Las condiciones de vida y la falta de oportunidades provocan que todos los familiares laboren y sean víctimas de abuso
Laura Toribio
17/06/2013 05:01
Lejos de casa tienen que enfrentarse a condiciones infrahumanas de trabajo: pasan más de ocho diarias bajo el sol expuestos a pesticidas, viviendo en barrancas insalubres y teniendo que compartir una letrina con al menos una decena de familias.
“Es un trabajo esclavo que no amerita cadenas, es esclavo al no existir contratos, es esclavo al tener mujeres embarazadas y niños trabajando, es esclavo porque no les están dando un lugar digno donde vivir, un lugar salubre con servicios básicos”, dice Isabel Margarita Nemecio Nemesio, integrante del equipo del Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan que desde hace años documenta el dilema entre migrar o morir que año con año enfrentan los jornaleros agrícolas de la región.
Tras el rescate de 275 jornaleros en Jalisco, Margarita Nemecio advierte que las condiciones en las que vivían no son aisladas ni ajenas a la realidad que a diario enfrentan jornaleros en entidades como Querétaro, Hidalgo, Zacatecas, Morelos, Nayarit y Colima aunque no sean denunciadas.
Los trabajadores del campo son originarios de San Luis Potosí, Hidalgo y Veracruz. Se les reclutaba con la promesa de un pago diario de cien pesos, tres alimentos al día, hospedaje, escuela y guardería para sus hijos.
Los jornaleros eran engañados y maltratados física, emocional y laboralmente.
“Son los más vulnerables porque desde el principio no cuentan con contratos formales de trabajo ante lo que quedan desamparados y desprotegidos, lo que deriva en una alarmante forma de esclavitud moderna”, insiste.
De acuerdo con la Encuesta Nacional Jornalera (Enjo 2009) en el país hay cerca de dos millones de jornaleros temporales, de una población jornalera de 9.2 millones en el territorio nacional.
“En el ámbito laboral se enfrentan a contrataciones informales y sin ninguna protección legal, malas condiciones y acondicionamiento de vivienda temporal, violación de derechos humanos y laborales, coacción de libertades básicas de movimiento y de elección; desde el ámbito social, la pobreza familiar, la falta de desarrollo local de comunidades de origen, la falta de capital social y capacidades organizativas, alta vulnerabilidad y riesgos asociados al trabajo, a la movilidad, y a las condiciones de vida en zonas de trabajo, así como a la alta incidencia del trabajo infantil”, alerta una investigación de la organización Cocolli Investigación para el Desarrollo AC, apoyada por el Instituto Nacional de Desarrollo Social (Indesol).
El estudio indica que hay veces en que todos los miembros de la familia tienen que vender su fuerza laboral para subsistir ante la anuencia del sector productivo, la falta de supervisión de los responsables institucionales y la existencia de condiciones políticas y jurídicas que permiten e incentivan que hasta los más pequeñitos trabajen en condiciones extenuantes.
De los más de tres millones de niños, niñas y adolescentes que se estima trabajan en México, 30% se encuentra ocupado en actividades del campo.
Niños y niñas que pasan su infancia entre en los cultivos de chile, melón, tomate rojo, tomate verde, uva, calabaza, caña, café, manzana, durazno, y otros productos del campo, en lugar de acudir a estudiar en un aula escolar.
Según Sedesol, 50% de las niñas y niños menores de 14 años miembros de familias jornaleras no asisten a la escuela.
“Un niño que se inserte a trabajar antes de los diez años de edad, probablemente seguirá siendo jornalero toda su vida”, señala Cocolli.
La investigación indica que el trabajo infantil agrícola es la actividad laboral que menos cuestionamientos genera por parecer “arraigado” en la cultura indígena y campesina.
El documento plantea, sin embargo, que el trabajo en la milpa familiar como transmisión de conocimiento está lejos de las más de ocho horas de trabajo que miles de niños, niñas y adolescentes realizan de forma cotidiana en los campos agrícolas en México.
Problemática
Al fenómeno de abusos en contra de jornaleros se suma la falta de denuncia por parte de este sector:
En México, según la Encuesta Nacional Jornalera (Enjo 2009), refiere que un hogar jornalero está conformado en promedio por 4.51 personas.
La Enjo 2009 indica que existe una población jornalera migrante de dos millones 71 mil 483.
La encuesta define a un jornalero agrícola como “aquella persona cuyo ingreso depende de vender su mano de obra en actividades agrícolas de diversa índole, ya sea de manera temporal o permanente.
Una unidad empleadora, en el contexto agrícola, es “toda aquella entidad económica que contrata y paga a los jornaleros por su trabajo, pudiendo ser las unidades de producción, las empresas empacadoras...”
Estrategia
En Chihuahua, las autoridades realizan el Programa de Educación Básica para Niñas y Niños de Familias Jornaleras Agrícolas Migrantes:
La región agrícola de Chihuahua abarca un territorio de 21 municipios y va desde el noroeste en Ascención, hasta el sureste en Jiménez.
Chihuahua recibe jornaleros agrícolas migrantes, muchos de ellos vienen con sus familias, algunos son originarios de comunidades en el interior del estado, son indígenas rarámuri, principalmente, otros llegan del interior del país, de Veracruz, Oaxaca, Guerrero, Michoacán, San Luis Potosí y de otros estados de la República.
La estrategia justifica que para los jornaleros agrícolas la educación de sus hijos no es una prioridad. Vienen a emplearse como fuerza de trabajo en los campos de cultivo, cosechando cebolla, tomate, pepino, sandía, chile, papa, manzana, nuez, durazno y otros productos propios de la entidad.
Los jornaleros, dice el documento, consideran que si la familia trabaja en conjunto, los ingresos serán mayores, por lo que niñas y niños comienzan a trabajar desde temprana edad, ayudando así a mejorar las condiciones de vida de las familias.
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