viernes, 7 de junio de 2013

La López de El Norte, es la Garza del Congreso


Cordelia Rizzo

Monterrey.- Carolina Garza Guerra, la diputada panista impulsora de la reforma al código penal del Estado de Nuevo León que endurece las penas para el ciberbullying, es la misma persona que durante más de una década ha firmado como Carolina López los textos homofóbicos y discriminatorios del periódico El Norte, en evidente apoyo a la línea conservadora de los Legionarios de Cristo, entre otros grupos conservadores.
Este asunto comienza a adquirir notoriedad nacional, porque durante la semana, la reforma fue cuestionada por varias ONG’s y medios nacionales, particularmente Artículo 19, Animal Político y Sin Embargo. El ciberbullying es un fenómeno de moda, por la discusión en torno a regular las redes sociales, ahora que en la era de la sociedad de la información vamos calando sus alcances.
El hostigamiento o acoso es un modo de agresión que trasciende la moda actual y aún permanece muy debajo del radar. Las nuevas tecnologías permiten que el agresor de Internet se vuelva un personaje anónimo, una amenaza sigilosa. Pero el bullying tiene que ver con la complicidad de un grupo de personas para agredir a alguien en particular en virtud de un acuerdo previo, de la reprobación de algún rasgo de identidad, o del sometimiento por la vía física o psicológica. El acuerdo hace que las agresiones permanezcan impunes y sin detectar.
Carolina Garza Guerra, vía su columna en El Norte (de Grupo Reforma), publicaba firmando como Carolina López (adoptando el apellido de su marido) desde hace más de 20 años. Fue una férrea defensora de Marcial Maciel y promotora de la teoría de que las víctimas de sus abusos estaban difamando al jerarca católico. Instaba a la descalificación y discriminación institucional de expresiones humanas como la homosexualidad o el laicismo, y promovía una desinformación constante sobre temas tan importantes como el control natal.
Mucha de la visibilidad que ha adquirido la práctica del bullying está directamente relacionada con la concientización vía la fundación Matthew Shepard, cuyos padres han devenido activistas tras el suicidio de su hijo, hostigado por su homosexualidad.
Claramente, la diputada demuestra no tener conocimientos del tipo de agresión sobre el cual urge regular, ni se percata de que ella, a través de sus artículos, ha sido cómplice de este comportamiento que condena, legitimando la discriminación hacia las personas con orientación sexual diversa, en virtud de la defensa de una falsa concepción de lo sano, esa idea de la ‘familia’.
En entrevista con Publímetro, afirmó que el riesgo de suicidios en los chicos y chicas puntualizan la urgencia de regular el bullying en las redes sociales. Es irónico que sea ella misma la que promotora de la iniciativa, considerándola punta de lanza para llamar la atención sobre un problema del que ella es parte.
A finales de los 90’s, yo le hacía llegar críticas a sus artículos. Al crecer en un entorno de clase media aspiracional de Monterrey, sabía que esa mentalidad reaccionaria es muy común, pero pretender su validez en la arena pública me hacía ruido.
Para mí eran textos que promovían un esquema de creencias que avalan injusticias. Sus artículos ignoraban el sufrimiento humano y para ser una persona que se decía tan católica, ciertamente mostraban ceguera a los preceptos del cristianismo. Claro está que, viniendo de la secta legionaria, Garza Guerra no haría llamados a la compasión ni a la comprensión de las personas y grupos excluidos socialmente, pero supongo que aún tenemos derecho de juzgar a los legionarios en base a su declaración de ser discípulos y paladines de Cristo.
Todavía era chava para saber que el mundo está lleno de Anita´s Bryants, pero ésta tuvo su columna durante muchos años en una de las ciudades con nivel educativo más alto en el país. No hace mucho, Carolina Garza Guerra fue coronada Reina de la Homofobia en la ciudad, por parte de los organismos que luchan por el reconocimiento de los derechos humanos del colectivo LGBTTTI.
Caro nunca me contestó. Muchos otros editorialistas con más popularidad y prestigio se tomaron el tiempo de hacerlo, pero ella no. Mis textos eran cuidados, más bien con la intención de entablar un diálogo y entender por qué teníamos visiones tan distintas de la realidad; una sabe que en Monterrey la mentalidad legionaria tiene su público y que hace dos décadas era todo un estilo de vida aspiracional. Sin embargo, su silencio me dejó pensando que en el fondo era intolerante a la crítica, ¿por qué?
Finalmente, escribía para el diario más leído de Monterrey.
En marzo le hice una entrevista a la pedagoga y maestra Ursula Werren, quien es una autoridad sobre el bullying en Monterrey. De acuerdo a su expertisse, la reforma que hicieron en Nuevo León tampoco apela a lo que se debe hacer para aminorar el fenómeno de hostigamiento en las redes sociales y la Internet.
Los niños que bullean y los adolescentes que confabulan estas agresiones, no necesitan sólo la mano firme para reconocer las consecuencias de sus actos, sino que se comprenda el rol de esta actitud en la conformación de sus identidades. Sus personalidades están en ciernes. Es muy sencillo disipar la conducta agresiva cuando son niños y se les enseña a tener empatía por el otro.
Por ello el acento sobre lo que pretendía lograr el endurecimiento de las penas está mal puesto.
La iniciativa para regular más eficazmente el ciberbullying, pretendía ser un éxito que se anotaran los legisladores del PAN, pues Nuevo León parece ser un bastión político recuperable. No importa caer en contradicciones mientras que se gane popularidad. Agarraron un tema de moda, justo para no abordar los temas urgentes, pero muchos tenemos memoria, y además sabemos, sentimos lo preciada que es la libertad de expresión en épocas de simulacro político y social.

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