Macario Schettino
Anunció el Seguro Social que no tendrá para pagar pensiones a sus trabajadores a partir de 2012. Para los demás, tampoco. En realidad, las pensiones en México las estamos pagando con impuestos, que se transfieren a IMSS e ISSSTE año tras año. En 1996, las pensiones costaban un punto del PIB; en el año 2000 eran ya 1.2%. En 2009 fueron 2.2 puntos, y todo indica que alcanzaremos tres puntos del PIB para el 2015. Hoy, la mitad del IVA que se recauda se va a pagar pensiones; será el 75% en cinco años.
Como se sabe, o debería saberse, el problema de las pensiones, como buena parte de los problemas económicos que tenemos, provienen de decisiones tomadas en los años setenta, o incluso antes. En el caso del IMSS, desde su misma fundación en 1943, como lo recordó Ortiz Mena en su libro sobre la economía de México en sus tiempos. Sigue siendo paradójico que una de las instituciones que más festejan los defensores del nacionalismo revolucionario haya nacido quebrada, y que hoy ponga en riesgo las finanzas públicas completas.
Conviene recordar que México fue un fracaso durante el siglo XX, y que buena parte de ese fracaso aún no lo hemos pagado, está pendiente. Conviene irse a los datos para comprobar que sólo Argentina hizo las cosas peor que nosotros durante el siglo pasado. Conviene olvidarse de lugares comunes y creencias para irnos a la información, y apercibirnos de cómo desaprovechamos grandes oportunidades por experimentar con un modelo colectivista, lo más cercano posible al comunismo teniendo frontera con Estados Unidos.
Estas afirmaciones suelen molestar a muchos lectores. En su mente, el fracaso de México es producto del neoliberalismo, que en su imaginación inicia en 1982 y por lo mismo carga con las crisis de la década. De nada sirve explicarles, con todos los datos en la mano, cómo desde 1965 hasta 1981, el régimen de la Revolución, para mantenerse en el poder, endeudó al país para fingir un crecimiento inexistente. Menos aún podrán comprender cómo en esos años se decidió ampliar las prebendas de los sindicatos del gobierno, al mismo tiempo que crecía su plantilla. Que son precisamente las pensiones hoy impagables.
No pueden aceptar que de 1940 a 1965, México creció simplemente porque todo el mundo crecía, y porque ocupamos recursos ociosos. Nada de “milagro económico”, simple arrastre y agotamiento. Mucho menos recordarán cómo el nivel de la economía en 1910, cuando se fue Porfirio, lo recuperamos hasta 1939. Por eso nunca se acuerdan de esas cifras, porque si las tomaran en cuenta, resultaría que durante el Porfiriato se creció más que durante el régimen de la Revolución. Es tanta la diferencia en crecimiento que si el ritmo que tuvimos entre 1895 y 1910 se hubiese mantenido (sin “milagros económicos” ni “desarrollos”), hoy todos los mexicanos tendríamos al menos el doble de ingreso que hoy tenemos.
Y es que de ese tamaño es el fracaso. No sólo tenemos hoy la mitad de lo que deberíamos, sino que además enfrentamos inmensas deudas, como las pensiones, y hemos agotado nuestros recursos. Por repartir tierra y sembrarla sin sentido, somos de los países con mayor deforestación y erosión en el mundo. Por no querer pagar, agotamos el segundo manto petrolero más grande del mundo. Por querer adoctrinar a nuestros niños en la adoración del régimen, los hemos convertido en incapaces, que no pueden leer ni escribir, pero que se han aprendido de memoria los cuentos del glorioso pasado indígena, de la epopeya nacional y de la primera revolución social del siglo XX.
El hecho, claro y contundente, es que este país quebró en 1981. O, mejor dicho, fue quebrado, prácticamente destruido, por quienes gobernaron a México. Por el régimen de la Revolución, que, como todos los demás experimentos colectivistas, fue un fracaso total.
A diferencia de la mayoría de las naciones en donde estos experimentos ocurrieron, nosotros nos encontramos el petróleo, y con eso pospusimos la decisión fundamental por 30 años. Los demás abandonaron el experimento, lo repudiaron y se transformaron. Unos mejor que otros, pero todos lo hicieron.
Nosotros no. No sólo no hemos repudiado el experimento: lo festejamos. Así que en este mes del Centenario de la Revolución me dedicaré, una vez más, a desmontar el mito y a promover el repudio de ese régimen que dejó a México al borde del desastre. Porque ahora que el petróleo llega a su fin, la decisión regresa: repudiemos al régimen de la Revolución y salvemos lo que queda.
www.macario.com.mx @mschetti
Profesor de Humanidades del ITESM-CCM
Anunció el Seguro Social que no tendrá para pagar pensiones a sus trabajadores a partir de 2012. Para los demás, tampoco. En realidad, las pensiones en México las estamos pagando con impuestos, que se transfieren a IMSS e ISSSTE año tras año. En 1996, las pensiones costaban un punto del PIB; en el año 2000 eran ya 1.2%. En 2009 fueron 2.2 puntos, y todo indica que alcanzaremos tres puntos del PIB para el 2015. Hoy, la mitad del IVA que se recauda se va a pagar pensiones; será el 75% en cinco años.
Como se sabe, o debería saberse, el problema de las pensiones, como buena parte de los problemas económicos que tenemos, provienen de decisiones tomadas en los años setenta, o incluso antes. En el caso del IMSS, desde su misma fundación en 1943, como lo recordó Ortiz Mena en su libro sobre la economía de México en sus tiempos. Sigue siendo paradójico que una de las instituciones que más festejan los defensores del nacionalismo revolucionario haya nacido quebrada, y que hoy ponga en riesgo las finanzas públicas completas.
Conviene recordar que México fue un fracaso durante el siglo XX, y que buena parte de ese fracaso aún no lo hemos pagado, está pendiente. Conviene irse a los datos para comprobar que sólo Argentina hizo las cosas peor que nosotros durante el siglo pasado. Conviene olvidarse de lugares comunes y creencias para irnos a la información, y apercibirnos de cómo desaprovechamos grandes oportunidades por experimentar con un modelo colectivista, lo más cercano posible al comunismo teniendo frontera con Estados Unidos.
Estas afirmaciones suelen molestar a muchos lectores. En su mente, el fracaso de México es producto del neoliberalismo, que en su imaginación inicia en 1982 y por lo mismo carga con las crisis de la década. De nada sirve explicarles, con todos los datos en la mano, cómo desde 1965 hasta 1981, el régimen de la Revolución, para mantenerse en el poder, endeudó al país para fingir un crecimiento inexistente. Menos aún podrán comprender cómo en esos años se decidió ampliar las prebendas de los sindicatos del gobierno, al mismo tiempo que crecía su plantilla. Que son precisamente las pensiones hoy impagables.
No pueden aceptar que de 1940 a 1965, México creció simplemente porque todo el mundo crecía, y porque ocupamos recursos ociosos. Nada de “milagro económico”, simple arrastre y agotamiento. Mucho menos recordarán cómo el nivel de la economía en 1910, cuando se fue Porfirio, lo recuperamos hasta 1939. Por eso nunca se acuerdan de esas cifras, porque si las tomaran en cuenta, resultaría que durante el Porfiriato se creció más que durante el régimen de la Revolución. Es tanta la diferencia en crecimiento que si el ritmo que tuvimos entre 1895 y 1910 se hubiese mantenido (sin “milagros económicos” ni “desarrollos”), hoy todos los mexicanos tendríamos al menos el doble de ingreso que hoy tenemos.
Y es que de ese tamaño es el fracaso. No sólo tenemos hoy la mitad de lo que deberíamos, sino que además enfrentamos inmensas deudas, como las pensiones, y hemos agotado nuestros recursos. Por repartir tierra y sembrarla sin sentido, somos de los países con mayor deforestación y erosión en el mundo. Por no querer pagar, agotamos el segundo manto petrolero más grande del mundo. Por querer adoctrinar a nuestros niños en la adoración del régimen, los hemos convertido en incapaces, que no pueden leer ni escribir, pero que se han aprendido de memoria los cuentos del glorioso pasado indígena, de la epopeya nacional y de la primera revolución social del siglo XX.
El hecho, claro y contundente, es que este país quebró en 1981. O, mejor dicho, fue quebrado, prácticamente destruido, por quienes gobernaron a México. Por el régimen de la Revolución, que, como todos los demás experimentos colectivistas, fue un fracaso total.
A diferencia de la mayoría de las naciones en donde estos experimentos ocurrieron, nosotros nos encontramos el petróleo, y con eso pospusimos la decisión fundamental por 30 años. Los demás abandonaron el experimento, lo repudiaron y se transformaron. Unos mejor que otros, pero todos lo hicieron.
Nosotros no. No sólo no hemos repudiado el experimento: lo festejamos. Así que en este mes del Centenario de la Revolución me dedicaré, una vez más, a desmontar el mito y a promover el repudio de ese régimen que dejó a México al borde del desastre. Porque ahora que el petróleo llega a su fin, la decisión regresa: repudiemos al régimen de la Revolución y salvemos lo que queda.
www.macario.com.mx @mschetti
Profesor de Humanidades del ITESM-CCM
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