Luis Hernández Navarro
Hace 20 años, el 23 de abril de 1989, Elba Esther Gordillo fue designada dirigente nacional del sindicato magisterial con el voto de un solo hombre: Carlos Salinas de Gortari, entonces presidente de la República.
Por aquellos días medio millón de maestros ha-bían suspendido clases, tomado las calles del país e instalado un plantón en el centro de la ciudad de México. Exigían aumento de salarios y democracia sindical. El sueldo de un profesor de primaria era de aproximadamente 1.3 salarios mínimos. Carlos Jonguitud Barrios regenteaba el sindicato desde hacía 17 años.
Un par de días más tarde, con la unción presidencial a cuestas, la maestra se presentó a negociar con los disidentes en la oficina de la Secretaría de Educación Pública ubicada en la Plaza de Santo Domingo, cercada por miles de profesores. Los trabajadores democráticos de la educación abrieron un pequeño camino para que la nueva secretaria general entrara al edificio. Mientras ella caminaba rumbo al edificio sin mirar a los lados, haciendo como que no oía, la multitud rabiosa la insultó y con el puño en alto le gritó: “¡asesina!”
Dos décadas más tarde, el martes 21 de abril, en las mismas oficinas en las que fue increpada, Elba Esther se reunió con el nuevo secretario de Educación Pública, Alonso Lujambio. Se llamaron “amigos y colegas”. Y dos días después, junto a Felipe Calderón, en una ceremonia efectuada en una escuela del estado de México, en un discurso en el que pronunció 11 veces la palabra presidente, la maestra dijo al mandatario: “sin rubor, sin duda, sin complejos, le decimos que somos sus aliados”.
Curiosa alianza ésta. Varios indicadores ponen en duda que sea tan fuerte y estrecha como propala a su alrededor y como muchos comentaristas repiten. Por supuesto que existe para frenar el avance de la disidencia magisterial o para flexibilizar y privatizar la educación pública, pero, en otros aspectos, tiene un nivel de profundidad mucho menor que el que la teacher presume. Ni modos, pasa tanto tiempo en San Diego, California, que hay que escribir su sobrenombre en inglés.
Curiosa alianza. De los seis estados en los que se realizarán elecciones para gobernador este año, el Partido Nueva Alianza (Panal), el instrumento electoral de Elba Esther, sólo en uno, San Luis Potosí, marchará junto al Partido Acción Nacional (PAN). En cambio, en Campeche, Colima, Sonora y Querétaro se coligará con el Partido Revolucionario Institucional (PRI). Y en Nuevo León contenderá en solitario. Eso, a pesar de que la posibilidad de acción unificada entre el Panal y el gobierno en la Sultana del Norte fue reventada desde Los Pinos, lo que no impidió a la profesora ofrecer al gobernador Natividad González Parás que el magisterio de la entidad no daría ni un solo voto a Acción Nacional.
Algo similar acontece en el resto del país. En un momento en el que diversas encuestas apuntan a que el PAN ha perdido la mayoría de la intención de voto en los próximos comicios para diputados federales, el Panal decidió ir solo a la contienda.
Curiosa alianza en la que se le quitó a la Gordillo el control de la Lotería Nacional, una de las posiciones que le fueron entregadas desde el gobierno federal a comienzos del actual sexenio. Caído de la gracia de la maestra, Francisco Yáñez, durante años uno de sus principales operadores financieros, fue removido de la dirección del organismo, cooptado y protegido por la entonces secretaria de Educación Pública, Josefina Vázquez Mota, y por Agustín Carstens. Con él, sus protectores se allegaron información confidencial de valor estratégico.
En su lugar fue designado Miguel Ángel Jiménez, personaje cercano a la lideresa magisterial durante años, ahora alejado por los celos que le provocaba a ella la cercanía de Jiménez con los hombres en el poder: dos secretarios claves (Ernesto Cordero y Juan Camilo Mouriño) y nueve subsecretarios. La Gordillo debió conformarse con aparentar controlar un puesto del que, en realidad, perdió control.
Simultáneamente, el gobierno federal corteja a otra figura clave del grupo cercano a Elba Esther, conocido como la Banda de la Y: Miguel Ángel Yunes. Día a día, el actual director del ISSSTE, aspirante a la gubernatura de Veracruz, parece cada vez más cerca del Ejecutivo y más lejos de su antigua protectora.
Curiosa alianza en la que Germán Martínez, el dirigente nacional blanquiazul, convoca a una batalla cultural frente al PRI, la vieja política y el México autoritario, y uno de los ejemplos que cita sobre lo que no puede admitirse es, precisamente, lo que sucede con el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE).
Apenas el pasado 2 de abril, Martínez Cázares expresó vehemente su rechazo a que en materia educativa haya sindicatos sin rendición de cuentas, o que haya maestros que no van a clases y cobran, “o que haya maestros en desempeños políticos y públicos cobrando en el sindicato”.
Curiosa alianza en la que la prensa de derecha divulga, de a tiro por viaje, información contra Elba Esther Gordillo y el sindicato magisterial proveniente de filtraciones de círculos gubernamentales. Escándalo tras escándalo, la reputación de la maestra en la opinión pública es cada día peor, a pesar de todo el dinero que invierte en maquillarla.
Los actuales compromisos entre la teacher y Felipe Calderón tienen un plazo perentorio: los próximos comicios federales. Pasados éstos, habrá juego nuevo. Si, como se afirma, Alfonso Lujambio aspira a ser precandidato presidencial del PAN, tan pronto quede clara la nueva composición de fuerzas en la Cámara de Diputados, la relación con Elba tendrá que ser redefinida.
Mientras tanto, los gritos de indignación que los miles de maestros profirieron contra Elba Esther hace 20 años frente al edificio de la Secretaría de Educación Pública siguen sonando. Ilegítima fue su llegada a la dirección nacional del sindicato; ilegítima es su permanencia al frente de ese gremio.
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