En estos días se habla y se escribe sobre la situación que atraviesa el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) por su aparente falta de recursos para atender, entre otros problemas, la compra de medicinas y el pago de prestaciones económicas.
Este lunes se trató el tema en el programa de Porfirio Muñoz Ledo que se transmite por televisión, con la presencia, entre otros, de Ricardo García Sainz, antiguo director del IMSS.
En la prensa he leído notas sobre lo mismo que ponen de manifiesto el absurdo de que el instituto tenga que dar vales a los enfermos para que les surtan medicinas gratis en las farmacias, de no tenerlas en existencia en sus centros de salud.
Me preocupa la vida del IMSS. Siempre he creído que su formación, por una ley iniciada por el presidente Manuel Ávila Camacho, que entró en vigor el primero de enero de 1943 aunque el decreto de formación de la ley tuviera fecha del 31 de diciembre de 1942, es parte fundamental de la vida de México.
He pasado 28 años de mi vida sirviendo al IMSS; los diez primeros en el jurídico a cargo del inolvidable maestro Javier de Cervantes, y después 18 años en la jefatura de relaciones laborales que gobernaba, y bien, Juan Francisco Rocha Bandala. Años más tarde fui abogado del sindicato, del que me separé por una discrepancia fundamental.
Por todo ello mi preocupación académica por el IMSS ha sido constante, habiendo publicado un libro denominado Derecho de la seguridad social. Manual, editado por Porrúa, y este mismo año un breve trabajo que intitulé La decadencia de la seguridad social mexicana, también de Editorial Porrúa, SA. Me temo que ha sido una especie de advertencia de lo que iba a suceder y está sucediendo.
Estoy convencido de que la seguridad social nuestra atraviesa el grave problema de la falta de recursos porque éstos, siguiendo un modelo puesto en vigor en Chile por Pinochet, han quedado a la disposición de las famosas Afore, que no son otra cosa que instrumentos de inversión forzosa que debe hacer el instituto en valores sustancialmente emitidos por el Estado.
El Estado es deudor del IMSS, ya que debe cubrir una parte de la cuota a la que también contribuyen los empresarios y los mismos trabajadores, pero a través de la emisión de valores que obligadamente adquieren las Afore, recibe un beneficio económico compensatorio de sus deberes.
El problema es que esos recursos constituían la base de las reservas del IMSS que hacían posible su crecimiento en centros de salud y la preparación de los mejores especialistas del país, sin perjuicio de atender sus compromisos económicos con los asegurados que se retiran por vejez o por padecimientos incurables. Como van las cosas, cada vez será más difícil que el instituto atienda de la mejor manera esas responsabilidades sin que, por otra parte, los asegurados tengan algún beneficio derivado de los fondos que administran las Afore.
Da la impresión de que el IMSS se ha convertido en un instrumento financiero en beneficio del Estado, pero en previsible perjuicio de sus fines esenciales.
En estos tiempos, en otros países se están viviendo problemas análogos. En España, tan mal tratada por el Papa en su reciente visita, el aumento en dos años de la edad necesaria para la jubilación ha producido todo tipo de protestas, mientras en nuestro país la exigencia de contar con mil 250 semanas de cotización para obtener la pensión de vejez, que sustituyó a la más moderada de 500 semanas de cotización que era la original, no produjo ningún tipo de protesta, tal vez porque somos insensibles a las consecuencias de una medida de esa naturaleza o porque no creemos demasiado en la generosidad de las prestaciones por vejez.
La posibilidad de la privatización plena de los servicios de salud, tal vez por la vía bastante cara de los seguros que garantizan el pago de los gastos médicos mayores o simplemente a través de organismos especializados que, dados los hechos, tendrán un buen porcentaje de clientela asegurada (por no estar esa clientela asegurada como es debido), parece ser la solución previsible muy a tono con la política económica que nos ha sido impuesta.
Ojalá me equivoque y el IMSS tenga una larga y provechosa existencia. Me interesa, entre otras muchas razones, porque yo estoy jubilado como antiguo trabajador del instituto y aunque no recibo cantidades suficientes, de todas maneras es una ayuda importante.
Pero me temo que mi anticipo sobre su decadencia tiene bastante fundamento.
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