miércoles, 8 de agosto de 2012

De sionistas y judíos

José Steinsleger

¿Por qué el presidente Barack Obama (protestante), el candidato republicano Mitt Romney (mormón), la familia de los Bush (cristianos renacidos”), la reina de Inglaterra (anglicana), los reyezuelos de la península arábiga (sunitas), los políticos creyentes y ateos de la Unión Europea, o un fantoche de la política, como el venezolano Henrique Capriles Radonsky (católico), cierran filas con los terroristas del enclave neocolonial llamado Israel?

¿Qué los une? ¿El mito de que sólo ellos portan los valores de la libertad y la democracia? ¿La equívoca idea de que Israel es un “Estado judío” y, así como Hitler decidió que el “buen alemán” era el “buen nazi”, el “buen judío” sería el “buen sionista”?

Con esa lógica, cualquier gobierno podría promulgar una ley dictando mañosamente que el buen católico es fascista, el buen luterano nazi, el buen islámico integrista y el buen protestante imperialista.

En octubre de 2010, cuando el gabinete israelí aprobó un proyecto de ley que exige a los candidatos a la ciudadanía un juramento de lealtad a Israel como “Estado judío y democrático”, el diputado Jamal Zahalka, del Partido Balad, declaró: “En ningún lugar del mundo existe una exigencia de juramento de lealtad a la ideología del Estado como condición para obtener la ciudadania”.

Creado en 1996, el Balad cuenta con representación en el Parlamento (Knesset) y fue fundado por Azmi Bichara, candidato árabe-israelí a primer ministro en 1999. Los objetivos del Balad son: 1) transformar a Israel en un país con igualdad de oportunidades para todos sus ciudadanos; 2) promover la convivencia entre árabes y judíos; 3) retirar a Israel de todos los territorios en disputa (NR, o sea, ocupados), y 4) crear un Estado palestino.

De ser islámico, el régimen sionista vería a Bichara con un ojo cerrado. Y de ser judío, diría que se “odia a sí mismo”. Pero como es cristiano y de formación marxista (a más de tener clara la diferencia entre política y religión), los servicios de seguridad le inventaron cargos de “traición y espionaje” y Bichara se vio obligado a emprender el camino del exilio.

La dolosa manipulación de ambas identidades (la una política, la otra religiosa) fue el rasgo distintivo del primer encuentro celebrado fuera de Israel en 15 años por la Organización Sionista Mundial (OSM o Hahsamá) y la Junta de Gobernadores (Jeber Haneemanim) de la Agencia Judía para Israel (Sojnut, Buenos Aires, noviembre de 2011).

Bajo el lema “Enfrentando el antisemitismo moderno” (sic), el encuentro contó con la participación del viceprimer ministro Dan Medidor, el ex ministro ultraderechista Natan Sharansky (Partido Likud) y el presidente de la OSM, Abraham Duvdevani. La presidenta Cristina Fernández fue invitada, pero no concurrió al evento, y el derechista Mauricio Macri (jefe de la Ciudad de Buenos Aires) corrió de un lado a otro para atender a los congresistas.
Entre las actividades del encuentro sionista destacó un megaevento en el teatro Coliseo, donde se presentó el Conjunto Coral del Tzahal (Ejército de Defensa de Israel), que causó la indignación y protesta de la sección argentina de la Red Internacional de Judíos contra el Sionismo (IJAN, por sus siglas en inglés), organizaciones de la comunidad árabe, y varias agrupaciones de la izquierda argentina.

El comunicado del IJAN manifestó su “más enérgico rechazo” a la “pretensión desfachatada de usar nuestro suelo soberano como campo de propaganda del sionismo, el cual, lejos de representar una religión, constituye la ideología básica con la que se viene justificando y realizando desde hace decenios el expolio y expulsión del pueblo palestino de sus tierras”.

Añade: “Como grupos formados por hombres y mujeres de diversas religiones y etnias, en particular judíos que nos oponemos al sionismo, denunciamos, rechazamos y repudiamos expresamente el uso por parte de los agentes sionistas del adjetivo ‘judío’ o ‘judía’ para describir instituciones racistas que perpetran el colonialismo y el apartheid en Palestina”.

Por su lado, la Confederación de Entidades Argentino-Arabes CEAA) consideró los actos de la OSM como una provocación “islamófoba” y “arabófoba”, al tiempo de rechazar “el nuevo intento del sionismo de importar el conflicto israelí-árabe a nuestro país”.

La CEAA agregó: “el Tzahal es un ejército torturador y ocupante, que utiliza maniobras militares que van en clara oposición a cualquier convención internacional. Ese ejército es el que ha producido horribles masacres en Palestina, Líbano, Siria, el mismo que acribilló a la Flota Humanitaria turca, que encarcela ancianos, mujeres y niños por el solo hecho de ser palestinos”.

Previsiblemente, los congresistas de la OSM trataron a Hugo Chávez como El Mal, y alertaron de las frecuentes visitas del presidente iraní Mahmud Ajmadineyad a Brasil y los países de la Alba.

Sharansky y Duvdevani subrayaron que en “esta época de creciente antisemitismo” (sic), y actividades “antisraelíes” (sic), es importante reforzar los lazos de Israel con América Latina (sic). El encuentro sionista puso énfasis en la necesidad “urgente” de atacar a Irán, cuyo avance en América Latina ven como “peligroso”.

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