Alejandro Hernández periodista asilado
Lunes 20 de junio de 2011
Gabriela Gutiérrez Medina | El Universal
Por avión, a pie, en coche. No importa. Llegan. Cerca de 40 mil mexicanos han salido del país para buscar refugio como asilados políticos en el extranjero desde que el presidente Felipe Calderón iniciara la guerra contra el narco. Más de 81 mil desde que Acción Nacional llegara a Los Pinos.
Uno de ellos fue Carlos Reyes, quien denunció, en 2001, las malversaciones del hoy extinto Partido de la Sociedad Nacionalista. Reyes Pérez llegó a Canadá tras dos días de viaje en carretera y siete autobuses, con 300 dólares en la cartera. “Me encerraron en un cuartito dos días, sin comida. Te tratan como si fueras un delincuente”, recuerda.
En septiembre de 2003, tras año y medio de trámite, formó parte del selecto 11% de los solicitantes de refugio que son aceptados en Canadá.
Las estadísticas de mexicanos en busca de asilo iban en ascenso hasta julio de 2009, cuando Canadá comenzó a pedirles visa; esta medida cerró las puertas para muchos. Las solicitudes cayeron a la mitad en 2010, después de que se habían triplicado de 2005 a 2009, de acuerdo con informes del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR).
De 7 mil 227 mexicanos que buscaron refugio en Canadá, 9 mil 532 lo hicieron en 2008; 7 mil 608 en los primeros siete meses de 2009, antes de que entrara en vigor el requisito de la visa. En 2010, sólo mil 199 pudieron ingresar a aquel país para pedir asilo.
Ahora EU sustituyó a Canadá como destino principal de los mexicanos que huyen en busca de refugio, aunque ahí corren con menos suerte, pues sólo dos de cada 100 son aprobados.
Uno de cada cuatro, de los 145 mil 761 mexicanos que han salido huyendo del país en busca de asilo en el extranjero entre 1992 y 2010, lo ha hecho en la presente administración.
La epidemia del miedo
“La ciudad donde vivo ya se hizo muy violenta y la verdad ya estamos enfadados y queremos pedir asilo político en Estados Unidos”, dice Nanis, en un foro de Yahoo México. “Recientemente mi familia y yo tuvimos incidentalmente ‘contacto’ con grupos delictivos, hubo extorsión y secuestro, pero nada reportado...”, pregunta Camus Negativo en otro post.
El miedo comienza a parecer una buena razón para salir del país. La estela roja que han dejado a su paso la lucha del gobierno contra el narcotráfico y los combates entre bandas por plazas suma 40 mil muertos y un sinnúmero de víctimas de otros delitos.
Pero las balas no son las únicas que dejan heridas, también lo hace el miedo, que se va tornando en un monstruo colectivo que impide que las heridas cicatricen; por el contrario, las infecta y hace que la psique social sufra.
En 2009, durante una audiencia con un subcomité del Congreso sobre México, John Leech, director en funciones de la Oficina Antinarcóticos de Departamento de Seguridad Interna, dijo que al incrementarse la violencia al sur de la frontera aumentaron las solicitudes de asilo de ciudadanos mexicanos.
En 2010, 2 mil 973 mexicanos solicitaron asilo al gobierno de Estados Unidos, contrastando con los 254 que lo pidieron en 2009, lo que representa una cifra récord y el incremento de 1000% en un solo año, lo que ubica a México como la segunda nación con mayor número de peticiones de este tipo dentro de las 10 que encabezan la lista, indica información del Servicio de Ciudadanía y Migración.
Mauricio Meschoulam, especialista en terrorismo, advierte que el fenómeno de violencia que se vive en las zonas de conflicto “en todo el país, aunque principalmente en el norte”, tiene por consecuencia que la sociedad magnifique la situación, logrando “contagiar el temor de forma horizontal (a amigos, familiares, vecinos) y vertical (de padres a hijos o viceversa). No digo que la situación no sea grave, sí lo es, es gravísima, pero no lo vemos tal cual es, porque no podemos ser objetivos”.
Pero en México sólo se lleva el conteo de los muertos, no el de los desplazados, de los que están sumidos en la depresión porque su contexto inmediato se ha vuelto inhóspito.
Jorge Álvarez Martínez, jefe del Programa de Intervención en Crisis de la Facultad de Psicología de la UNAM, dice que “todos resultamos víctimas de la violencia”, y explica que esto se debe a que la gente comienza “a percibir una situación de indefensión, sensación que crece ante la incertidumbre”.
Aunque no hay aún un estudio cuantitativo a nivel nacional del temor provocado por la violencia, en Durango se calcula que al menos 70% de la población sufre de estrés post traumático, de acuerdo con el Instituto de Salud Mental del Estado (ISMED).
“No hay dejo de soñar con Juárez”
Los periodistas Alejandro Hernández y Ricardo Chávez llegaron a El Paso, Texas, cada quien por su lado, sin conocerse. Uno de Durango; el otro, de Chihuahua. Tenían algo en común: temían por su vida de seguir en México.
“El día que salí al trabajo fue el último que vi mi casa. Jamás me lo hubiera imaginado”, recapitula Alejandro Hernández, camarógrafo, quien fue levantado durante la elaboración de una nota sobre Margarita Rojas, entonces directora del penal de Gómez Palacios, que presuntamente permitía a los reos salir de la cárcel a cometer actos ilícitos.
Fue liberado por sus captores cinco días después. El secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, dijo en rueda de prensa que se había tratado de un logro de la policía. “Mentía, pero me daba miedo desmentirlo”, dice.
Chávez, reportero policiaco para radio en Ciudad Juárez, recibía un sinnúmero de amenazas, pero una fue devastadora: asesinaron a sus sobrinos.
Al día siguiente se encontraba cruzando la frontera con su hermana, su esposa y sus cuatro hijos. Él y su esposa aún brincan cuando el teléfono suena de noche; en sus sueños siempre está su ciudad natal. “No hay una sola noche que no me sueñe en Juárez”.
“Sé que va a ser casi imposible que regrese, pero desde acá seguiré apoyando a mis compañeros”, asegura Chávez durante la entrevista.
El procedimiento para obtener el permiso de asilo político en Estados Unidos y Canadá dura, en promedio, entre dos y tres años.
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