miércoles, 4 de diciembre de 2013

Astillero

 

A prueba
AMLO, extenuante activismo
Relevos y opciones
PRD en la calle

Julio Hernández López

Foto
LA POLICÍA FEDERAL INSTALA CAMPAMENTO JUNTO A LA SG. En la calle Abraham González, a un costado de la Secretaría de Gobernación (SG), la Policía Federal instaló un campamento. Literas y baños portátiles, entre los enseres que fueron llevados. Además, las autoridades dejaron camiones de pasajeros y de redilasFoto Fabiola Martínez
El quebranto de salud de Andrés Manuel López Obrador pondrá a prueba la estructura partidista que ha ido creando bajo el nombre de Morena y, en particular, al movimiento de resistencia pacífica contra la reforma energética peñista. Buena parte de lo logrado hasta ahora en ese par de temas proviene de un desmesurado empuje individual, el del ex candidato presidencial que no ha parado de cruzar el país en todas direcciones para promover el nuevo partido y para asistir a las asambleas constitutivas estatales y cuyo imán intransferible sigue convocando a muchos mexicanos a plazas públicas y a actos de protesta como los que sucederán en torno al tema del petróleo y conexos.
Hasta ahora, AMLO ha vivido en un extenuante activismo desprovisto de lujos o comodidades. A diferencia de la inmensa mayoría de quienes también se dedican a tareas políticas, incluso de muchos que pertenecen al PRD y a Morena, López Obrador ha llevado con rigor y sacrificio una vida personal y familiar sujeta a la medianía económica que invocaba Benito Juárez para quienes ejercen el servicio público. Entre la selva de corrupción extrema que se vive en diversos ámbitos de la función pública, López Obrador pasó por las arcas suculentas del gobierno de la ciudad de México sin alzarse con un solo centavo. Dos veces vivió el fraude electoral en elecciones presidenciales, en 2006 mediante operaciones manuales y cibernéticas que apenas alcanzaron a fabricar una ínfima diferencia oficial de medio punto para dar paso a un sexenio funerario, y en 2012 a través de una gigantesca maniobra de compra de votos y de coacción de ciudadanos para que llegara a Los Pinos un personaje priísta de incultura e impericia diariamente comprobables que prefigura un sexenio de altísima corrupción.
Objeto de una rabiosa campaña de odio y división sociales desde 2006, López Obrador es factor central de la vida política nacional, por su terquedad implacable que le ha llevado a quedar como único líder de masas realmente opositor al poder priísta reinstaurado y a sus satélites bajo pacto. A pesar del bombardeo mediático inducido cotidianamente en su contra y de los propios errores cometidos por el tabasqueño, los pasos dados por el poder siguen teniendo como referente las eventuales reacciones de él y su movimiento, tratando de evitar que pifias gubernamentales le den material para resurrecciones políticas en las que se ha vuelto especialista.
Ahora, cuando parecen que han sido salvados los mayores e inmediatos peligros de salud y con una convalecencia de duración y características por definir, habrá de verse si el persistente tabasqueño podrá mantener bajo control los diversos hilos que nunca ha dejado escapar de sus manos, en un esquema de trabajo que probablemente le hará reducir el ritmo viajero y el énfasis personal en todos los detalles importantes. La irrupción de lo cardiaco en la agenda opositora pone de relieve la importancia de alternativas consolidadas que puedan servir para relevos temporales o definitivos en casos críticos.
Dado el carácter personalísimo del liderazgo lopezobradorista, pocas opciones cultivadas y consolidadas están a la vista. El presidente del comité nacional de Morena, Martí Batres, está en un proceso de maduración que aún no pareciera suficiente para asumir a plenitud las riendas del partido y el movimiento. Ricardo Monreal era el candidato original y naturalmente considerado para liderar Morena, pero un desacuerdo de última hora, cuando el zacatecano aceptó integrarse a la bancada senatorial del Movimiento Ciudadano, contra la voluntad del tabasqueño, lo dejó fuera de la presidencia partidista y abrió las puertas a Batres. Marcelo Ebrard no se decidió a romper a tiempo con el PRD y pasar a Morena, y hoy su fuerza política pasa por una cuneta. Y no faltan quienes creen que en los cálculos deba inscribirse al propio Andrés Manuel López Beltrán, quien ayer transmitió el llamado de su padre para que hoy se monten los cercos al Senado.
Tales y otras incógnitas provienen del sorpresivo episodio médico vivido por AMLO, que se produce justamente en la víspera de que arranque el proceso legislativo que pretende desembocar en la aprobación de la mencionada reforma energética. Los senadores despachaban ayer a toda prisa el tema de la reforma política (con adiciones y correcciones ganadas por el panismo, que se convirtió en aliado clave del PRI en el último tramo), con la expectativa de iniciar hoy la tanda estelar, la energética. Los estrategas del priísmo gobernante harán diagnósticos de premuras o dosificaciones del ritmo legislativo reformista conforme al conocimiento privilegiado que lleguen a tener del estado de salud del tabasqueño, de las dificultades o facilidades operativas que mantenga respecto a la protesta en el Senado y sus vicisitudes, de los eventuales forcejeos subterráneos por la sucesión en el mando a corto o mediano plazos y de la durabilidad y fuerza que pueda tener el primer impulso emotivo de respaldo, en el cerco al Senado, al líder en su crisis de salud.
En el PRD, mientras tanto, ayer se vivían momentos de muy peculiar conversión combativa en las filas dominadas por la corriente conocida como los chuchos. Salieron a las calles, en marcha, con pancartas y consignas en contra de la privatización de Pemex. El súbito, relativo y negociable retorno del sol azteca al escaparate opositor callejero busca evitar que sólo sea visible el etiquetado como Morena. Su principal carta, la de una consulta popular en 2015, no es más que una maniobra dilatoria jurídicamente condenada de antemano al fracaso que, a la vez, significará el triunfo de la postura priísta en materia de energéticos.
Y, mientras el neoporfirismo se consolida, con las novedades releccionistas de la reforma política que permitirá la continuidad perniciosa de una clase política que de cualquier manera se la ha pasado entre diputaciones, senadurías, gubernaturas y cargos gubernamentales, pero ahora lo podrá hacer de manera más cínica, ¡hasta mañana!
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