Fernando Gálvez de Aguinaga
En el año 2001 mi amigo Julio Trujillo me invitó a colaborar esporádicamente en la sección de artes plásticas de la revista Letras Libres, donde publiqué al menos cinco artículos. En junio del año 2005 se inauguró en el Museo Dolores Olmedo la exposición Henry Moore y México y la propuse como tema, acordando con Trujillo que se publicaría en el número de agosto. Visité la exposición el 6 de julio y al día siguiente tuvieron lugar los terribles atentados al metro de Londres, acontecidos mientras el llamado Grupo de los Ocho se reunía en Gran Bretaña. Escribí mi nota el día 8, profundamente afectado por los ataques contra civiles inocentes y se me venían en forma recurrente las imágenes dibujadas por Moore en los subterráneos del metro de Londres durante 1941, cuando eran utilizados como refugio de los bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial, dibujos de los cuales la muestra presentó seis. Henry Moore era reconocido por el medio cultural y el gobierno de su país cuando realizó estas obras, fueron su primer trabajo comisionado por el gobierno británico como Artista Oficial de la Guerra, pero serían estas piezas las que lo volverían famoso entre su pueblo, pues los expuso en 1943, en plena conflagración bélica. Los dibujos del metro no hacen propaganda patriotera fácil; si de algún lado estuvo Moore fue del lado de la población civil inerme ante una guerra atroz, su propio estudio había sido destruido en un bombardeo. Cito mi artículo: “Mezclando técnicas como el pastel, la acuarela y el lápiz, las imágenes de Henry Moore reflejaban a una sociedad civil indefensa y aislada de los juegos políticos de la superficie; el dibujo titulado Perspectiva del refugio en el metro (1941) pareciera convertir el túnel del tren subterráneo en una oscura y profunda garganta que lanza un alarido de cuerpos recostados pero en tensión. Es inevitable pensar que las obras de Henry Moore como cualquier obra maestra del arte universal trascienden con su mensaje el tiempo y el espacio físico en que se hicieron, ayudándonos a pensar nuestro presente y persistiendo en decirnos cosas sobre lo que hoy acontece. Cualquier ciudad y población del mundo bombardeada se refleja en los dibujos de Moore, ya sean los ciudadanos de Nueva York, de Bagdad, de Yugoslavia, de Madrid o Afganistán. Todos caben y se amontonan y viven el mismo desamparo, sin importar que el bombardeo venga de un ejército invasor o de un terrorista suicida (…).”
A Krauze no le pareció que mi artículo debiera publicarse, no hubo explicación por escrito ni aviso, simplemente el artículo no apareció publicado según lo convenido. Me enteré el 6 de agosto al comprar la revista que mi nota había sido censurada completamente. Hablé telefónicamente con Julio Trujillo ese día y le hice saber mi extrañamiento y mi molestia. Sólo atinó a decirme que el artículo no había sido aprobado aunque él lo había defendido. ¡¿Quién podía decidir sobre el jefe de redacción sino Krauze?! Colgué y llamé a la sección cultural de El Universal, donde colaboraba regularmente y ofrecí el artículo a María Elena Matadamas, quien lo publicó en forma íntegra. Me parecía deleznable el nivel de censura y lo reaccionario que se había vuelto el señor Krauze y se lo hice saber a Trujillo, con quien discutí fuertemente en varias ocasiones; yo, como él sabía, había sido formado en una familia descendiente de Francisco Zarco y no podía tolerar semejante afrenta; no volví a colaborar en la revista. Desde mi infancia, mi abuela paterna nos había hecho respetar a su bisabuelo conocido como el padre simbólico de la libertad de imprenta, cuyos textos me guiaron al formarme como escritor y periodista. Mis escritos no suelen agitar ese vínculo familiar sino en momentos cuando he sentido que la libertad de expresión y sus conceptos se ven vulnerados o deformados por el poder político o económico gravemente. Este es el segundo artículo en mi vida que así lo hago, el otro fue defendiendo al diario Noticias de los embates del tirano de Oaxaca, Ulises Ruiz. En relación a las calumnias vertidas desde Letras Libres contra La Jornada y en torno a la censura de mis propias ideas por la citada revista, sigo refrendando los conceptos de Francisco Zarco, consignados en su editorial de El Demócrata del 9 de abril de 1850, donde defiende la absoluta libertad de expresión pero dice: “Una sola excepción haremos, sin embargo, y es la difamación y la calumnia. Esos delitos deben castigarse del mismo modo, ya se cometan por la prensa o de cualquier manera. (…) En todo lo demás, creemos que debe haber la más absoluta libertad, sea cual fuere la cuestión que trate, sin exceptuar de formas de gobierno.”
Cuando me censuraron en Letras Libres no quise afectar a mi amigo Julio Trujillo con una polémica, él me invitó generosamente a colaborar en la publicación y defendió mi artículo, pero ahora estamos hablando de un problema que afecta a uno de los periódicos más importantes del mundo, puesto que La Jornada ha sido un bastión de la libre expresión en un planeta dominado por los intereses económicos más poderosos, que controlan a casi todos los gobiernos y medios de comunicación del orbe. El espacio ha publicado a importantes personalidades con las que incluso pudiera no estar de acuerdo, como cuando publicó el ominoso escrito de Octavio Paz defendiendo las elecciones de 1988, un texto con el que mi generación se decepcionó de la forma en que el poeta podía con un solo escrito acabar con sus ensayos de muchos años en favor de la democracia en México, pues su argumento de que el programa de Salinas era mejor que el de Cárdenas era una desafortunada defensa del fraude y desbarataba sus propias ideas promovidas en libros y artículos. En las mismas páginas, otros escritores refutaron aquel texto que echa por tierra la idea que Krauze quiere dejarnos de él y de Paz como adalides de la democracia. La Jornada en cambio sí ha sido plural.
Regresando a mi escrito sobre Henry Moore, cito otros párrafos cuya censura desnuda las ideas de Krauze sobre el terrorismo y la guerra: “La Figura reclinada, de Henry Moore, para la Unesco buscaba reflejar los valores que tenía como misión difundir este brazo de la ONU, es decir: [contribuir a la paz y a la seguridad estrechando, mediante la educación, la ciencia y la cultura, la colaboración entre las naciones, a fin de asegurar el respeto universal a la justicia, a la ley, a los derechos humanos y a las libertades fundamentales que, sin distinción de raza, sexo, idioma o religión, la Carta de las Naciones Unidas reconoce a los pueblos del mundo]. Para compactar y desarrollar estos conceptos, Moore regresó a su ya entonces clásica composición inspirada en el dios maya del agua Chac Mool, pero su figura se transformó en una imagen femenina, misma que quizás aludía a la madre tierra en su conjunto, y cuya composición, en que las formas subían y bajaban, entraban y salían con una fluidez impecable, recordaban su interés por identificar la anatomía humana con el paisaje (…). Este eco entre el cuerpo y la geografía, además de la estructura de la pieza como una cinta de Moebius humanizada, parece lanzar el mensaje de que el sólido dinamismo de la escultura representa al pueblo humano en su casa La Tierra y que somos un todo indisoluble y que eso debía anteponerse a cualquier diferencia ideológica, religiosa, cultural o racial. Para reforzar el carácter simbólico e internacionalista de esta escultura, Moore hizo la pieza con un inmenso bloque de mármol de Carrara de 16 pies, extraído de una cantera que durante el Renacimiento surtió de piedras a Miguel Ángel. Ahora que las bombas estallaron tan cerca de la reunión del G-8, es preciso que el mensaje de esta escultura, que es la misión de la Unesco y la ONU, sea retomado de inmediato. Cualquier violación o excepción que con respecto al derecho internacional o a los derechos humanos y la libre expresión se realice desde las grandes potencias, derivará en el incremento del terrorismo, la inestabilidad social y económica del mundo, pues si los miembros del Consejo de Seguridad violan la Carta de la ONU, hemos dado por hecho la ineficacia de los organismos internacionales para mediar en el planeta y garantizar la paz y el bienestar global. Es hora de actuar a favor de estos principios, no de fomentar el círculo vicioso de la guerra.” Estas son las ideas sobre el terrorismo y la guerra que me censuraron en Letras Libres.
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