Luis
Hernández Navarro
Un graffiti se le apareció
al fotógrafo mexicano Jorge Acevedo en 1984 caminando por las calles de Roma. Su
cámara recogió la imagen. En ella, los rostros de Carlos Marx y John Lennon se
fusionan en una sola faz. En la parte de abajo de la pared un letrero escrito
con aerosol bautiza al personaje: San Lennon.
La pintura forma parte de una creencia con fieles en casi todos
los rincones del planeta: el marxismo lennonismo. Una doctrina que disputa el
legado del exBeatle y reivindica su etapa políticamente más comprometida y
radical, como el sello distintivo de una época.
San Lennon. No es broma, a setenta y tres años de su
nacimiento, la herencia doctrinaria de Lennon sigue en disputa. Tanto es así
que, en 2008, el papa Benedicto XVI perdonó al músico
inglés la osadía de afirmar, en 1966 que “Los “Beatles son más famosos que
Jesucristo”. Condescendiente L´Osservatore Romano, el periódico del
Vaticano, publicó: “La declaración de John Lennon, que provocó una profunda
indignación, después de muchos años suena tan sólo como una fanfarronada de un
joven de clase trabajadora de Inglaterra que tuvo que afrontar un éxito
inesperado, después de crecer en la leyenda de Elvis Presley y del rock and
roll.” Y, aunque no está claro si la exculpación redimía a John de sus pecados y
le aseguraba un lugar en el más allá, los purpurados alabaron la música de Los
Beatles, porque, según ellos, “treinta y ocho años después de su ruptura, las
canciones con la firma Lennon-McCartney han mostrado una extraordinaria
resistencia al paso del tiempo, siendo fuente de inspiración para más de una
generación de músicos del pop”.
Graffiti en los estudios Abbey Road: John Lennon como el Che Guevara |
Parte de esta pelea es el libro, recientemente publicado por la
UNAM, John Lennon. Un humanista subversivo.
Coordinado por los doctores Elvira Concheiro, Carlos Arturo Flores y Julio
Muñoz, la obra se mete de lleno en el pleito por el legado del pensamiento
político del exBeatle. Uno de los autores, Juan Luis Concheiro, lo define como
“socialista intuitivo, partidario de la clase obrera, simpatizante de las
izquierdas radicales y de la revolución, e incluso, comunista”. En una semblanza
que él reconoce como muy parcial, Julio Muñoz lo caracteriza como radical,
romántico, feminista, icono del ateísmo, crítico de la familia, amante de la
verdad, orgulloso de sus raíces obreras, pacifista y revolucionario. Y René
Avilés Fabila lo ve como “algo más que un cantante, que un músico, era un
revolucionario sincero, un agitador, un provocador necesario, indispensable, un
tipo genial que no hizo más daño que llenarnos de excelente música y justas
propuestas de cambio”.
La hora de Los
Beatles
Que un centro de investigación de la unam publique un libro
sobre John Lennon puede parecer extraño, pero no lo es. La beatlemanía, como se
sabe, es un hecho arraigado, persistente y con raíces en la industria del
espectáculo mexicano. De hecho, aunque en una escala distinta a la de la década
de los sesenta y setenta del siglo pasado, sigue viva.
Han pasado ya muchos años desde que, en 1963, se comenzó a
escuchar el programa 7 Minutos y 90 Segundos con Los Beatles, producido
y conducido por Adolfo Fernández Zepeda. También de que, en Radio Éxitos, en el
790 de AM, el locutor descolgara el auricular del
teléfono y preguntaba al aire: “Bueno ¿por quién vota? ¿Por Los Beatles o por
los Monkees?”, aquella banda de Los Ángeles creada en 1966 para una comedia de
televisión que ejemplificaba a las mil maravillas la comercialización y
domesticación del rock. Y de que, en la pista de hielo Insurgentes (sí, había
lugares para patinaje sobre hielo en Ciudad de México antes de que Marcelo
Ebrard fuera jefe de gobierno), los duranguenses Dug Dug’s interpretaran al
cuarteto de Liverpool mejor de lo que el grupo inglés lo hacía en vivo. Sin
embargo, aún hoy, cuarenta años más tarde, en lo que debe ser todo un récord
digno de ser consignado en la Guía Guiness, Universal Stereo, trasmite
diez horas semanales del cuarteto de Liverpool.
Curiosa persistencia ésta de un grupo musical disuelto en 1970,
en la que sus fans se dividieron en torno a quienes defendían a Paul y
quienes estaban con John, y se atesoraban en la memoria todo tipo de anécdotas
sobre ellos, porque no podía darse uno el lujo de olvidarlas. Anécdotas que
servían, por ejemplo, para elevar los bonos de Lennon frente a Paul, como la del
encuentro entre los músicos y Cassius Clay, durante la primera gira de ellos a
Estados Unidos en 1964, cuando el más grande boxeador de todos los tiempos
estaba a punto de disputar a Sony Liston el título mundial.
John Lennon y Yoko Ono durante su protesta Bed-In, 1969 |
Originalmente, John propuso visitar al campeón, pero a Liston
le molestaron Los Beatles cuando los vio en el show de Ed Sullivan.
“¿Son estos hijos de puta por los que toda la gente grita? Mi perro toca mejor
la batería que el chico narizón”, dijo el boxeador.
Así que, en lugar de ver al campeón, se dirigieron al retador.
El encuentro tuvo lugar en el gimnasio donde entrenaba Clay, entre disparos de
cámaras fotográficas, payasadas y una histórica foto donde los cuatro de
Liverpool simulan sucumbir ante un demoledor golpe del pugilista.
Con la prensa fuera del pabellón, Cassius se sinceró con los
músicos y les soltó un gancho al hígado. “No son tan estúpidos como parecen”,
les dijo. Y Lennon, que era un fajador nato forjado en la ley de la calle, con
la paz en la boca y la guerra en el corazón, le reviró tremendo
uppercut que se impactó de lleno en su quijada: “Nosotros no, pero tú
sí.”
Cotilleos aparte, en nuestro país estaba ya en el aire la
disputa a muerte entre los seguidores de la línea folklorito/venceremos y los
integrantes informales del club de los huaraches de ante azul (Federico Arana
dixit), en torno a si era o no políticamente correcto escuchar rock, o
si quien lo hacía era un comparsa del imperialismo estadunidense. Algunos
amantes de la quena y el charango juzgaban por arriba del hombro desde las Peñas
convertidas en púlpito para celebrar el arte revolucionario, la debilidad de la
carne y del oído de quienes disfrutaban con los requintos y bajos de los agentes
del demonio colonial.
A su manera, cuatro décadas después, John Lennon. Un
humanista subversivo es un jab directo a la nariz de aquellos
Torquemadas que consideraban indigno de la revolución latinoamericana el
profesar culto laico a los huaraches de ante azul. Un ajuste de cuentas tan
elegante como un combate de Mohamed Alí. Como dicen Elvira Concheiro y Carlos
Arturo Flores en el prólogo del libro “The Beatles idearon un nuevo estilo al
expresar la rebelión que penetra el espíritu del tiempo y en esa medida fueron
una auténtica revolución.”
Los papeles de la
sedición
Fotos: socialistresistance.org |
Como apunta Pablo Espinoza en el libro, esta disputa por su
herencia se avivó a raíz de la desclasificación de los archivos secretos del
FBI sobre el músico, después de una batalla que el
historiador John Weiner libró desde 1981. Los últimos informes que el académico
obtuvo describen los detalles sobre los vínculos de Lennon con grupos de
izquierda y opositores a la guerra de Vietnam en Londres en la década de 1970,
pero no hay nada en ellos que indique que los funcionarios del gobierno
consideraban al exBeatle una amenaza seria a la seguridad nacional.
Ciertamente, Richard Nixon sospechaba que Lennon planeaba interrumpir la convención nacional republicana de 1972. Sin embargo, un informante policíaco aseguró a la agencia de seguridad que la eficacia del músico era limitada porque “estaba constantemente bajo la influencia de las drogas”.
Ciertamente, Richard Nixon sospechaba que Lennon planeaba interrumpir la convención nacional republicana de 1972. Sin embargo, un informante policíaco aseguró a la agencia de seguridad que la eficacia del músico era limitada porque “estaba constantemente bajo la influencia de las drogas”.
Lo que John Lennon. Un humanista subversivo señala se
debate en todo el mundo y, a pesar de que lleva años discutiéndose, tiene una
absoluta actualidad. Por ejemplo, desde la acera de enfrente y en dirección
opuesta, Maurice Hindle, entrevistador del artista de Liverpool, sostiene, en un
artículo publicado en The Guardian en 2010, que Lennon nunca fue un
radical de ultraizquierda. Su radicalismo –sostiene– fue un asunto de relativa
corta duración. Y pone como prueba que, en 1978, el músico escribió: “El error
más grande que Yoko y yo cometimos en ese período fue el permitirnos ser
influenciados por los machos revolucionarios serios y sus ideas locas acerca de
matar a la gente para salvarlos del capitalismo y/o del comunismo (dependiendo
de su punto de vista). Deberíamos haber conservado nuestra propia manera de
trabajar por la paz: los encamamientos, las vallas publicitarias, etcétera.”
La interminable controversia sobre la afiliación política de
Lennon volvió a subir de tono cuando el exoficial de inteligencia David Shayler,
al servicio del M15, la agencia de espionaje
británica, divulgó que el exBeatle financió con decenas de miles de libras
esterlinas al Ejército Republicano Irlandés (IRA). Ya
lo había hecho con el trotskista Partido Revolucionario de los Trabajadores.
Lennon retó al sistema como muy pocos músicos de rock lo han
hecho. Alejado de la filantropía que tanto viste a las estrellas de la industria
del entretenimiento, el exBeatle apostó por el compromiso internacionalista con
la transformación social. Arriesgó su carrera, su arte y su vida. La máquina
respondió con la burla y la persecución. No fue expulsado de Estados Unidos como
lo hicieron con Charles Chaplin, pero estuvo muy cerca de ser deportado. La
colección de ensayos que integran John Lennon. Un humanista subversivo
recrea esta trayectoria en un justo, conmovedor e informado homenaje a San
Lennon, ese héroe de la clase obrera, fundador del marxismo lennonismo,
inmortalizado en el efímero graffiti italiano.
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