Ricardo Alemán
Itinerario Político
27 de abril de 2009
Aún nadie sabe si se trató de una acertada estrategia mediática y de comunicación —ya que ante el brote epidémico de influenza porcina muchos ciudadanos no salieron de sus casas en el valle de México los pasados viernes, sábado y domingo—, o si de plano asistimos a una moderna versión de la invasión marciana de Orson Wells.
Aún nadie sabe si se trató de una acertada estrategia mediática y de comunicación —ya que ante el brote epidémico de influenza porcina muchos ciudadanos no salieron de sus casas en el valle de México los pasados viernes, sábado y domingo—, o si de plano asistimos a una moderna versión de la invasión marciana de Orson Wells.
Como se sabe, el 30 de octubre de 1938, Orson Wells provocó pánico colectivo en Nueva York al trasmitir por radio fragmentos del libro La guerra de los mundos —de H.G. Wells—, sobre la invasión de marcianos a la tierra, lo que marcó no sólo la apoteosis de la radio, sino el arranque del poder persuasivo de los medios electrónicos.
Casi 70 años después, resulta inédito el espectáculo de la ciudad más grande del mundo paralizada en todas sus actividades —igual que todo el valle de México—, a causa no de una invasión marciana, sino del mortal virus de la influenza porcina —mutación de la típica gripe humana—, para la cual no existe vacuna, aunque se tienen antivirales de notable efectividad cuando se detecta a tiempo.
¿Frente a qué tipo de fenómeno social estamos? ¿Podemos hablar de una impensable y veloz conciencia colectiva capaz de paralizar a millones de capitalinos —para quienes la fiesta no tiene horario ni fecha en el calendario—, ante una emergencia pandémica? ¿O simple y sencillamente asistimos a un episodio de miedo colectivo, ante el riesgo de contagio? De punzante sabiduría, el refranero popular parece ofrecer respuesta. Dice: “El miedo no anda en burro”. Buena respuesta, pero parcial. ¿Miedo a qué? ¿Por qué?
El miedo es —casi siempre— a lo desconocido. Se desató miedo colectivo por eso, porque pocos saben qué es la gripe porcina; porque todos fueron enterados de que es una nueva cepa y que no existe vacuna. Y que el contagio se puede producir con un simple saludo. ¿Quién no saluda de mano o de beso? Y frente a lo no conocido los habitantes del valle de México —entre ellos los chilangos, por más cosmopolitas, enterados y modernos que se dicen—, actúan bajo idéntica premisa que cualquier mortal: miedo a lo desconocido.
En efecto, nadie debía dudar del riesgo colectivo de contagio. Nadie debía escatimar medidas preventivas. Pero ningún gobierno, medio de comunicación o culto religioso debe estimular el miedo colectivo. Jugar con el miedo social también es jugar con fuego.
EN EL CAMINO
Y en su afán protagónico, Marcelo y Enrique pueden tropezar con una gripe. No se vale decir “puede ocurrir tal o cual”. Se requiere certeza: “Estamos preparados para tal, para cual”. Al tiempo. Mejor bailar la cumbia de la influenza.
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