TRIPARTIDISMO EN FRANCIA
Numerosos analistas consideran que la tercera fuerza política del país en realidad es ‘el partido de los abstencionistas’
domingo, 06 de abril de 2014
ANNE MARIE MERGIER
PARÍS, FRANCIA (Apro).- Marine Le Pen habla de triunfo y celebra el advenimiento del tripartidismo en Francia. Es categórica: el Frente Nacional (FN) acaba de imponerse definitivamente como competencia política ineludible para el Partido Socialista (PS) y la Unión por un Movimiento Popular (UMP).
La segunda vuelta de las elecciones municipales del pasado 30 de marzo la entusiasma. Por primera vez en sus 42 años de existencia el FN conquistó 11 alcaldías y colocó a mil 300 frentistas en concejos municipales de todo el país. Con estos resultados muestra que no sólo atrae votos de protesta sino también, cada vez más, de adhesión.
En estas elecciones el FN compitió en 597 de las 36 mil 681 municipalidades; sus candidatos contendieron en todas las ciudades de más de 100 mil habitantes, en 60% de las urbes con poblaciones de entre 30 mil y 100 mil habitantes y sólo en 1% de los municipios más pequeños. No se pudo imponer en las primeras pero ganó en el sector 7 de Marsella, ciudad de 150 mil habitantes.
A escala nacional el FN recogió 6.84% del total de votos, mientras sus principales contrincantes (UMP y PS, presentes en todas las municipalidades), recaudaron respectivamente 45.91% y 40.57%; 36.3% de los electores galos no votó, número inédito en una segunda vuelta de elecciones municipales desde la instauración de la Quinta República, en 1958. Numerosos analistas consideran que la tercera fuerza política del país en realidad es "el partido de los abstencionistas".
EL FRACASO
En 1995 el FN, entonces dirigido por Jean Marie Le Pen, había logrado imponerse en tres ciudades del sur de Francia. La experiencia fue un fracaso: no pudieron administrar las ciudades y las fueron perdiendo en medio de escándalos de corrupción. Marine Le Pen sacó lecciones de esa experiencia y al parecer su partido es capaz de, ahora sí, arraigarse a nivel local.
Las ciudades que le toca administrar están devastadas por años de abandono, padecen altísimas tasas de desempleo, problemas de vivienda, inseguridad, tensiones raciales. Levantarlas es el reto de Marine Le Pen. Su éxito es indispensable para su estrategia de "desatanización" del FN: borrar su carácter extremista y presentarlo como un partido nacionalista, serio, respetable y capaz de gobernar.
La tarea será difícil para los flamantes alcaldes frentistas. Las restricciones presupuestales limitaron considerablemente las dotaciones del Estado a los municipios; además todos los candidatos del FN se comprometieron a bajar los impuestos locales. ¿Con cuáles recursos cumplirán sus numerosas promesas electorales? ¿Cómo revitalizarán sus ciudades moribundas y mejorarán la seguridad pública? La presidenta del FN se limita a asegurar que su equipo de alcaldes "asombrará" a Francia.
Imponerse como alternativa de poder es la mayor ambición de Marine Le Pen. Contra lo que preconizaba su padre, pretende lograr su cometido a partir de la implantación en los municipios y convirtiendo al FN —hoy con sólo 70 mil militantes— en un gran partido de masas.
No le fue fácil imponer ese cambio estratégico a su partido. En 1998 Bruno Mégret, entonces segundo hombre fuerte del FN, intentó defender esa línea política. Incluso abogó en favor de alianzas con sectores de la derecha tradicional. Jean Marie Le Pen no aceptó.
EL FACTOR MITTERRAND
El Frente Nacional nació el 5 de octubre de 1972 por iniciativa de una organización de corte fascista, Nuevo Orden, la cual buscaba unificar a diversos grupúsculos de extrema derecha.
En sus primeros 10 años el FN, originalmente llamado Frente Nacional para la Unidad Francesa, no se destacó en el panorama político. En 1980 estuvo a punto de desaparecer sacudido por querellas fratricidas, pero se volvió a movilizar tras la victoria de Francois Mitterrand en las presidenciales de 1981.
La lucha lanzada por la derecha para desestabilizarlo y el descontento de sectores populares decepcionados por el gobierno socialista generaron un clima tenso que supo aprovechar Le Pen. En 1982 y 1983 juntó suficiente fuerza para presentar candidatos a las elecciones cantonales y luego a las municipales. Los caballos de batalla de su campaña eran la inmigración, la inseguridad y el desempleo, los cuales denunciaba con tono virulento y discursos xenófobos.
La Unión por la Democracia Francesa y la Reagrupación por la República, ambos de derecha, salieron victoriosas en esos comicios. Mitterrand, preocupado, trazó un plan: dar más visibilidad al FN para provocar tirantez y divisiones entre la derecha. En nombre del pluralismo democrático el presidente presionó a los directivos de la televisión estatal para que le abrieran espacio a Le Pen.
El esfuerzo de Mitterrand surtió efecto: creció la fama polémica de Le Pen. El FN participó en las elecciones europeas de 1984, recogió 11% de los votos y colocó 10 eurodiputados.
Mitterrand no se detuvo: cambió las reglas electorales e introdujo el escrutinio proporcional plurinominal. La medida reforzó aún más al FN, que tuvo 9.8% de los sufragios legislativos de 1986 y pudo contar con 35 diputados en la Asamblea Nacional. El mismo año tuvo también éxito en las elecciones regionales, lo que permitió que 135 frentistas integraran concejos regionales.
A partir de esa fecha y hasta 1998 la influencia electoral del FN no dejó de consolidarse. En 1995 conquistó tres alcaldías en el sur de Francia y empezó a crear serias dificultades a la derecha tradicional, obligándola a aliarse con el Frente para conquistar algunos concejos regionales. Seguro de sí, el líder ultranacionalista multiplicaba escándalos y provocaciones.
NUEVA GENERACIÓN
Propulsado en el escenario político por Mitterrand, el FN empezó su "normalización" con Sarkozy. Pero fue realmente Marine Le Pen quien emprendió la ambiciosa tarea de pulir la imagen de la organización para ampliar su margen de influencia y su electorado.
En 2010, dos meses antes de cumplir 82 años, Jean Marie Le Pen anunció que no buscaría reelegirse en la presidencia del FN. Se celebraron elecciones internas para escoger entre Bruno Gollnisch, vicepresidente del partido, y Marine Le Pen, miembro de su buró político desde 2000.
Apoyada por su padre, ella se impuso con 67.6% de los votos y asumió la presidencia del partido en 2011. Desde sus primeras apariciones públicas como presidenta fue obvia su voluntad de tapar la imagen agresiva del viejo líder con la suya propia: la de una mujer de 42 años, moderna, abierta, dos veces divorciada y viviendo en unión libre, líder de armas tomar y con una misión salvadora.
Ese cambio de liderazgo y de generación tuvo impacto. Los resultados del FN en las elecciones locales superaron todo lo anterior: empezó a recuperar a los electores seducidos por Sarkozy. Marine Le Pen cosechó 17.9% de votos en la primera vuelta de las presidenciales de 2012.
VIEJO DISCURSO
Marine Le Pen no sólo asume el hecho de que el FN sirva de desahogo para todo tipo de frustraciones sociales y políticas, sino que busca atraer a círculos cada vez más amplios de inconformes. La líder está dispuesta a todo con tal de lograr su cometido. Cuando le conviene, da giros izquierdistas a sus discursos económicos y recurre con frecuencia a los valores republicanos, tan denigrados por su padre.
La desconfianza que inspira la Unión Europea (UE) a sectores cada vez más amplios de la población francesa es sin duda una fuente de reclutamiento electoral más importante que el antiislamismo para el FN.
La eurofobia es uno de los grandes ejes de las campañas electorales y del proyecto político de Le Pen. En las semanas que precedieron a los comicios municipales no dejó de fustigar a "esa Europa que se construye sin los pueblos y contra los pueblos". La presidenta del FN espera casi con avidez las elecciones europeas del próximo mayo. No duda de los resultados y se atreve a pronosticar que su partido, el del "no" a la UE, dejará atrás a todos sus contrincantes.
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