ANTE LAS AMENAZAS DEL CRIMEN ORGANIZADO
La única protección que le dieron las autoridades fue escoltarlos hasta el Puente Internacional para que cruzaran a Estados Unidos
domingo, 29 de julio de 2012
PATRICIA DÁVILA
SAN ANTONIO, TEXAS (Apro).- "No estamos preparados. No hay manera de auxiliarlos. En 10 minutos se van. ¡Prepárense!", dijo César Augusto Peniche Espejel, delegado de la Procuraduría General de la República (PGR) en Ciudad Juárez una vez que la procuradora Marisela Morales le dio el visto bueno al operativo en el que policías federales, estatales y municipales acordonaron calles y avenidas por las que pasaría el convoy que escoltó los cuatro vehículos donde viajaban 20 integrantes de la familia Porras González, amenazada de muerte por La Línea.
La caravana llegó al lado mexicano del Puente Internacional Santa Fe. A partir de ahí la familia Porras siguió sola su camino al lado estadounidense, a El Paso... y llegó directamente con los agentes de migración a solicitar asilo político.
Hoy los Porras viven en San Antonio, ayudados por algunos vecinos de esta ciudad y en espera de que se resuelva su petición de asilo.
La familia Porras es oriunda de Villa Ahumada, municipio considerado por el gobierno de Estados Unidos uno de los pocos reductos que conserva en Chihuahua La Línea, el grupo de sicarios del Cártel de Juárez.
El control de Villa Ahumada lo tiene Jesús Salas Aguayo, "El Chuyín", de 35 años, a quien las autoridades estadounidenses acusan de ordenar el asesinato —el 15 de mayo de 2009— de José Daniel González Galeana, ex miembro del grupo armado, quien vivía en El Paso y era testigo protegido del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE, por sus siglas en inglés).
Según el ICE, "El Chuyín" desconfió de González Galeana y le atribuyó la detención —el 13 de mayo de 2008— de su paisano Pedro Sánchez Arras, "El Tigre", quien con Vicente Carrillo Fuentes como dirigente era el tercero al mando del cártel.
Villa Ahumada es famosa por ser la tierra que albergó a jefes del Cártel de Juárez como Rafael Muñoz Talavera, líder de la organización junto a Rafael Aguilar Guajardo y Amado Carrillo Fuentes. Después emergió "El Tigre" y tras su detención, Salas Aguayo asumió el mando, incluso después de que inexplicablemente dejara de mencionarse a Juan Pablo Ledezma, "El JL" y de que fueran detenidos capos de la organización juarense como Gonzalo García García, "El Chalo"; José Rodolfo Escajeda, "El Rikín" y Antonio Acosta Hernández, "El Diego".
Según el ICE "El Chuyín" se convirtió entonces en el hombre fuerte de La Línea para la región de Villa Ahumada, Buenaventura, Galeana, Constitución, Flores Magón, Juárez y Chihuahua, donde controla a los entre 300 y 400 criminales que se encargan de la venta de mariguana y cocaína al menudeo y los secuestros, asesinatos y extorsiones y que han acabado con familias completas.
En este lugar comenzó la trágica historia de la familia Porras González.
LA PRIMERA EJECUCIÓN
"El pasado domingo 17 de junio me habló por teléfono mi sobrino Carlos; me dijo que al parecer su papá, Rodolfo, había tenido un accidente o lo habían matado. De inmediato fui por él para ir a la Policía Municipal. Ahí un agente nos dijo que sí estaba muerto, que acudiéramos a la policía de El Valle, donde una oficial nos informó que lo habían ejecutado, que fuera a Le Barón con la Policía Estatal. En este lugar me dijeron que les reportaron una volcadura y que hasta el día siguiente nos entregarían el cuerpo, luego de que se le practicara la autopsia. Una hora después el mismo agente me habló para que fuera por mi hermano; frente a mí llenaron el certificado de la necropsia", cuenta Jorge Porras, hermano del asesinado Rodolfo.
Y sigue: "Mientras trasladábamos a mi hermano, en el trayecto de 160 kilómetros de El Valle a Villa Ahumada varias trocas se nos atravesaron, iban hombres que nos intimidaban con sus armas. Por fin llegamos al pueblo y el lunes (18 de junio) sepultamos a Rodolfo. Les dije a mis hermanos y sobrinos que el martes fuéramos a trabajar normalmente. Mis sobrinos se levantaron a abrir los negocios, yo me quedé dormido. De pronto suena el teléfono: era mi sobrino César, otro hijo de Rodolfo.
"Escuché que me dijo: ‘Al parecer mataron a mi hermano Jaime en el panteón’. No lo creía. Si ya era una pesadilla ahora vivíamos el horror."
Al salir de su casa Jorge encontró a su mamá, Ana, y a su hermana; les dijo lo que había pasado con Jaime. Fueron al panteón a buscar el cuerpo. Lo encontraron tirado sobre el montículo de tierra que cubría la tumba de Rodolfo, la cual había ido a regar temprano.
"Era un inocente de 18 años. No le hacía daño a nadie. Me dio coraje. Me quité la playera y lo cubrí. No permití que mi madre y mi hermana se acercaran, las regresé a la camioneta, les dije que fuéramos a la Policía Ministerial para que levantaran el cuerpo. A la salida del cementerio mi cuñada, mamá de Jaime, iba entrando. Después nos enteramos de que se topó con dos sicarios. Los enfrentó, les pidió que le regresaran a su hijo. ‘Nosotros no fuimos. Sáquese de aquí, vieja perra’, le contestaron", recuerda Jorge.
La Ministerial se negó a hacer el levantamiento del cuerpo de Jaime.
Interviene Héctor Porras, hermano mayor del asesinado Rodolfo: "Jorge discutió con los agentes, aunque (su actitud) era de esperarse porque sabemos que en Villa Ahumada están involucrados con La Línea. Una de mis cuñadas fue con los policías federales destacamentados en el pueblo, pero tampoco le hicieron caso. Entonces, en un Oxxo Jorge se topó con otras patrullas de federales asignados a la colonia Le Barón, en Galeana, las cuales casualmente pasaban por el municipio. A ellos les contó lo que pasaba."
En Villa Ahumada los Porras son propietarios de algunos negocios: tres cremerías, una tienda de zapatos y ropa, un expendio de cerveza, un lavado de autos y una aseguradora. Mientras Jorge trataba de convencer a los federales, los sicarios empezaron a saquear todos esos negocios. Finalmente los federales aceptaron ayudar, pidieron que la familia se reuniera en el rancho de Rodolfo, el hermano asesinado, mientras ellos esperaban a las patrullas de relevo.
LAS AMENAZAS
En el rancho, César, hijo de Rodolfo, recibió en el celular amenazas de los criminales: "La primera entró el 19 de junio a las 13:30 horas, después de matar a mi hermano. Dijeron que seguía yo, que me largara del pueblo; en otro, que seguía yo y toda mi familia; en uno más que me largara o me abriera del pueblo. A los cinco minutos le llega otro mensaje a mi tío Jorge, le decían que la siguiente era su mamá, o sea mi abuela Ana María. Ella tiene 67 años. Mi papá, Rodolfo, cumplía 50 el 22 de julio", cuenta.
Cuando los sicarios se dieron cuenta de que tres unidades de federales estaban en el rancho, hablaron: "‘Díganles a esos jotos que se vayan porque si no, se pondrá peor. Los agentes no podían resguardarnos mucho tiempo y pidieron que saliéramos rápido del pueblo. Tenían miedo de que se reagrupara el grupo delictivo y que nos mataran a todos al mismo tiempo. Antes solicitaron apoyo a Ciudad Juárez. Cuarenta minutos después llegaron dos unidades. Una hora después de que los encontramos en el Oxxo íbamos rumbo a Juárez sólo con lo que traíamos puesto. Eran las tres de la tarde", narra Héctor.
Trataron de localizar a los militares para que los auxiliaran, ya que los federales también tenían miedo. Marcaron al teléfono de emergencia de la Secretaría de la Defensa en la Ciudad de México; ahí les dieron los números de la V Zona Militar, pero nadie contestó.
Para entonces, además de los negocios los sicarios también se habían adueñado de las siete casas de la familia Porras.
"Cuando llegó el apoyo de los federales de Ciudad Juárez un comandante me dijo: ‘Yo te pongo a tu familia en Juárez. Te lo juro. Dime dónde te dejo.’ Le pedí que nos escoltaran hasta el puente internacional o a la V Zona Militar, donde estuviéramos más seguros. Doce adultos y ocho niños viajamos en cuatro de nuestros vehículos. Dejamos el pueblo. Dejamos a Jaime tirado en el panteón. Se quedaron nuestras pertenencias. Íbamos sin dinero, sin papeles, sin nada. Finalmente nos dejan en la PGR", señala Jorge.
En la delegación de PGR sólo le permitieron la entrada a Jorge. Lo recibió una agente del Ministerio Público que levantó la denuncia. Afuera, temerosa, la familia pedía protección y que los dejaran pasar:
"Aceptan darnos seguridad. Nos hospedan ahí mismo. Dormíamos en el piso de una oficina en reparación. Teníamos una cobija por persona. En el día nos sacaban a un jardín, nos sentábamos en el zacate, ahí comíamos. La PGR nos proporcionaba los alimentos, en otras ocasiones el gobierno del estado", cuenta Jorge.
—¿Vieron al delegado de la PGR, Peniche Espejel, en algún momento?
—Al siguiente día de nuestra llegada platicó con nosotros. Nos dijo que la Procuraduría no estaba preparada para situaciones como la nuestra. Que nunca había tenido un caso así y que no había manera de auxiliarnos —responde Alejandro, otro de los hermanos de Rodolfo.
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