Lunes, 25/02/2013 9:32
Le decían El Químico. Ahora le dicen el corrupto. Hace más de seis años, en su casa de Villahermosa se hacían filas de personas para saludarlo, para recibir sus pócimas y ser surtidos del medicamento del milagro. Atendía y curaba con desinterés a los débiles. Ahora hay filas de personas que le persiguen pero las caras no son de angustia sino de enojo. También son desposeídos, pero de dinero. Son los acreedores.
"Mi padre decía: mira abajo, no mires arriba. Despréndete de algo si lo puedes hacer. No te daña", decía antes de ser gobernador el químico Andrés Granier. Tenía fama de bueno. Ahora ganó la fama de pillo.
Tabasco, una vez más, paga las consecuencias de un gobierno del hurto. Un viejo lobo de mar, Arturo Núñez, luego de ganar la elección de gobernador entró a la Quinta Grijalva para encontrarla vacía de enseres pero repleta de personal. La casa de gobierno era en sí misma la muestra del dispendio y del abuso.
Núñez develó hace unos días las malas cuentas que recibe. Una deuda cercana a los 18 mil millones de pesos y no de 10 mil como fue lo reportado por su antecesor. Deudas a proveedores por más de 2 mil millones de pesos; mil 918 millones de pesos perdidos de fondos federales. El servicio público de salud en deplorables condiciones y el ahondamiento de la pobreza en la entidad rematan la catástrofe.
¿Qué le sucedió al químico honorable? ¿Qué fórmula aplicó para convertirlo en un asaltante del erario? ¿Por qué en los sexenios presidenciales panistas los gobernadores se convirtieron en algo más que virreyes? Desfalcaron arcas, trucaron comprobantes, alteraron cuentas. El propio Arturo Núñez acusó la falsificación y el robo de pruebas y documentos.
El lamento de Arturo Núñez coincidió con la presentación de las auditorías de la cuenta pública del 2011, penúltimo del gobierno de Felipe Calderón. No precisamente el conocido como Año de Hidalgo, ése sería el 2012, pero sí aquel del esplendor de las uñas de los calderonistas. La radiografía abierta por la Auditoría Superior de la Federación localiza las zonas de los males y algo más que tumores.
La Auditoría Superior de la Federación (ASF) diagnosticó una conducta, una manera de gobernar, un estilo, una forma, un modelo. Porque los panistas también eran como Granier. Decían que ayudarían al prójimo, que velarían por el dinero de los contribuyentes, que amarrarían las manos de los corruptos.
Granier, como Moreira, como Ulises Ruiz, como Mario Marín y tantos y tantos, florecieron en el ambiente de la corrupción tolerada, animada, estimulada desde el poder federal.
La Estela de Pus es el emblema. El costo inicial de la obra se estimaba en unos 340 millones de pesos y debería entregarse en agosto de 2010. La ASF determinó que solamente el monto de sobreprecio e irregularidades fue de 400 millones de pesos de una obra que demoró dos años más. Por comprar acero y cemento a precio de oro se sobregiraron en 249 millones de pesos; a eso se adicionan más de 150 millones de pesos en irregularidades varias, según estimó la Auditoría.
El costo total de la Estela de Pus rondaría en los mil 300 millones de pesos. Es decir, el costo por centímetro del monumento salió en unos 100 mil pesos.
Vaya desfalco. Sin ningún preso por el asalto.
Dentro de sus revelaciones la ASF advierte que la Secretaría de Hacienda fue omisa en el control de los endeudamientos de los estados.
Los funcionarios de Hacienda se hicieron rosca en la verificación y autentificación de información que condujo a endeudamientos enormes de gobernadores y alcaldes. La irregularidad linda en los 48 mil millones de pesos, es decir en unas 48 estelitas que cuelgan de los escritorios de estos impolutos funcionarios.
Cada año, cada trienio o cada sexenio se habla de la urgencia de la reforma fiscal. Se debate sobre las dificultades en la recaudación, y se hinca el diente sobre todos los mecanismos posibles para atrapar al pequeño contribuyente.
Los grandes contribuyentes que evaden las trancas, al final siempre serán bien recompensados. Según la misma Auditoría, el 77 por ciento de las devoluciones de impuestos del SAT fueron para grandes contribuyentes. De 284 millones de pesos devueltos en 2011, 219 millones retornaron a grandes compañías con despachos defensores muy truchas que saben pelear el dinero con la misma voracidad con la que Andrés Granier y su familia lo hicieron en Tabasco.
La pinza de la irregularidad en el gasto público se cierra en la Secretaría de Hacienda. El propio Humberto Moreira para su monstruoso endeudamiento derivado a la vez en el enriquecimiento ilícito de sus operadores confesó que funcionarios de Hacienda prestaron los servicios indispensables, incluso aquellos que tuvieron que ver con la falsificación de documentos.
Es imperdonable el saqueo. Peor es la complicidad. El químico Granier puso las pócimas, el laboratorio tenía a sus aliados en las esferas federales. Sí, entre los que se dicen químicamente puros.
Reforma
25/02/2013
"Mi padre decía: mira abajo, no mires arriba. Despréndete de algo si lo puedes hacer. No te daña", decía antes de ser gobernador el químico Andrés Granier. Tenía fama de bueno. Ahora ganó la fama de pillo.
Tabasco, una vez más, paga las consecuencias de un gobierno del hurto. Un viejo lobo de mar, Arturo Núñez, luego de ganar la elección de gobernador entró a la Quinta Grijalva para encontrarla vacía de enseres pero repleta de personal. La casa de gobierno era en sí misma la muestra del dispendio y del abuso.
Núñez develó hace unos días las malas cuentas que recibe. Una deuda cercana a los 18 mil millones de pesos y no de 10 mil como fue lo reportado por su antecesor. Deudas a proveedores por más de 2 mil millones de pesos; mil 918 millones de pesos perdidos de fondos federales. El servicio público de salud en deplorables condiciones y el ahondamiento de la pobreza en la entidad rematan la catástrofe.
¿Qué le sucedió al químico honorable? ¿Qué fórmula aplicó para convertirlo en un asaltante del erario? ¿Por qué en los sexenios presidenciales panistas los gobernadores se convirtieron en algo más que virreyes? Desfalcaron arcas, trucaron comprobantes, alteraron cuentas. El propio Arturo Núñez acusó la falsificación y el robo de pruebas y documentos.
El lamento de Arturo Núñez coincidió con la presentación de las auditorías de la cuenta pública del 2011, penúltimo del gobierno de Felipe Calderón. No precisamente el conocido como Año de Hidalgo, ése sería el 2012, pero sí aquel del esplendor de las uñas de los calderonistas. La radiografía abierta por la Auditoría Superior de la Federación localiza las zonas de los males y algo más que tumores.
La Auditoría Superior de la Federación (ASF) diagnosticó una conducta, una manera de gobernar, un estilo, una forma, un modelo. Porque los panistas también eran como Granier. Decían que ayudarían al prójimo, que velarían por el dinero de los contribuyentes, que amarrarían las manos de los corruptos.
Granier, como Moreira, como Ulises Ruiz, como Mario Marín y tantos y tantos, florecieron en el ambiente de la corrupción tolerada, animada, estimulada desde el poder federal.
La Estela de Pus es el emblema. El costo inicial de la obra se estimaba en unos 340 millones de pesos y debería entregarse en agosto de 2010. La ASF determinó que solamente el monto de sobreprecio e irregularidades fue de 400 millones de pesos de una obra que demoró dos años más. Por comprar acero y cemento a precio de oro se sobregiraron en 249 millones de pesos; a eso se adicionan más de 150 millones de pesos en irregularidades varias, según estimó la Auditoría.
El costo total de la Estela de Pus rondaría en los mil 300 millones de pesos. Es decir, el costo por centímetro del monumento salió en unos 100 mil pesos.
Vaya desfalco. Sin ningún preso por el asalto.
Dentro de sus revelaciones la ASF advierte que la Secretaría de Hacienda fue omisa en el control de los endeudamientos de los estados.
Los funcionarios de Hacienda se hicieron rosca en la verificación y autentificación de información que condujo a endeudamientos enormes de gobernadores y alcaldes. La irregularidad linda en los 48 mil millones de pesos, es decir en unas 48 estelitas que cuelgan de los escritorios de estos impolutos funcionarios.
Cada año, cada trienio o cada sexenio se habla de la urgencia de la reforma fiscal. Se debate sobre las dificultades en la recaudación, y se hinca el diente sobre todos los mecanismos posibles para atrapar al pequeño contribuyente.
Los grandes contribuyentes que evaden las trancas, al final siempre serán bien recompensados. Según la misma Auditoría, el 77 por ciento de las devoluciones de impuestos del SAT fueron para grandes contribuyentes. De 284 millones de pesos devueltos en 2011, 219 millones retornaron a grandes compañías con despachos defensores muy truchas que saben pelear el dinero con la misma voracidad con la que Andrés Granier y su familia lo hicieron en Tabasco.
La pinza de la irregularidad en el gasto público se cierra en la Secretaría de Hacienda. El propio Humberto Moreira para su monstruoso endeudamiento derivado a la vez en el enriquecimiento ilícito de sus operadores confesó que funcionarios de Hacienda prestaron los servicios indispensables, incluso aquellos que tuvieron que ver con la falsificación de documentos.
Es imperdonable el saqueo. Peor es la complicidad. El químico Granier puso las pócimas, el laboratorio tenía a sus aliados en las esferas federales. Sí, entre los que se dicen químicamente puros.
Reforma
25/02/2013
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