Iván Restrepo
En México la compra de votos en las elecciones es una práctica muy vieja que retomó actualidad porque varios partidos políticos, ciudadanos y hasta el licenciado Calderón señalan que el PRI lo hizo en las elecciones del 1º de julio. Por ejemplo, con tarjetas de Soriana, monederos electrónicos y muchas otras cosas a cambio de votar por Peña Nieto. En Quintana Roo se dio dinero por llevar electores a las casillas y que cruzaran sus boletas por el PRI. Pero antigua y universal es esa mala costumbre que algunos politólogos intentan ahora justificar en el caso de nuestro país. Para poder ser presidente por segunda vez, Álvaro Uribe repartió favores entre varios legisladores cuyo voto fue decisivo para que el congreso de Colombia aprobara la relección. Uribe logró un segundo mandato, pero quienes se vendieron terminaron en la cárcel acusados, entre otras cosas, de cohecho. La semana pasada, Joseph Blatter, presidente de la FIFA, máximo organismo mundial del futbol, acusó a Alemania de haber comprado votos para obtener la sede del Mundial en 2006. Hay también denuncias por compra de árbitros, equipos que se dejan ganar a cambio de dinero, como los que facilitaron el triunfo de Argentina en el Mundial cuando los milicos imponían el terror en dicho país. Compran votos también los países que quieren organizar los juegos olímpicos. Hasta los reinados de belleza están contaminados por esa práctica.
No debe extrañarnos entonces saber que Japón reparte dinero desde hace años con el fin de que le permitan la caza de ballenas. El asunto salió a relucir nuevamente con motivo de la reciente reunión de la Comisión Ballenera Internacional (CBI) en Panamá. Desde 1986 existe una moratoria a la matanza de ballenas, pero Japón, Noruega, Islandia y Groenlandia no la aceptan. En Panamá se supo que Corea del Sur tiene el propósito de unirse a ese grupo, alegando que la especie que desea cazar (rorcual aliblanco) está recuperada y que las ballenas comen tanto pescado que las pesquerías coreanas están a la baja. Volvería a cazarlas alegando motivos “científicos”, como hace Japón para violar la moratoria.
Hace dos años, durante la anterior reunión de la CBI en Marruecos, la prensa inglesa denunció la compra de votos por Japón, el cual siempre ha negado las acusaciones, provenientes hasta de organizaciones niponas. Está comprobado que concede ayuda financiera a países pobres a cambio de que apoyen su petición de reabrir la cacería comercial de esas “cucarachas del mar”, como las llama Maseyuku Komatsu, oficial de la pesca japonesa. Se calcula que ha gastado más de 300 millones de dólares con tal propósito. Hasta dispone de una agencia de relaciones públicas para tratar de convencer al mundo de que matar ballenas no tiene nada de malo. Hay pequeños países que votan siempre al lado del país asiático debido al apoyo financiero que éste les concede. Es el caso de Antigua y Barbuda, Dominica, Guinea, Granada, Marruecos, San Cristóbal-Nevis, San Vicente, Santa Lucía y Salomón. Otros, como Corea del Sur, China, Noruega y Rusia, lo hacen por sus muy particulares intereses pesqueros.
En la reunión de Panamá se discutió la creación de un santuario ballenero en el Atlántico Sur, propuesta que cuenta con el respaldo de los principales países de América Latina. Aunque no obtuvo los votos necesarios, por primera vez logró ser llevada al pleno luego de más de 10 años de intentos. Sobre el tema volverá a insistir el grupo latinoamericano creado en 2005. Lo integran Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, República Dominicana, Costa Rica, Panamá, Perú, Uruguay y México. Con ese santuario se protegerían 54 especies que representan más de 60 por ciento de los cetáceos del planeta, siete de ellas muy migratorias. Se sumaría a los dos santuarios existentes: el del mar Austral y el del océano Índico.
Pese al revés mencionado, en Panamá hubo logros importantes en pro de la conservación de ballenas y delfines. Y se expresó la preocupación y el rechazo a la explotación de petróleo y gas en aguas del Ártico por Shell y Rusia, por ejemplo. Dos colosos acostumbrados a no respetar el medio ambiente y los recursos naturales.
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