sábado, 11 de abril de 2009

Iztapalapa vuelve a transformar la Pasión en expresión colectiva

Por partida doble y desde hace 166 años, los vecinos acreditan su pertenencia y su fe

*Jairo, de ocho años de edad, confirma que el reparto de la escenificación es un frondoso árbol genealógico: “hace años mi abuelo fue nazareno; hoy es mi primera vez y me siento muy feliz”

Jorge Caballero

Ayer se efectuó por centésima sexagésima sexta ocasión la escenografía religiosa más fastuosa del continente, la Pasión de Cristo, en Iztapalapa, y como dice el manual del profeta en su tierra: Iztapalapa no apuesta a la producción de un hecho que parezca real, sino a crear una realidad comunitaria; no se trata de otorgarle novedad al drama más conocido de Occidente, sino de incorporar la Pasión a la autobiografía y transformarla en expresión colectiva.

El reparto de la puesta en escena es un frondoso árbol genealógico; hay familias que han aportado varios nazarenos, un par de Pilatos, numerosos judíos e incluso dos Cristos.

La seriedad y la emoción de los participantes hacen que la fiesta adquiera un aire de graduación a medio camino entre lo cívico y lo religioso. Por partida doble, los vecinos acreditan su pertenencia al pueblo de Iztapalapa y su fe cristiana.

Desde los primeros rayos de sol del Viernes Santo comenzó el peregrinar de numerosos nazarenos por la calle Aztecas, con sus cruces a cuestas. Delgadas, gruesas, labradas, con diferentes acabados, finamente lacadas, con relieves o sólo embadurnadas con petroleo.

La pasión por pertenecer a la Pasión se lleva en la información cromosomática, como confirma Jairo, de ocho años de edad, quien carga una cruz de dos metros de largo por 10 centímetros de grosor: “Desde que era más chico veía a los nazarenos cargar la cruz, y siempre quise hacerlo; hoy es mi primera vez y me siento feliz”. Jairo recorrió dos kilómetros con la cruz a cuestas; no lo hace por algún motivo específico sino para continuar la tradición. El niño agrega: “hace muchos años mi abuelo fue nazareno, me cuenta mi papá; ahora yo también soy uno”.

También están los veteranos, quienes por 40 años han sido soldados romanos, como Javier Espinosa y Marco Juárez, quienes coinciden en señalar: “a pesar de que se asegura que la religión está en un bache o en crisis, nosotros pensamos que la Pasión de Iztapalapa va creciendo. Hace 40 años, cuando decidimos participar, apenas llegaba a vernos gente de los ocho barrios, pero a partir de los años 80 del siglo pasado cobró un auge tremendo, hasta llegar a los 2 millones de visitantes en años recientes”.

La dupla diseña y confecciona los trajes de soldados romanos para todo el pelotón, 15 centauros. El primero dice: “antes los alquilábamos, pero con el paso del tiempo los diseñamos; ahora, con la crisis, hemos tenido que sacar las vestimentas que guardábamos como colección, para vestir a los nuevos elementos que se han sumando a nuestro batallón”.

Mientras, en la macroplaza, Poncio Pilatos se lava las manos y entrega a Jesús el Nazareno para su crucifixión; Judas Iscariote deambula por la misma plaza con la bolsita que contiene las 30 monedas por las que vendió a Dios hijo; claro, los evangelios canónicos aún no contemplan la inclusión de los recientes evangelios de Judas, los cuales dan una nueva visión a la supuesta vileza cometida. Después de los azotes inicia el vía crucis.

Como desde 1834, cayó una tímida lluvia

El Cristo comenzó su camino a la crucifixión de manera ortodoxa, como dictan los cánones, sin variación; la turba se hizo presente cuando arribó al cerro de la Estrella, donde un millón 600 mil personas esperaban ver cómo lo clavaban en la cruz. Fue entonces cuando la policía cerró el acceso para cortar el flujo de creyentes, lo que provocó una impresionante lluvia de botellas de agua vacías sobre los uniformados; la agresión a la autoridad fue celebrada por todos, hasta el propio Cristo esbozó una ligera sonrisa de complacencia.

Al final, Dios hijo fue crucificado como señala el evangelio de San Juan; el cielo que hasta ese momento había lucido despejado, se nubló, como ha sucedido prácticamente las 166 ocasiones de la representación de la Pasión de Cristo en Iztapalapa; incluso el Ave María se alzó por lo alto sobre el cerro de la Estrella como si con sus estrofas intentara fisurar las nubes para arrancarles algunas lágrimas. Una tímida lluvia cayó.

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