Valentina Pizarro 09 Diciembre 2013
La contaminación y la pesca de arrastre están convirtiendo al océano en un mar de muerte.
En 2003, el marinero Ivan Macfadyen recorrió los mares de Australia, Osaka, Japón, Nueva Guinea y Estados Unidos en su pequeño barco. Esa vez, los pájaros rodearon el barco casi todo el viaje, en busca de peces. Para poder comer, Ivan lanzaba su caña de pescar y cazaba uno o dos peces. Su viaje por el océano fue hermoso, admirando su inmensidad y la cantidad de vida que habita en el mar. Delfines, ballenas, peces, pájaros, un sin fin de especies se encontró en su camino. Hoy, exactamente 10 años después, Macfadyen hizo el mismo viaje, y se llevó una horrible y desoladora sorpresa.
Cuando llegaron a Japón, se encontraron navegando en un mar de basura. Literalmente. Gran parte se debía a los restos que el mar se trajo con el tsunami de 2011. Macfadyen y su hermano encontraron nudos gigantes de cuerda sintética, hilo de pecar y redes; millones de pedazos de espuma de polietileno; manchas de petróleo y aceite; postes de luz con todo y cables que fueron arrancados por el tsunami; botellas de refresco; contenedores gigantes flotando en la superficie; una chimenea de una fábrica; y mucho más cosas.
El océano está roto, está muriendo, lo estamos matando con la pesca de arrastre, la contaminación, y parece que los gobiernos no se preocupan, que solo les importa producir y explotar los recursos, tanto en tierra como marinos, sin ver las repercusiones que esto tiene en el futuro, y también en el presente.
Macfadyen planea convocar a ministros del gobierno, esperando que ayuden. Más inmediatamente se acercará a los organizados de competencias marítimas de Australia para que enlisten marineros en un plan internacional que utilice marineros voluntarios para monitorear la basura de la vida marina.
Fuente: The ocean is broken
“Fue el silencio lo que hizo a este viaje distinto de todos los anteriores. El viento todavía azotaba las velas y chiflaba en las escotas. Las olas aún rompían contra el casco de fibra de vidrio. Y había muchos otros sonidos… Pero lo que faltaba eran los alaridos de los pájaros que, en viajes previos, habían rodeado al barco. Los pájaros faltaban porque los peces faltaban”.Hace 10 años, podía pescar y los peces picaban. En su último viaje, en 28 días solo consiguió dos peces. Un día que viajaban en este desolado mar que parece muerto, mientras navegaban al norte del ecuador, arriba de Nueva Guinea, los marineros vieron un gran barco pesquero trabajando en un arrecife a la distancia.
"Estuvo ahí toda la noche y todo el día. Y en la mañana nos dimos cuenta que habían mandado un bote de motor hacia nuestro barco. Obviamente me preocupé. Estábamos desarmados y los piratas están por todas partes en esas aguas. […] Pero no eran piratas, o al menos no en el sentido convencional. El bote llegó a nosotros y los malayos nos ofrecieron cinco bolsas de azúcar llenas de pescado. Era pescado bueno, grande, de todos los tipos. Algunos estaban frescos, pero algunos evidentemente habían estado en el sol por algún tiempo.Cuántos barcos de arrastre están acabando el océano poco a poco. Por eso el mar está muerto, por ellos ya no hay peces, gaviotas, ballenas... nada.
Les dijimos que no podíamos comer todo ese pescado, sólo éramos dos, sin lugar donde almacenar todo eso. Sólo se encogieron de hombros y nos dieron que los tiráramos por la borda. Que eso es lo iban a hacer de todas maneras.
Nos dijeron que esa sólo era una pequeña fracción de la pesca del día. Que ellos sólo estaban interesados en el atún y que para ellos todo lo demás era basura".
Cuando llegaron a Japón, se encontraron navegando en un mar de basura. Literalmente. Gran parte se debía a los restos que el mar se trajo con el tsunami de 2011. Macfadyen y su hermano encontraron nudos gigantes de cuerda sintética, hilo de pecar y redes; millones de pedazos de espuma de polietileno; manchas de petróleo y aceite; postes de luz con todo y cables que fueron arrancados por el tsunami; botellas de refresco; contenedores gigantes flotando en la superficie; una chimenea de una fábrica; y mucho más cosas.
“Estábamos serpenteando alrededor de toda la basura. Era como velear en un pozo de basura”.De regreso en New Castle, Ivan Macfadyen aún está tratando de asimilar el horror que vivió en su viaje. “El océano está roto”, dijo.
El océano está roto, está muriendo, lo estamos matando con la pesca de arrastre, la contaminación, y parece que los gobiernos no se preocupan, que solo les importa producir y explotar los recursos, tanto en tierra como marinos, sin ver las repercusiones que esto tiene en el futuro, y también en el presente.
Macfadyen planea convocar a ministros del gobierno, esperando que ayuden. Más inmediatamente se acercará a los organizados de competencias marítimas de Australia para que enlisten marineros en un plan internacional que utilice marineros voluntarios para monitorear la basura de la vida marina.
Fuente: The ocean is broken
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