Pedro Miguel
Nicolas Sarkozy es una vergüenza para Francia. No porque apacigüe sus bramas de hombre maduro incrustando lunas de miel en tiempos y periplos pagados por los contribuyentes franceses: eso es un asunto público pero externo, así el político europeo haya escogido las playas del Pacífico mexicano para aullarle a la luna. Lo escandaloso es que Sarko –Narkosy, le dicen también ahora en el país que gobierna, y a ver si no regresa de México con un tercero: Secuestrozy– pretenda utilizar el poder diplomático de Francia y los instrumentos franco-mexicanos de cooperación jurídica para escamotearle a la justicia a la francesa Florence Cassez, una secuestradora dos veces sentenciada. Y todo, para ganarse él, Sarkozy, unos puntos de popularidad en una opinión pública intoxicada por el mercantilismo mediático.
De la secuestrada a la secuestradora: Ingrid Betancourt, víctima en su momento de un plagio prolongado e injustificable, (como cualquier plagio) por las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, ya había sido convertida de inocente en heroína, y de allí en una Santa Genoveva de los trópicos. Como la historia funcionó, alguien encontró conveniente armar una segunda parte de la telenovela y no halló a un personaje más adecuado que la secuestradora Florence Cassez, quien, de acuerdo con testimonios de sus propias víctimas, desplegó la crueldad, la insensibilidad y el desprecio por la vida ajena que caracteriza a los criminales.
Qué importa: una ciudadana francesa detenida en una cárcel mexicana que dice ser víctima de sus propios enredos amorosos (con el jefe de la banda), tocada por horribles policías mexicanos, ofrece una circunstancia narrativa impagable. Que viva la Juana de Arco de la cárcel femenil de Tepepan. Ahora, la reclusa recibe cada semana un centenar de cartas y paquetes de chocolate de ciudadanos franceses que creen que es inocente (El Universal, 7/03/09) y el presidente de Francia acude, muy caballero andante y muy acá, a liberar a la pobre doncella prisionera en el castillo del dragón mexicano.
Ciertamente, a fines del sexenio foxista, Genaro García Luna, entonces director de la AFI (¿cuándo fue que quiénes dejaron crecer el narcotráfico, o cómo era?) recreó la captura de Cassez para subrayar su propia gloria y regalarles el producto a los concesionarios televisivos, quienes, al igual que en Francia, han hecho del morbo su producto principal. Abyecto y todo, ese montaje no guarda ninguna proporción con las atrocidades que los policías panistas cometen contra los luchadores sociales mexicanos que, siendo inocentes, son presentados como culpables. A Ignacio del Valle le atribuyeron un secuestro que no cometió y le echaron más años de cárcel que a la francesa. Pero no pasa nada: el líder atenquense no es güerito ni tiene pasaporte comunitario.
Por supuesto, Sarko tiene de caballero andante lo que mi abuelo de Madonna y está perfectamente al tanto de todo esto. Ahora le cayó en las manos una historia que puede rendirle unos puntos de popularidad aunque sea a costa de juguetear con una expectativa de impunidad para una convicta por secuestro. Aunque para ello deba participar en una farsa racista, corrupta, chovinista, manipuladora y sumamente inmoral. Aunque para alimentar vanidades se violente las leyes y el sentido común –¿extradición cuando Cassez no tiene causa abierta en su país de origen?– y aunque se colabore para que un amigo en desgracia, alicaído y urgido de legitimidad, conozca nuevas expresiones de lo que él mismo llama el infierno de gobernar.
Sarkozy es una vergüenza para Francia y Calderón no se le queda atrás con respecto a México. ¿Qué hará, por cierto, con esta nueva presión? ¿Aceptará jugar el papel de villano ante los sectores envenenados de la opinión pública francesa que le mandan chocolates a la Juana de Arco de Tepepan? ¿O cederá al chantaje impresentable y dejará que se caiga, con ello, el último alfiler del que pende la credibilidad de su discurso de mano firme contra la delincuencia? ¿Llegará a tanto?
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