Miguel Ángel Granados Chapa
10 May. 09/Reforma
Mientras que en el ámbito de la salud las autoridades salieron a dar la cara ante una contingencia, en los sectores económico y de seguridad los encargados de las dependencias federales se perciben borrosos
México está agobiado por al menos tres crisis que coexisten y se contagian, se agravan recíprocamente: no cede la inseguridad, que se manifiesta en decenas de ejecuciones ocurridas en todo el país todos los días; se ahonda la económica, pues hemos caído en la recesión, es decir en el retroceso, en el decrecimiento, empeorado por las medidas destinadas a frenar la emergencia sanitaria, de la que creímos pasaríamos mañana a la plena normalidad hasta saber que en seis estados no habrá retorno a clases porque en sus territorios aumenta el número de casos de influenza.
La criminalidad rampante no se limita a privar de la vida a personas, sino que a menudo las somete a tortura y tras la muerte procura eliminar los rastros mediante la inhumación clandestina y aun la incineración, todo lo cual habla de una libertad de movimientos que se contradice con los informes oficiales sobre la intensificación del combate a la delincuencia. En un paraje zacatecano, en el municipio de Río Grande, fueron hallados unos 20 kilogramos de cenizas, que se presume pueden corresponder a 12 cuerpos que habrían sido quemados después de la ejecución que alcanzó también a otras víctimas cuyos restos yacían en otro lugar del mismo municipio, no lejos de la presa El Cazadero. En este caso los restos de las víctimas denotaban que habían sido sometidas a tortura. Cerca de la frontera de Chihuahua con Nuevo México, en el poblado de Palomas de Villa, municipio de Janos, fueron localizadas dos narcofosas, con tres y cuatro cadáveres cada una.
Anteayer viernes, según la cuenta del diario Reforma, más de 20 personas fueron asesinadas. En Sinaloa hubo tres ejecuciones y apareció el cadáver de un militar, víctima de un levantón, la cada vez más socorrida manera de privar de la libertad a una persona, que después aparece asesinada. El domingo pasado, un joven militar estaba de vacaciones en su pueblo (perteneciente a una unidad castrense acantonada en Veracruz, visitaba a sus parientes en Huanacaxtle, en Sinaloa) cuando se lo llevaron unos desconocidos. Su cadáver fue hallado el jueves bajo un puente. Los levantones prosperan porque sus autores no son siquiera perseguidos. No hay noticia de que quienes practican esa conducta hayan sido procesados, entre otras razones porque acaso pertenecen a cuerpos oficiales. O al menos actúan como si en efecto formaran parte del Ejército o las policías. No se advierte estrategia alguna, un escrúpulo especial en las autoridades para castigar a los levantadores que devienen asesinos. Y como la impunidad no es privativa de ellos, no extraña que en Durango y Michoacán, tan castigados por la criminalidad, este viernes se produjeran nuevos crímenes incluida una decapitación.
A diferencia de las autoridades sanitarias, que hicieron acto de presencia para encarar la influenza, las encargadas de perseguir a los delincuentes tienen una conducta borrosa. Se dirá que más allá de la coyuntura se prepararan para acciones de mediano y largo plazo. Por ejemplo, la Secretaría de Seguridad Pública tiene en marcha una campaña de reclutamiento para las divisiones científica y de inteligencia de la policía federal, que por fin cuenta ya con su fundamento legal propio. Se trata, según el parecer oficial, de "incorporar hombres y mujeres con estudios universitarios, sin adicciones, sin vínculos con los delincuentes ni antecedentes penales". Pero mientras se trabaja de ese modo en la "vertiente estructural", en la que debería ser su complemento, la operativa, en el "combate frontal en contra de la delincuencia", subsiste la incapacidad que permite el abultamiento de las cifras de la criminalidad.
Semejante actitud impasible parece tener la porción del gobierno encargada de la crisis financiera y económica. Sobre todo el secretario Gerardo Ruiz Mateos comprueba que los reparos a su designación, por no alcanzar la talla adecuada, eran justificados. No hay un solo programa eficaz de enfrentamiento a la pauperización de la economía mexicana, y esa falta corresponde a su Secretaría, borrosa y borrable del organigrama de la administración federal. Es más visible la actuación de la Secretaría de Hacienda, pero a ella y a su titular, Agustín Carstens, los caracteriza el desatino de sus pronósticos o su pretensión de infundir confianza simulando que la situación es menos peor de lo que en realidad ocurre.
Hace siete semanas apenas Carstens, que hizo célebre su diagnóstico del catarrito, insistió en negar que la parálisis de la economía mexicana fuera tan pronunciada como la que otros voceros oficiales proclamaban. El secretario de Hacienda dijo entonces, después de que por meses había rehusado un pronóstico de tal naturaleza, que el Producto Interno Bruto resentiría una pérdida de 2 por ciento. Y el jueves, ante la prensa extranjera, como si con ello demorara el conocimiento de la mala noticia en México, no sólo reconoció que estamos ya en recesión, sino que admitió que la pérdida para la economía llegará a 4 por ciento, el doble de lo que calculaba hace menos de dos meses. En sintonía con su desatinada percepción de la realidad, los remedios anunciados para favorecer la recuperación son siempre de orden menor que los necesarios.
Supuso, por ejemplo, quizá influido por la visión optimista que a comienzos de mayo expresaron los responsables de encarar la emergencia sanitaria, que su secuela sería de corto alcance. Por eso incluyó un magro descuento en la aportación empresarial a la seguridad social durante junio y julio, sobre el supuesto de que después la recuperación permitirá el cobro de las cuotas completas. Pero ahora se multiplican los signos de que los efectos económicos de la crisis sanitaria, y su impacto en la situación económica general, no serán de corta duración. Véase en tal sentido lo que ocurre con el turismo, que ya venía a menos por la inseguridad y las dificultades financieras y económicas globales y ahora está al borde de la quiebra por la mala fama sanitaria que, con razón o sin ella, cobró de buenas a primeras nuestro país.
Ha habido un deficiente y hasta lamentable manejo de las consecuencias internacionales de nuestra epidemia de influenza. Aunque haya constancia de que ese mal afecta ya en mayor medida (por lo menos conforme a algunos indicadores) a Estados Unidos que a México, nuestro país en general y algunos de sus nacionales en particular han resentido la reacción temerosa, arbitraria, primitiva de algunos gobiernos. En vez de intentar el remedio de la situación mediante la diplomacia, la Cancillería se ha limitado a protestar por el mal trato a los mexicanos en China y otros países. Las víctimas de esa conducta ciertamente áspera, sin embargo, están expuestas, como lo están todos los mexicanos, a medidas que pueden incluir el aislamiento forzoso, carcelario casi, a que fueron sometidos en aquel país, porque el 25 de abril se publicó un decreto que otorga facultades al secretario de Salud para obrar como si las libertades personales y los derechos humanos no existieran.
En peores condiciones quedó la imagen mexicana tras el exabrupto del presidente Calderón respecto de nuestros presuntos ofensores. Antes de su arrebato podíamos válidamente exigir una satisfacción a quienes consideramos agresores. Hoy ya no es así, porque devolvimos agravios contra ofensas.
En el frente interno parecía que las severas medidas adoptadas por el gobierno federal y el de la Ciudad de México, y la resignada o activa colaboración de los gobernados producía el efecto esperado. Pero no será así. En vez de empezar a volver a la antigua normalidad tenemos que lidiar con la evidencia de que los datos con que se tomaron las decisiones de restablecer nuestras maneras de producir, consumir, formarnos y divertimos fueron erróneos o que el virus de la influenza no es tan fácilmente reductible y derrotable como en algún momento se creyó.
Por alguna de esas razones mañana no habrá clases en Jalisco, Hidalgo, Guerrero, Michoacán, Nayarit y San Luis Potosí, dejarán correr una semana más antes de intentar la vuelta a la normalidad. En Jalisco no sólo el sistema escolar entero continuará en receso hasta el 18 de mayo sino también el funcionamiento de los lugares de gran asistencia, como los estadios deportivos.
Vivimos, pues, una situación crítica en el manejo de las tres crisis que se nos imponen.
Correo electrónico: miguelangel@granadoschapa.com
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