lunes, 9 de enero de 2017

Tírenle al periodista


Hermann Bellinghausen
N
o hay manera de minimizarlo. En México los periodistas corren más peligro que en ningún otro lugar del mundo. Y vean qué mundo. En su reporte anual, Reporteros Sin Fronteras (RSF) concluye que el país más mortífero para ejercer el periodismo no es Siria, a pesar de los estragos de su guerra civil, sino México. Al fin del verano iban nueve reporteros asesinados. “Sombrío balance, al cual se suma una larga lista de grilletes a la libertad de expresión: violencia, corrupción generalizada, impunidad, ausencia de marco legal sólido –y notoriamente de una ley que regule la distribución de publicidad oficial–, obstáculos para tener acceso a la información pública, fuerte concentración de medios, falta de recursos, de infraestructura y reconocimiento a la profesión”, escribe Emmanuel Colombié (Reporters Sans Frontières 53, invierno de 2016, París).
Para la Federación Internacional de Periodistas (FIJ, por sus siglas en francés), con sede en Bruselas, México ocupa el tercer lugar, pero no contabiliza las desapariciones, sólo los decesos confirmados. Con 11 profesionales de los medios de comunicación muertos durante el desempeño de su trabajo en 2016, México ocupa el tercer lugar en el mundo de países con mayor número de periodistas que perdieron la vida de manera no accidental, superado sólo por Irak, con 15, y Afganistán, con 13 (Ap, 31/12/16). El total en el mundo fue de 93 profesionales caídos, 24 en América Latina (más de la mitad aquí y en Guatemala). La FIJ contabiliza a periodistas o miembros de medios de comunicación asesinados, víctimas de ataques con bombas o de fuego cruzado hasta el 29 de diciembre.
En números, América Latina es la tercera región. La primera es el mundo árabe y Medio Oriente, con 30 homicidios, seguido de Asia y el Pacífico, con 28. África sumó ocho y Europa, tres. Las cifras más elevadas corresponden a Irak (15), Afganistán (13), México (11), Yemen (8), Guatemala (6), Siria (6), India (5) y Pakistán (5). Nótese nuestra cercanía con Guatemala; no es casual esta cuota de vecinos, vamos en el mismo barco a un grado que nadie quiere aceptar; las fronteras mentales pesan mucho. La federación alerta de cierta complacencia ante las crecientes amenazas, las intimidaciones, la autocensuraNo debe haber impunidad para esos crímenes, declaró Philippe Leruth, presidente de la FIJ, que tiene 600 mil miembros en 140 países.
¿Quién es periodista en México? Hay cierta formalidad: quien trabaja para un medio identificado o frilancea y vende su información. Esta regla permitió regatear burocráticamente a Rubén Espinosa Becerril el estatus de periodista cuando fue asesinado en la colonia Narvarte el 31 de julio de 2015, quesque al momento el fotorreportero no le trabajaba a nadie.
Internet y otras herramientas han permitido el desarrollo de múltiples formas de divulgar las noticias, lo cual vuelve periodistas legítimos a muchos más. Adicionalmente, la expansión de redes sociales y aplicaciones instantáneas viene desencadenando una nueva crisis de audiencia para la prensa escrita, las grandes televisoras, la radiofonía tradicional y las agencias.
Bien sabemos que el asesinato no es la única forma de perseguir informadores. Amenazas, allanamientos, agresiones en la vía pública, hostigamiento judicial, linchamientos en línea. El despido de trabajadores críticos dentro de los grandes consorcios. La asfixia financiera a los medios fuera del control gubernamental, empresarial o del narco directamente. RSF identifica como los primeros expuestos a cronistas judiciales, reporteros de policía y especialistas en temas criminales, con frecuencia “ejecutados a sangre fría”. Colombié subraya: La mayor parte de estos crímenes quedan impunes por una razón muy simple: los funcionarios de justicia y las policías son masivamente corruptos y en ciertas regiones van al son que marcan los cárteles. En 2016 RSF calificó a Veracruz de lugar de intervención prioritaria debido al alarmante riesgo allí para el periodismo; le siguen Chihuahua, Guerrero, Michoacán y Oaxaca.
Recordemos la atormentada fijeza del gran Charles Bowden ante los miles de ejecutados –en particular sus colegas locales– en Ciudad Juárez y otras partes de la frontera. Después de darnos Murder City y Sicario, el dolor le rompió literalmente el corazón en 2014. En este país nos hemos convertido, estimado Chuck, donde murder is fun, investigarlo no.

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