viernes, 20 de marzo de 2009

Recordando a Sabines


José Cueli

Jaime Sabines, tiempo de memoria eterna, siempre presente, asoma en el horizonte para evocarnos lo que somos y lo que sentimos los mexicanos. Poeta y cantor de lo popular, siempre rotundo y a la vez amoroso. Su poesía carece de alardes simplemente canta a la vida, al amor y a la muerte de una manera hermosa, pero sencilla, al alcance de todos. Su naturalidad tan fácil y a la vez tan honda.

Poesía que se extiende por doquier en las vagas sombras de la búsqueda de soledad. Soledad en la que se envuelve y va de la luna romántica al fatídico sudario. Poesía que estremece los cuerpos al empuje de su lenguaje sencillo. Cada palabra suya, eslabón de esa cadena que no puede romper el poder humano, perdido en la noche de los tiempos, exhala una queja, un gemido un ay aterrador o un grito ronco. Palabras que en la mente son quejidos, plegarias, ayes y lamentos, eslabones sin conciencia encadenados en la inconciencia, y sólo surgen bajo el milagro del ritmo de su poesía, secreto impenetrable que se ofrece para ser adivinado.

Poesía sabinesca, recuerdo de un pasado que de cierto siempre es presente, un presente-pasado chiapaneco cuya bruma, niebla desdibujada en palabras, sólo la historia se atreve a desaparecer.La palabra del poeta, ritmo musical de la selva, las separa y diferencia del maternal regazo en el que yacían inactivas. Al llano las llevó desde la sierra y al quebrar sus picos parece que por el encantamiento de sus palabras enlazadas unas a otras, de la tierra arraigadas en lo profundo, sencillas, naturales, las trepó al espacio de las masas donde flotan como una melodía siempre viva, siempre íntima, arraigada en lo profundo del alma.

Poesía guiada por la sencillez de Jaime Sabines que va de la ternura a la pasión altiva y fiera. Por la ley del contraste hace entrar a las palabras a rastras al papel, lo que poco antes rozaba el firmamento con su música. En las brechas, entre las palabras teje sus armonías, a las que rasga con su pluma.

Poesía promotora del entusiasmo fervoroso del poeta que, paso a paso, recorre el suelo mexicano, lo mismo árido que fértil, buscando flores y nopales verdes que cantar.

En su mente ardía la inspiración, la llama que le permitía profanar con la palabra su propia intimidad y la de los demás, fácilmente, como no queriendo suave, muy suave, destruyendo los fantasmas de un pasado-presente oscurantista. Brotes de luz del negro caos en que la música impera sobre la fuerza.

Jaime Sabines el poeta, el mexicano muy mexicano, busca salida a las palabras de dentro, no entrada a las del afuera, muy mexicanamente.
Sabines sigue y seguirá entre nosotros en un íntimo diálogo entre almas. Sabines siempre presente entre los mexicanos porque de alguna forma es también nuestra propia voz.

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