Ciudad de México.– 
Parte de la explicación que Angélica Rivera Hurtado, Primera Dama de México, brindó el martes en la noche respecto a sus bienes inmuebles, fue la siguiente:
Una búsqueda en el Registro Público de Propiedad y Comercio del Distrito Federal (RPP), realizada en marzo de 2013 por este diario digital –tres años después de que las escrituras fueran emitidas a su favor- arrojó que en esta demarcación federal Angélica Rivera Hurtado no contaba con un solo bien registrado bajo su nombre.

Es decir, la casa de Paseo de las Palmas 1325, el inmueble al que decidió hacerle ampliaciones, hasta 2013, no estaba a su nombre en el Registro que guarda y ordena las escrituras con fines de transparencia para el mercado inmobiliario.

Una escritura pública es el documento que avala la propiedad de un ciudadano sobre un inmueble.

Contiene el sello de inscripción del Registro Público de la Propiedad y de Comercio del Distrito Federal con datos del antecedente registral que pueden ser: - Del libro (sección, serie, tomo, volumen, foja y partida) sin la inscripción es anterior a 1979, o – de folio si la inscripción fue posterior a 1979.

La casa que habitó Rivera Hurtado desde 2008 y que en 2010 le fue cedida, no fue registrada bajo su nombre por lo menos durante los tres años posteriores a la entrega.

Marzo de 2013 fue el momento en que Angélica Rivera Hurtado apareció en la escena pública.

De diciembre de 2012, cuando Enrique Peña Nieto tomó posesión como Presidente de México, hasta entonces, no había protagonizado ningún acto público.

En esa fecha, en el salón Adolfo López Mateos de la Residencia Oficial de Los Pinos, tomó posesión del consejo consultivo del Sistema Nacional del Desarrollo Integral para la Familia (DIF).

Una de las frases de su discurso fue: “La familia es el corazón que hace que México se mueva”.

La Presidencia de la República había anunciado para el 27 de febrero de 2013 la toma de protesta de Rivera Hurtado, pero la canceló la noche de la víspera, una hora después de la detención de la dirigente magisterial, Elba Esther Gordillo.

Pese a un perfil bajo y que no es funcionaria pública, la Primera Dama ha completado un cúmulo de preguntas a través de la Ley de Transparencia que confluyen en cuál es su fortuna y cuáles, sus gastos.

Una de las cuestiones más recurrentes a la Presidencia de la República es lo relativo al costo, duración, comitiva y hospedaje del viaje que realizó al Vaticano con motivo de la canonización de Juan Palo II y Juan XXIII.

Otra está relacionada con las remodelaciones que se le hicieron a la casa de Los Pinos para que ella y sus hijas pudieran habitarla.

México preside en estos momentos la Alianza de Gobiernos Abiertos, una agrupación de países que promueve la Transparencia como parte esencial de la democracia.

El concepto asumido por las naciones miembros es que la Ética, más que la Ley, debe regir la rendición de cuentas de los gobernantes y sus familias.

Ernesto Villanueva, del Instituto de Investigaciones Sociales de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) sostiene que México ha llegado a una edad democrática que ya no resiste la figura de una Primera Dama sin declaración de bienes completa y nítida, aun cuando ella no pertenezca al servicio burocrático.

Este año, la asociación civil Gestión Social (Gesoc) le propuso al Congreso de la Unión un formato de declaración patrimonial más estricto en el marco del debate de la Ley de Transparencia.

Esta exigencia debe tocar a cónyuges, hermanos e hijos de los servidores públicos.

Angélica Rivera Hurtado nació en el Distrito Federal y fue en esa demarcación donde completó 25 años de carrera televisiva.

En 1994, logró su primer primer rol protagónico como “La Dueña”, una novela cuya audiencia rompió los registros de Televisa.

Ella encarnó a una mujer que resurge de las cenizas por la traición de un hombre.

El guión que en los ochenta escribieron los venezolanos José Ignacio Cabrujas y Julio César Mármol fue retomado por Florinda Meza para Televisa.

Angélica Rivera apareció fuerte, poderosa, trabajadora, imparable.

No ocurrió de otro modo con “La Gaviota”, el personaje que le tatuó el apodo.

Nacida en el campo, fugitiva de los embates de la trata de personas, “La Gaviota” –ser construido por el colombiano Fernando Gaytán- llega a ser una ejecutiva con altas responsabilidades.

Y con dinero, dinero propio.