de Krak des Chevaliers, descrito por Lawrence de Arabia como “quizás el mejor conservado y más admirable del mundo”, y mismo que Saladino no logró conquistar, ha sido bombardeado por el ejército sirio, que dañó la capilla de los cruzados que se encuentra en su interior.
La destrucción de los tesoros históricos de Irak durante la secuela anárquica de la invasión angloestadunidense de 2003, el pillaje en el museo nacional, la quema de la biblioteca coránica, la destrucción de las antiguas ciudades sumerias, podría repetirse en Siria. Según denuncias de arqueólogos sirios y de occidentales especializados en la edad de bronce y ciudades romanas, afirman que el templo asirio fue destruido en Tell Seij Hamad; que hubo daños masivos en los muros y las torres de la ciudadela en torno al castillo Al Madiq, una las más famosas fortalezas de los cruzados en la región y que originalmente fue conquistada por Bohemundo primero de Antioquia en 1106.
Además, han sido saqueados los magníficos mosaicos romanos de Apamea, donde los ladrones usaron bulldozers para levantar completos los pisos romanos y trasladarlos a otros sitios. Increíblemente, lograron llevarse también dos gigantescos capiteles que estaban encima de los portales de la Decumanus; la principal avenida que cruzaba la ciudad romana de este a oeste.
En muchos casos, rebeldes armados han buscado santuarios tras los gruesos muros de antiguos palacios, sólo para descubrir que el ejército sirio no vacila en despedazar estos edificios históricos para destruir a sus enemigos. Encarnizadas batallas entre rebeldes y tropas sirias han ocurrido en medio de las ciudades muertas, que son cientos de poblados greco-romanos dispersos en las afueras y alrededor de Alepo, y que alguna vez fueron el corazón de la Siria antigua.
Unidades militares del gobierno han ocupado el castillo de Ibn Maan, en la ciudad romana de Palmira, y desplegado sus tanques y vehículos artillados en el Vallede las Tumbas, al oeste de la antigua ciudad. Existen reportes de que las milicias oficialistas han cavado trincheras dentro de las ruinas romanas.
“La situación actual del patrimonio histórico sirio es catastrófica”, según Joanne Farchakh, arqueóloga libanesa que también investigó la destrucción y el pillaje de los tesoros históricos de Irak a partir de 2003 y ayudó al museo de Bagdad a reclamar algunas de sus piezas robadas. “Uno de los problemas es que durante los diez años previos a la guerra el régimen sirio estableció 25 museos culturales en todo el país para fomentar el turismo y conservar objetos valiosos en dichos sitios. En muchos de ellos se colocaron monumentos de piedra en jardines exteriores, en parte para demostrar que el régimen era lo suficientemente fuerte para protegerlos. Ahora el museo de Homs ha sido saqueado, quién sabe si por rebeldes o por milicias del gobierno, y vendedores de antigüedades me dicen que los mercados de Jordania y Turquía están inundados de artefactos provenientes de Siria”, señaló la experta.
Existe, desde luego, un cuestionamiento moral en torno a nuestra preocupación por la destrucción de tesoros de la historia. Un simple sentimiento de humanidad indica que la muerte de un solo niño sirio en medio de 19 mil muertos que contabilizan como saldo de la tragedia en Siria desde luego tiene más peso que el robo y la desaparición de 3 mil años de civilización. Cierto, pero la pulverización y el hurto de ciudades históricas completas priva a millones de personas que forman las futuras generaciones del derecho que tienen de conocer la semilla de sus propias vidas. Siria siempre fue conocida como “la tierra de las civilizaciones”. Damasco y Alepo están entre las ciudades habitadas más antiguas del mundo y Siria es el lugar en que nació la sociedad agraria. El terrible conflicto que devora al país nos privará, y a nuestros descendientes, para siempre de esta narración.
Merecen enorme crédito los arqueólogos sirios que de manera anónima se han dado a la tarea de catalogar la destrucción de los sitios históricos de todo el país. El gobierno ha bombardeado poblados que existen dentro de ciudades antiguas; los opositores aparentemente se han refugiado en en una pequeña localidad civil que está construida en las maravillosas ruinas de Bosra, y que contiene uno de los teatros romanos mejor conservados del mundo, lo cual no ha impedido que edificios circundantes hayan sido destruidos. Ataques similares han acabado con los cimientos de edificios bizantinos en Al Bara, Deir Sunbel y AinLarose, en el norte de Siria.
En el monasterio de Sednaya, aparentemente fundado por el emperador Justiniano, donde los habitantes aún hablan arameo, la lengua de Jesús, granadas han dañado la sección más antigua del edificio, que data del año 574. La mezquita de Umayad, en Deraa, es una de las estrucutras de la era islámica más antiguas de Siria, construida por órdenes del califa Irmar Ibn Khattab, y también ha quedado dañada.
Sin caer en cuenta de la ironía que implica usar el término que emplea el mundo occidental para llamar a los enemigos del Estado, el doctor Bassam Jamous, nombrado por el gobierno director general de antigüedades en Siria, afirma que “terroristas” han usado como blancos edificios históricos en Damasco, Alepo, Bosra, Palmira y la ciudadela de Salah al Din (Saladino). Ésta última fue una fortaleza de los cruzados tomada por el héroe guerrero kurdo en 1188; el mismo año que recapturó Jerusalén para los musulmanes de manos de Balian Ibelin.
Hace algunos meses, las autoridades sirias reportaron el robo de una estatua dorada del siglo VIII antes de Cristo de un dios arameo, y que sigue desaparecida a pesar de que se notificó a Interpol. En ese momento se admitieron robos en museos gubernamentales en Deir ez Zor, Raqqa, Maarat al Numan y Aqlaat Jaabar. Hiba Sahel, diector sirio de museos, ha confirmado que objetos del museo de Alepo han sido transferidos a bóvedas del banco central de Damasco para resguardarlos.
El grupo Patrimonio Arqueológico de Siria en Peligro está formado por especialistas sirios que llevan una lista de la destrucción y el robo de los tesoros; en su página web ha denunciado que el primer ministro sirio, Adel Safar, escribió a sus colegas de gabinete en julio del año pasado para advertirles que “el país está amenazado por grupos criminales con armas de alta tecnología que se especializan en el robo de manuscritos y antigüedades, así como en saquear museos”. Los arqueólogos consideran que esta misiva es “muy extraña” pues parece advertir de un pillaje antes de que ocurriera, lo cual sugiere que los funcionarios del régimen pudieron haber preparado formas para ser ellos quienes robaran y vendieran de forma privada el patrimonio histórico del país, cosa que ocurrió durante el gobierno del padre del presidente, el difunto Hafez Assad.
Es así como el saqueo y la destrucción se encuentran en el orden del día de todos los bandos del conflicto, junto con los ladrones que se mueven por todos los sitios históricos cuando la seguridad de un Estado se evapora. En realidad, Siria siempre ha sufrido –y su gobierno siempre ha tolerado– una cantidad limitada de robo en sitios históricos para mejorar la economía en zonas pobres del país y enriquecer a los mafiosos del régimen. Pero lo que sucede ahora tiene dimensiones épicas y aterradoras. “En lo tocante a antiguas iglesias, casas y calles de Homs, puede olvidarlas, ya no existen”, afirmó la arqueóloga Joanne Farchakh. La especialisa en baluartes históricos familiarizada con las guerras en Líbano, Irak, el norte de Chipre y Siria, expresa con tristeza que está informada de que ladrones han cavado hoyos, de varios metros de diámetro, en zonas que albergan construcciones del segundo milenio antes de Cristo para desenterrar tesoros prehistóricos.
Mucha de esta destrucción ocurre no sólo en el mundo de la Roma antigua, de las Cruzadas y de la conquista y renacimiento musulmanes, sino en la tierra de los “terroristas” originales, de los asesinos cuyos sangrientos ataques contra toda autoridad se llevaron a cabo hace miles de años por órdenes de “el viejo de las montañas”. El mismo hombre que sitió el castillo de Al Madiq, que fue bombardeado por el ejército sirio en un hecho que quedó plasmado y puede adquirirse grabado en cinta de video.
© The Independent
Traducción: Gabriela Fonseca
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