Calderonismo charreado
No pudo con Napito
Colecta Ye Gon
Transas y retorcimientos
Julio Hernández López
Luego de seis años de obsesión persecutoria de dos administraciones panistas (parte final del desgobierno de Fox y los casi cinco años del calderonismo), el dirigente gerencial del Sindicato Nacional de Trabajadores Mineros, Metalúrgicos y Similares de la República Mexicana, Napoleón Gómez Urrutia, no ha podido ser extraditado de Canadá, adonde fue a refugiarse, ni se le han podido demostrar los presuntos delitos a partir de los cuales se ha tratado de llevarlo a la cárcel y quitarle el liderazgo de corte clásico del sistema político mexicano que recibió en herencia de su padre.
Ayer, en el contexto de una reunión interparlamentaria que se realiza en Ottawa, el fantasma de Gómez Urrutia volvió a aparecerse en declaraciones del cómodo embajador mexicano en aquellas tierras, Francisco Barrio Terrazas, quien reconoció que el controvertido representante minero difícilmente podrá ser sometido a leyes mexicanas a corto plazo, entre otras cosas porque tiene un especial tejido de apoyo político en Canadá. De acuerdo con el reporte de Andrea Becerril, enviada por La Jornada para cubrir la interparlamentaria en mención, el plácido ex gobernador de Chihuahua explicó que el hijo de Napoleón Gómez Sada cuenta con el respaldo de poderosos sindicatos de mineros y metalúrgicos y de la principal fuerza política opositora, el Partido Nueva Democracia. “Por ello –consideró Barrio Terrazas– mi percepción es que el gobierno canadiense quiere en ese expediente de Gómez Urrutia moverse con mucho cuidado y (en) cualquier paso que da, por las implicaciones que tiene en la política interna.”
Ironías de la vida: un gobierno extranjero tiene más cuidado en el tratamiento del caso de un dirigente minero mexicano, por razones de política interna, que el mostrado en su momento por Vicente Fox, Carlos Abascal, Francisco Xavier Salazar, Felipe Calderón y Javier Lozano, que han sido las piezas más notables del entramado de venganzas, irresponsabilidad y corrupción en torno al siempre sacrificado sindicato minero y su peculiar gerente júnior, el millonario Gómez Urrutia, cuyos expedientes, tan oscuros como los de la gran mayoría, por no decir la totalidad de los líderes sindicales mexicanos clásicos, reclamarían justicia por sí mismos, una justicia cuya oportunidad y pertinencia, en todo caso, se ha perdido y deformado en el laberinto de persecución selectiva y tendenciosa que ha practicado mercantilmente el calderonismo.
Practicante del tipo de sindicalismo que prohijó el sistema político mexicano durante la etapa de dominio priísta y dueño de una fortuna que contrasta con la miseria de sus representados, siempre sujetos a explotación, Gómez Urrutia ha hecho a Carlos Fernández-Vega, autor de la columna México SA en La Jornada, una amplia denuncia del proceso de virtual golpe de mano con que el foxismo le quiso castigar desde antes de la desgracia de Pasta de Conchos y en especial luego de ésta, proceso continuado con ferocidad en la segunda administración panista, ya con Calderón y Lozano en uso institucional del garrote jurídico y político (en http://bit.ly/tAYZX5 puede leerse la entrevista, realizada en Vancouver y publicada el pasado 14 en un suplemento especial denominado Minera, 500 años de saqueo).
Según Gómez Urrutia, él se ha enfrentado a una estrategia torpe, perversa, de funcionarios corruptos coludidos con empresarios corruptores y asegura que “Calderón, ya como presidente electo, hizo una declaración que nosotros supimos, aunque nunca salió a la luz pública. Le dijo a un grupo de empresarios que aportó recursos a su campaña: ‘Los sindicatos son como un cáncer para la sociedad y hay que extirparlos’”. Además, reitera que en Pasta de Conchos hubo un homicidio industrial, no sólo por el abandono de las minas por parte de la empresa de Germán Larrea, sino porque la Secretaría del Trabajo no realizó ninguna de las inspecciones que por ley son obligadas, pues Salazar Sáenz estaba coludido con Larrea. Sus empresas particulares eran proveedoras de Grupo México, y su yerno, Pedro Camarillo, era el delegado de la Secretaría del Trabajo en Coahuila, de tal forma que había una total colusión con la empresa.
En otra parte de la entrevista, Fernández-Vega pregunta qué negociaron esos empresarios para actuar con total impunidad y el dirigente-gerente responde: La elección misma de Felipe Calderón. Existen serias dudas sobre si realmente ganó las elecciones de 2006, y entre los grandes contribuyentes financieros a su campaña electoral aparecen estos mismos empresarios, entre otros. De hecho, hasta le sobraron recursos. Allí está el caso clarísimo de Zhenli Ye Gon: 205 millones de dólares en efectivo, y dijo el chino que se los habían dado para la campaña de Calderón. Javier Lozano, el gato de Larrea, fue el coordinador de fondos para la campaña de Calderón. Es evidente que esto fue producto de la mafia creada por este grupo de empresarios y el gobierno, de ese financiamiento a la campaña de Calderón y a la imposición que hicieron como presidente de un país que no merece este tipo de gobierno.
Conforme se acerca el término del periodo de ejercicio de poder que ha practicado el calderonismo (aunque el jefe de la banda trata de encontrar mecanismos de fuerza para prolongar su estancia en ese poder, haiga de ser como haiga de ser) van quedando más claros los abusos y errores cometidos. En el rubro laboral, la secretaría correspondiente, a cargo de Javier Lozano Alarcón (ejecutante entusiasta de las suertes de provocación y golpeteo que más regocijan a su sombrío jefe), ha sido utilizada como instrumento benefactor de intereses de empresarios y firmas amigas, retorciendo leyes y procedimientos, como se ha visto en los procesos emblemáticos de Luz y Fuerza del Centro, de Mexicana de Aviación y del Grupo México.
Y, mientras van apareciendo los términos del arreglo para que Beltrones cediera el paso a Peña Nieto, ¡hasta mañana, con Tepito calentándose!
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