Son mujeres con varias coincidencias: viven en la pobreza, sin tierras o propiedades, enfermas, asistidas por sus familiares, fueron segundas esposas de los ex combatientes zapatistas, se casaron o juntaron en edad madura y por lo tanto, la mayoría, no procrearon
Sábado 20 de noviembre de 2010
ANENECUILCO
Llegan de todas partes del estado, la mayoría con ayuda de sus familiares. Tienen debilidad visual, pues alcanzan casi los 90 años y algunas, como doña Constancia Reyes García con 107 años, difícilmente mantiene una conversación. Respira con apuros y su diestra nunca abandona un pañuelo para enjugarse las lágrimas que escurren ocasionalmente cuando evoca la etapa al lado de su esposo, el capitán primero Víctor Neri de Cortés, ex combatiente en la Revolución.
Son mujeres con varias coincidencias: viven en la pobreza, sin tierras o propiedades, enfermas, asistidas por sus familiares, fueron segundas esposas de los ex combatientes zapatistas, se casaron o juntaron en edad madura y por lo tanto, la mayoría, no procrearon.
Son 26 viudas de soldados, capitanes y generales brigadier que se levantaron en armas al lado del general Emiliano Zapata y por ello desde la década de los 80 son merecedoras de una pensión mensual del gobierno morelense, gestionada desde 1983 por Mateo Zapata, hijo del Caudillo del Sur, a través del Instituto Pro Veteranos de la Revolución del Sur.
A la muerte del menor de la dinastía Zapata, en enero de 2007, su nieto Édgard Castro Zapata asumió la responsabilidad de continuar con la gestión ante el gobierno de Morelos.
A través de los años, la suma económica de apoyo no ha sufrido alteraciones, aunque la distribución de los recursos se ajusta a las jerarquías de los ex combatientes. Por ejemplo, a las viudas de los ex generales se les da una mensualidad de 700 pesos, las ex esposas de los capitanes reciben 600 pesos y las mujeres de los soldados rasos cobran 500 pesos.
Castro Zapata dice que las viudas también reciben un apoyo semestral de 4 mil 700 pesos —783 pesos mensuales— por parte de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), desde la década de los años 80.
Con el peso de la edad a cuestas, la mayoría de las ancianas acude con puntualidad a cobrar sus pensiones para utilizarlo en emergencias médicas. “Yo tengo Seguro Social por parte de mi hija, pero ocupo el dinero para ver a mi médico particular, pues a veces no me siento bien en el IMSS”, dice Ernestina Santaolalla.
Así también lo hacen Catalina Aguilar Merino, de 100 años y siete meses, Obdulia García Allende, de 83 años, Asunción Bernabé, de 93 años, y Constancia Reyes, de 107 años.
Zapata, el justiciero
Catalina Aguilar Merino tenía alrededor de nueve años cuando terminó la Revolución. Vivía en Tecomatlán, Puebla, colindante con el estado de Morelos. Las visitas del general Emiliano Zapata eran regulares a ese pueblo y así conoció a su padre, un productor de sandías, considerado pacifista.
A la edad de siete años enfrentó la pérdida de su progenitor. Su tío lo mató en la huerta. La noticia llegó a oídos del general Zapata, que por esos días descansaba en ese lugar.
El general ordenó a una comisión de combatientes buscar y apresar a Leonardo Aguilar Molina por el asesinato de su hermano. Durante varios días fue perseguido hasta que lo encontraron encima de un árbol de mangos.
“¿A quién buscan?”, gritó el presunto homicida a los revolucionarios que andaban tras él. “A ti te andamos buscando. Bájate que tenemos que llevarte ante mi general Zapata”.
De regreso a San Pedro Tecomatlán, el hombre fue llevado ante Zapata y ahí mismo ordenó que lo llevaran al camposanto para fusilarlo. El Caudillo del Sur había hecho justicia por la muerte de su amigo.
Días después se conoció que el hermano asesinó al padre de Catalina porque aquel tomaba las sandías más grandes para llevarlas a su amante. Ante el reproche Leonardo arremetió contra su consanguíneo y lo mató.
La vida con un revolucionario
Catalina creció y después conoció a Crisóforo Quiroz Serrano, un hombre que sirvió a la Revolución desde niño cuando llevaba comida y agua a su padre, combatiente zapatista. En una batalla fue lastimado en brazos y una pierna, lo que le impidió continuar en la batalla y fue así que Crisóforo se incorporó a las filas del Ejército Libertador del Sur, tenía 16 años.
Crisóforo murió el 20 de noviembre de 1990 y antes de fallecer le dijo a su esposa que le ayudar a redactar sus memorias de la Revolución, cuyos escritos pensaba entregar al gobernador en turno. De la redacción surgieron tres hojas pero éstas se extraviaron y nunca llegaron a las manos del gobernante.
Sabedor de la precaria situación económica de las 26 viudas, el director del Instituto Pro Veteranos de la Revolución del Sur, Édgard Castro Zapata, envió un oficio al gobierno del estado para pedir aumento de la pensión, pero sobre todo asistencia social para que gocen de programas sociales como el 70 y más, seguro popular, seguro de vida y pago de marcha.
Castro Zapata coordinará con el gobierno estatal un homenaje a las mujeres que vivieron al lado de los ex combatientes zapatistas y para ello tiene programado un evento masivo para el domingo de la siguiente semana en el contexto de la promulgación del Plan de Ayala.
Desde la semana pasada, el personal del Instituto comenzó a visitar a las viudas para notificarles del evento. Para ello recorren los municipios de Jojutla, Puente de Ixtla, Tepalcingo, Temixco, Cuautla y Cuernavaca, donde residen las ancianas en espera de que la Revolución les haga justicia.
Sábado 20 de noviembre de 2010
ANENECUILCO
Llegan de todas partes del estado, la mayoría con ayuda de sus familiares. Tienen debilidad visual, pues alcanzan casi los 90 años y algunas, como doña Constancia Reyes García con 107 años, difícilmente mantiene una conversación. Respira con apuros y su diestra nunca abandona un pañuelo para enjugarse las lágrimas que escurren ocasionalmente cuando evoca la etapa al lado de su esposo, el capitán primero Víctor Neri de Cortés, ex combatiente en la Revolución.
Son mujeres con varias coincidencias: viven en la pobreza, sin tierras o propiedades, enfermas, asistidas por sus familiares, fueron segundas esposas de los ex combatientes zapatistas, se casaron o juntaron en edad madura y por lo tanto, la mayoría, no procrearon.
Son 26 viudas de soldados, capitanes y generales brigadier que se levantaron en armas al lado del general Emiliano Zapata y por ello desde la década de los 80 son merecedoras de una pensión mensual del gobierno morelense, gestionada desde 1983 por Mateo Zapata, hijo del Caudillo del Sur, a través del Instituto Pro Veteranos de la Revolución del Sur.
A la muerte del menor de la dinastía Zapata, en enero de 2007, su nieto Édgard Castro Zapata asumió la responsabilidad de continuar con la gestión ante el gobierno de Morelos.
A través de los años, la suma económica de apoyo no ha sufrido alteraciones, aunque la distribución de los recursos se ajusta a las jerarquías de los ex combatientes. Por ejemplo, a las viudas de los ex generales se les da una mensualidad de 700 pesos, las ex esposas de los capitanes reciben 600 pesos y las mujeres de los soldados rasos cobran 500 pesos.
Castro Zapata dice que las viudas también reciben un apoyo semestral de 4 mil 700 pesos —783 pesos mensuales— por parte de la Secretaría de la Defensa Nacional (Sedena), desde la década de los años 80.
Con el peso de la edad a cuestas, la mayoría de las ancianas acude con puntualidad a cobrar sus pensiones para utilizarlo en emergencias médicas. “Yo tengo Seguro Social por parte de mi hija, pero ocupo el dinero para ver a mi médico particular, pues a veces no me siento bien en el IMSS”, dice Ernestina Santaolalla.
Así también lo hacen Catalina Aguilar Merino, de 100 años y siete meses, Obdulia García Allende, de 83 años, Asunción Bernabé, de 93 años, y Constancia Reyes, de 107 años.
Zapata, el justiciero
Catalina Aguilar Merino tenía alrededor de nueve años cuando terminó la Revolución. Vivía en Tecomatlán, Puebla, colindante con el estado de Morelos. Las visitas del general Emiliano Zapata eran regulares a ese pueblo y así conoció a su padre, un productor de sandías, considerado pacifista.
A la edad de siete años enfrentó la pérdida de su progenitor. Su tío lo mató en la huerta. La noticia llegó a oídos del general Zapata, que por esos días descansaba en ese lugar.
El general ordenó a una comisión de combatientes buscar y apresar a Leonardo Aguilar Molina por el asesinato de su hermano. Durante varios días fue perseguido hasta que lo encontraron encima de un árbol de mangos.
“¿A quién buscan?”, gritó el presunto homicida a los revolucionarios que andaban tras él. “A ti te andamos buscando. Bájate que tenemos que llevarte ante mi general Zapata”.
De regreso a San Pedro Tecomatlán, el hombre fue llevado ante Zapata y ahí mismo ordenó que lo llevaran al camposanto para fusilarlo. El Caudillo del Sur había hecho justicia por la muerte de su amigo.
Días después se conoció que el hermano asesinó al padre de Catalina porque aquel tomaba las sandías más grandes para llevarlas a su amante. Ante el reproche Leonardo arremetió contra su consanguíneo y lo mató.
La vida con un revolucionario
Catalina creció y después conoció a Crisóforo Quiroz Serrano, un hombre que sirvió a la Revolución desde niño cuando llevaba comida y agua a su padre, combatiente zapatista. En una batalla fue lastimado en brazos y una pierna, lo que le impidió continuar en la batalla y fue así que Crisóforo se incorporó a las filas del Ejército Libertador del Sur, tenía 16 años.
Crisóforo murió el 20 de noviembre de 1990 y antes de fallecer le dijo a su esposa que le ayudar a redactar sus memorias de la Revolución, cuyos escritos pensaba entregar al gobernador en turno. De la redacción surgieron tres hojas pero éstas se extraviaron y nunca llegaron a las manos del gobernante.
Sabedor de la precaria situación económica de las 26 viudas, el director del Instituto Pro Veteranos de la Revolución del Sur, Édgard Castro Zapata, envió un oficio al gobierno del estado para pedir aumento de la pensión, pero sobre todo asistencia social para que gocen de programas sociales como el 70 y más, seguro popular, seguro de vida y pago de marcha.
Castro Zapata coordinará con el gobierno estatal un homenaje a las mujeres que vivieron al lado de los ex combatientes zapatistas y para ello tiene programado un evento masivo para el domingo de la siguiente semana en el contexto de la promulgación del Plan de Ayala.
Desde la semana pasada, el personal del Instituto comenzó a visitar a las viudas para notificarles del evento. Para ello recorren los municipios de Jojutla, Puente de Ixtla, Tepalcingo, Temixco, Cuautla y Cuernavaca, donde residen las ancianas en espera de que la Revolución les haga justicia.
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