• En todo el país aumentan los robos a trenes, en especial los que transportan maíz. Según la empresa Cargill, en los primeros meses de 2009 ha sufrido más robos de semillas que en todo el año pasado
MARCELA TURATI
María Jacoba Almanza comienza a salivar cuando pasa por las vías del tren. El camino está tapizado de granos de maíz en vez de piedras, y ella hambrienta.
--¡Mira qué bien harto de máiz! ¿Y ese es trigo, y esa es cebada, verdad?, dice emocionada a su nuera, al nieto y a la vecina que la acompañan por esas dunas a veces amarillas y a veces rojas. Se agacha, toma un puño de granos con el cuidado de quien encuentra un tesoro, y le sopla para quitarle el polvo. Empieza a hablar de las tortillas que podría cocinar con ese revoltijo de granos y piedras.
--No agarre, al rato que nos trasculquen los policías nos lo van a sacar, le advierte su nuera, que está flaca y lleva una bebé en brazos.
Mientras más avanzan, más aumenta el coraje de doña Jacoba.
--¿En qué les perjudica que levántenos todos esos granitos, los cuélemos, lo muélanos y nos háganos unas gorditas? Como si a la gente pobre no nos hiciera falta. Nos tratan como perros, y no, no somos rateros, somos pepenadotes, alega la doña furiosa; en la mano lleva una camiseta gris con manchas de sangre. Es de su hijo Jorge Arturo Almanza, encarcelado en el último operativo de policías municipales, estatales y federales contra las mafias de los robamáiz --como pronuncia ella--, que terminó convertido en razzia donde agarraron parejo.
La Vigilancia
La vigilancia comenzó un día después de que en las noticias aparecieron imágenes de cientos de celayenses esculcando trenes y llevándose sus cargamentos.
Los operativos policiacos multicorporaciones son nuevos en Celaya; no así la extraña tolerancia de la empresa Ferromex, de su guardia de seguridad privada y de la policía hacia los asaltos a los vagones. Tampoco la encarceladera de pobres.
El sol cala. Ellas atraviesan las vías, apuradas. Querían llenar sus bultos de maíz pero se arrepienten cuando unos chamacos atontados por "el diablo" que inhalan les exigen 30 pesos por recoger el cargamento tirado en sus territorios.
Es el kilómetro 289, colonia La Guajolota, y ellas son de la Santa Rita, donde el tren, avaro, no avienta nada.
KILÓMETRO 288. CUAUHTÉMOC
Vistas sus caras en el periódico, la banda de "los robamáiz" luce peligrosa. Son hombres despeinados --uno con un ojo hinchado, otro con el labio partido-- y tres greñeros de mujeres capturados en flagrancia el martes 10 de febrero, en pleno saqueo a trenes de Ferromex.
Según reportaron los diarios, tenían un cargamento de 140 costales de maíz, 10 de alimentos y 25 varillas en una camioneta gris estacionada en los alrededores. Según dicen esos diarios, salieron libres porque pagaron una fianza.
"Llevan 15 días encerrados, los sacaron de la casa y de otros lugares, los están dando como banda organizada y naiden se conocen", dice Rosa María Cerritos, la joven de 25 años que abre en la casa con paredes de ladrillo pelón y chorreadas de cemento petrificado, en la calle Avestruz. De ahí la policía sacó a su mamá, María Gasca (la mujer que los diarios señalan como la lideresa de la colonia Cuauhtémoc y posiblemente de los asaltatrenes) y a su hermano Gabriel, que esperaba acostado en la cama a que desocuparan el baño. Ella tuvo que llevarle zapatos a los separos, pues lo sacaron descalzo.
La misma Rosa fue detenida el día que "llegaron hartas patrullas", "echaron varios balazos" y detuvieron gente.
Mientras se toca el cuello, Rosa María dice que la soltaron en el Ministerio Público porque una mujer policía que la quería ahorcar le dejó marcas en el "pescuezo" ("no me jaló el cuerito, nomás me dejó sangre molida, luego me esposaron entre cuatro y me metieron a la patrulla"), y ya dentro del auto conoció al resto de los miembros de la supuesta banda de su madre: unos albañiles de la colonia Santa Rita, capturados cuando "iban a un colado" y no estaban cerca de las vías.
La gente dice que los agarraron porque traían la ropa llena de polvo blanco, el rastro que deja el maíz, aunque en su caso se trataba de cal.
A Rosa Gabriela Moreno se la llevaron por documentar los abusos, según se lee en otra queja levantada por la madre de la detenida, y en la que argumenta:
Los policías se metían al domicilio de los Cerritos y como los empezó a grabar con su celular porque vio cómo los golpeaban a sus vecinos, siendo esto lo que ocasionó el enojo de los policías, expresando uno de ellos sube a esa vieja por chismosa, la consignan a mi hija de forma infundada diciendo que ella participó en el robo de semillas al tren.
José Carmen Gutiérrez, el esposo de Rocío, la vecina metiche, alega que ella iba a una junta del kínder cuando se detuvo a tomar fotos; el tren llevaba dos horas parado.
El campesino Erasmo Castro --camisa de Halls, pantalón descosido-- carga unas fotos donde se ve a su esposa María Rebeca Guerrero (promotora del programa Oportunidades en la colonia) meticheando con una vecina desde el portón de su casa, y no se da cuenta que un policía está a punto de agarrarla.
Pronto la entrevista con la familia Cerritos se convierte en un desahogadero de vecinos que llegan a su casa a relatar abusos policiacos. Como el de la adolescente Teresa Ferrer, a quien aventaron unos policías que se metieron a su casa para capturar a su hermano, y del jalón aventó a su bebé, que se golpeó en la cabeza ("estaba como trabándose", dice la mamá-niña todavía asustada) y terminó en el hospital. (APRO)
A 20 kph
La orden que tienen todos los maquinistas de Ferromex es cruzar Celaya a 20 kilómetros por hora para no atropellar a nadie. Pero el 24 y el 25 de febrero recibieron la instrucción de no pitar para no incomodar a Felipe Calderón, de visita a la ciudad para presentar el Libramiento Ferroviario o Ferriférico, el proyecto para sacar las vías de la ciudad a fin de evitar embotellamientos y saqueos, así como, de paso, la concentración de migrantes hondureños en la ciudad. Durante el anuncio de la inversión de 4 mil millones de pesos en ese proyecto, Calderón estuvo acompañado por representantes de Ferromex y Kansas City Southern de México.
La semana pasada, la Comisión Federal de Competencia impuso una sanción económica récord a Ferromex y Ferrosur, subsidiarias del Grupo México y del Grupo Carso, por incurrir en prácticas monopólicas absolutas, por "(coludirse) para intercambiar información con el fin de fijar precios por los servicios de transportación ferroviaria que prestan ambas compañías", indicó un comunicado de Kansas.
Al Grupo México se le acusa de la muerte de 65 mineros en Pasta de Conchos por falta de inversión en medidas de seguridad.
Durante la estancia del presidente Calderón, a los pobres se les prohibió acercarse a los granos acumulados en las vías.
Al pasar lento el tren por Celaya suben personas a cortar las mangueras del aire o cerrar las llaves que frenan los carros. Otros abren las góndolas. Los niños palean los granos para que no se traben. Entre todos recogen el chorreadero de semillas. El tren tiene que frenar para no descarrilarse.
A la altura de las colonias Santa Teresita (conocida también como La Guajolota), Emiliano Zapata, Cuauhtémoc, Tierra y Libertad, Mariscala, Héroes de Nacozari, y el tramo Villagrán-Celaya-Salamanca, roban chatarra, varilla, cajas de juguetes, papel higiénico, anclas, semillas, azúcar, leche, refrigeradores, fayuca, polietileno...
"A los de Ferromex sí los roban, a los de Kansas no. Cuando robaron a los de Kansas, "los pollos" --así decimos a los de seguridad de Kansas porque se visten de amarillo-- fueron a la vecindad de los ratas a pasearse y a poner unas patadas, y los abogados se pusieron listos. No les volvieron a robar", dice el empleado de Ferromex.
Anécdotas
En Ferromex no hay conductor, maquinista o garrotero que no tenga un relato peliculesco:
--Antes los niños nos decían adiós, ahora nos agarran a pedradas, dice un maquinista.
--En La Guajolota vive "El Calavera", se dedica a parar trenes y entre todos le hacen su cooperación, dice un garrotero.
--La plaga de gente nos tira pedradas, ponen bardas de ladrillos en las vías, nos arrojan botellas con gasolina, hasta a balazos han querido frenarnos, y no conformes vienen a la máquina a quitarnos dinero, relojes, celulares --dice un maquinista que muestra las rejas de protección que tuvieron que instalar alrededor de los vidrios de la cabina, como si fueran taxis defeños--.
--A un chavo el tren se lo tragó, lo partió, y el mismo día del velorio nomás escucharon que pasaba un tren con cemento y todos se dejaron ir. Ni eso respetaron. Un día abrieron el tren a hachazos.
--Cuando cortaron el tren en Crespo avisé a la estación por radio: "Estos pinches rateros ya nos tiraron el tren", y uno de ellos mismos me contestó por la misma frecuencia: "¿Qué traes contra nosotros, cuáles pinches rateros?, orita vas a ver, ya sabemos quién eres". ¡Nos tienen intervenidos!".
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