Rodrigo Vera
¿Cómo pueden aliarse dos partidos que en su declaración de principios son francamente opuestos? ¿Cómo pueden explicar estas alianzas ante sus electores, cuando van contra las plataformas políticas que les pidieron impulsar? Esto sólo es posible porque dichos partidos no se conciben como representantes de nadie una vez que obtuvieron los votos, y sólo defienden sus intereses de élite en el poder, responde Enrique Dussel, prestigiado especialista en filosofía política.
Las alianzas electorales que, al margen de sus principios, actualmente están fraguando el PRD y el PAN para arrebatarle gubernaturas al PRI en los próximos comicios, son un reflejo más de “la profunda crisis y descomposición interna” por la que atraviesan los tres principales partidos del país, asegura Enrique Dussel, especialista en filosofía política.
El filósofo y catedrático universitario agrega con desencanto:
“Se comenta que esas alianzas electorales corromperán a los partidos. No es cierto. Los partidos ya están corrompidos. Desde hace tiempo atraviesan por una crisis de principios realmente espantosa.”
–¿Esas alianzas son entonces un problema menor?
–Son alianzas coyunturales que a los partidos ni les quitan ni les agregan nada. Pueden hacerlas sin deteriorarse más de lo que ya están. Con alianzas o sin alianzas, su profunda crisis y descomposición interna seguirán siendo las mismas.
–¿Se desdibujaron las peculiaridades ideológicas que los distinguían?
–Totalmente. El PRI, por ejemplo, no tiene más principios; ya ni siquiera sabe si es de izquierda o de derecha. Al PAN no le queda ninguno de los principios que le inculcaron sus fundadores; de aquella gente proba y honesta salieron panistas corruptos que hoy ganan sueldos estratosféricos. Y del PRD ni se diga: su presidente, Jesús Ortega, acaba de decir que su partido dejará de lado sus principios para emprender estas alianzas electorales.
“Todavía en su congreso de Oaxtepec, realizado en diciembre pasado, el PRD renovó sus principios y prometió darle importancia a la ética. Y ahora, a las primeras de cambio, dice que las alianzas están fuera de los principios. ¿De qué se trata? No hay ninguna coherencia. Lo cierto es que ni siquiera la más mínima alianza puede hacerse sin principios.
“Otro reflejo de la crisis de los partidos es que, actualmente, todos carecen de escuelas de formación de cuadros. Si un joven quiere entrar a un partido y dice: ‘Denme formación, quiero ser un profesional del partido’, seguramente lo pondrán a cargarle el portafolio a algún diputado para que le vaya aprendiendo sus malas mañas.”
Doctor en filosofía por la Universidad Complutense de Madrid y la Sorbona de París, Dussel es actualmente catedrático de filosofía política en la UAM-Iztapalapa. Es autor de varios libros, en los que analiza las formas del poder, entre ellos 20 tesis de política, Política de la liberación, Para una ética de la liberación latinoamericana y El encubrimiento del otro.
Una de las tesis centrales del filósofo es que el poder –“hilo conductor de toda la filosofía política”– reside originalmente en la comunidad, que lo delega a sus representantes, pero éstos suelen corromperse y ejercerlo en provecho propio, cayendo así en la “fetichización” del poder.
Entrevistado en su estudio de Coyoacán, en la Ciudad de México, Dussel asegura que esto es justamente lo que hoy ocurre con los partidos que ya empiezan a disputarse las gubernaturas.
“Por desgracia, los partidos tienen el monopolio de la política. Todos los aspirantes a las gubernaturas deben pasar por los partidos. No hay ninguna otra vía para que el ciudadano tenga participación”, dice.
Por lo pronto, el PRD y el PAN ya se aliaron para disputarle al PRI la gubernatura de Durango y están en negociaciones para hacerlo también con las de Oaxaca, Hidalgo, Puebla y Quintana Roo. Sólo aliándose, alegan, podrán romper los cacicazgos priistas en esos estados, pese a que en sus respectivas declaraciones de principios PRD y PAN guardan posturas opuestas.
El PRD, en el último documento sobre su “línea política”, producto de su congreso en Oaxtepec, claramente se autodefine como de “izquierda” y estipula que su “estrategia se finca en establecer una política de claro contraste y diferencia con las derechas del PRI y del PAN”, ya que estos partidos, dice, defienden “los intereses oligárquicos y el programa neoliberal” que tanto daño le han hecho al país.
Agrega el PRD que el PAN usurpó la Presidencia de la República en los comicios de 2006 y, ya en el poder, el blanquiazul “no combatió la corrupción, no impulsó la generación de empleos ni la consolidación democrática”, por lo que “el PAN es una derecha desgastada y deslegitimada”, a la que hay que oponerse “con congruencia teórica y práctica”.
El PRD –prosigue su documento doctrinal– aboga por los derechos “de las personas con preferencias sexuales diferentes”, así como por “el respeto a la libertad de la mujer para disponer de su cuerpo”, por lo que se abre a los matrimonios entre homosexuales y a la despenalización del aborto.
Muy al contrario, en su Proyección de principios de doctrina, el PAN rechaza tajantemente el aborto:
“El derecho a la vida humana es inviolable. Por ser fundamento de todos los demás derechos, debe ser respetado, garantizado y protegido por el Estado… nadie es dueño de la vida ni de la muerte… El embrión humano es persona. Tiene dignidad y derecho a la vida, a la identidad, a la protección por el Estado y la sociedad.”
Ahora, ambos partidos hacen a un lado esos lineamientos para aliarse electoralmente. El pasado lunes 1, Jesús Ortega y César Nava, presidente del PAN, aparecieron flanqueando y levantándole la mano a su candidato común para contender por la gubernatura de Durango, el expriista José Rosas Aispuro.
De espaldas a los “representados”
Acerca de los argumentos con que los líderes del PAN y del PRD han defendido su programa de alianza en varios estados, basados en la necesidad de acabar con los “cacicazgos del PRI”, comenta Dussel:
“En las elecciones del año 2000 tuvimos la experiencia del llamado voto útil y ya vimos lo que pasó: no se produjo el cambio, todo fue un desastre. Se piensa que todo termina con ganar la elección, pero no, el problema apenas empieza. ¿Cómo van a cogobernar dos partidos con principios distintos? Ese es el punto.
“Aunque también es cierto que en algunos estados hay cacicazgos y poderes corporativos del PRI que deben eliminarse. Éste sería el enemigo principal a vencer que puede justificar las alianzas, siempre y cuando en éstas se fijen compromisos claros y se lancen candidatos honestos, con un limpio historial político. Aún en este caso, también deben cumplirse ciertos principios políticos”.
–¿Cómo cuáles?
–En primer lugar debe cumplirse un principio, llamémoslo material, cuya finalidad es afirmar el desarrollo de la comunidad; procurarle alimento, vestido, medios de vida, hacer que el pueblo sea lo más feliz posible. En segundo lugar, que las decisiones sean democráticas, que en ellas participen los involucrados. Y por último, que las acciones emprendidas tengan factibilidad estratégica. Son tres principios universales de la política que no pueden conculcarse nunca.
“Cuando hay un enemigo principal a vencer, se han dado alianzas entre partidos que, por su declaración de principios, normalmente no podrían ir juntos. En Alemania, por citar un caso, el Partido Socialista llegó a gobernar con el Demócrata Cristiano. Algunos dirán que esto no es revolucionario, y así es”.
Sin embargo, Dussel insiste en que el actual pacto electoral entre el PRD y el PAN no garantiza a futuro un buen gobierno ni resuelve la crisis por la que atraviesan los partidos. Menciona algunas fallidas alianzas hechas anteriormente entre el PRD y otros partidos para ganar gubernaturas, como las que llevaron a Zeferino Torreblanca al gobierno de Guerrero y a Juan Sabines al de Chiapas.
“Así como en este momento el PRD y el PAN se están aliando para desplazar a los gobiernos priistas en algunos estados –agrega–, puede suceder que en el futuro el PRI y el PAN se junten para desplazar al gobierno perredista del Distrito Federal. A estas alturas todo es posible.
“De manera que las alianzas son completamente insatisfactorias. Lo importante es la reconstitución interna de cada partido, que empiecen por ser coherentes con sus principios. Un partido político es como un ejército que se lanza a la batalla electoral. Y ya lo han dicho algunos teóricos; en la guerra, lo principal es preservar al propio ejército. Si el ejército queda desarmado, ya ni guerra puede hacer. Ahí está el PRD, debilitado por sus divisiones internas y por no situarse claramente en la oposición.”
Para Dussel, sin embargo, lo más grave es que todas esas batallas entre partidos mermados y sin principios –que de pronto se alían y se enfrentan unos con otros– se están librando para su provecho propio, de espaldas a la comunidad que deberían representar.
“El problema central es que la gran mayoría de la población quedó excluida de la participación política; los partidos la han relegado, pero también el Congreso, los gobernadores… la clase gobernante. El pueblo quedó oprimido y excluido de la política. En México, son los supuestos representantes de la comunidad quienes realmente detentan el poder. Así, el poder quedó fetichizado en la representación.”
–¿Cómo se manifiesta esta fetichización del poder?
–El gobernante dice: ‘Ustedes me eligieron, ahora yo soy el poder y ustedes ya no cuentan’. De esta manera, todo lo político lo gestionan los elegidos, y el pueblo ya no tiene canales para hacer llegar sus dolores y las injusticias que sufre. Los más de 40 mil trabajadores electricistas que fueron despedidos realmente no cuentan; al gobierno no le importa golpear sus derechos, tiene al Ejército y a la policía para reprimirlos.
“Por otro lado, el fondo de toda la rebatinga de los políticos es ganar los salarios estratosféricos que les dejan los cargos de gobierno. Con esos sueldos ya no necesitan robar. Los partidos políticos se convirtieron en bolsas de trabajo donde se reparten gubernaturas, senadurías, diputaciones y alcaldías para los amigos y los miembros de la tribu.
“Mucha gente de izquierda que antes no ganaba más de 50 mil pesos mensuales, ahora gana salarios de 250 mil pesos. Se han convertido en verdaderos señorones. ¡Pura corrupción! Miembros del PRI, del PAN, del PRD, de todos los partidos, están metidos en esa lucha por el dinero y los cargos.
“El sistema judicial está igualmente fetichizado. Nadie lo puede tocar. Nuestros jueces se fijan ellos mismos salarios mensuales de 450 mil pesos, más los bonos millonarios de fin de año. Son unos ladrones los miembros de la Suprema Corte. Ahí los jueces demuestran que son injustos, ¿cómo van entonces a juzgar?
–¿No puede la política desligarse de la ética?
–Los principios éticos dan marcos de referencia para tomar decisiones. Si no existen esos marcos, vienen el zigzagueo, la contradicción y después la disolución. Los principios éticos se hacen normativos en el campo de la política. Por eso, en México es urgente emprender una reforma de Estado donde se pongan mecanismos como la revocación de mandato, para que sea la participación popular la que controle y juzgue a la representación.
“Todavía es muy común usar el término de ‘Estado soberano’, que es de hace un siglo. No, el único soberano es el pueblo, porque es el que delega el poder. En todo el mundo también está en crisis esa división del poder en los estratos del Ejecutivo, Legislativo y Judicial, y eso cualquier estudiante de derecho lo sabe.
“Algunos países tienen avances en ese sentido, como Noruega, donde los ciudadanos tienen facultades legales para fiscalizar y controlar a los jueces. En Bolivia ningún funcionario gana más que el presidente Evo Morales, cuyo salario es de 2 mil dólares mensuales, que vienen siendo unos 26 mil pesos mexicanos. Ese es el salario máximo”.
–¿Qué opina sobre la reforma política que está proponiendo el presidente Felipe Calderón?
–Son puros parches para darle continuidad al PAN en el poder. Y también para que, con su propuesta de segunda vuelta en las elecciones presidenciales, solamente el PAN y el PRI puedan elegir al presidente. Es pura corrupción. Una verdadera reforma implica una nueva concepción de Estado, donde el pueblo pueda fiscalizar a partidos, legisladores, gobernadores, alcaldes, jueces…
–En sus escritos, usted menciona que el poder fetichizado es una estatua de oro con pies de barro que suele derrumbarse…
–Sí, los grandes momentos creadores y de crecimiento son cuando el pueblo recupera el poder. Por principio, el poder reside en el pueblo. Pero tampoco soy ingenuo; las cosas no siempre terminan bien. Hay pueblos que han desaparecido por su propia irresponsabilidad.
Proceso 07/02/2010
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