AGENTE LITERARIA DE ‘GABO’
Pese a los desencuentros, el escritor y su familia mantuvieron con Balcells una estrecha relación comercial y amistosa hasta su muerte
Carmen Balcells, agente lieraria de Gabriel García Márquez.
domingo, 20 de abril de 2014
ALEJANDRO GUTIÉRREZ
MADRID, ESP. (Apro).- Aun cuando Carmen Balcells fue una de las principales agentes literarias que promovió a los escritores del boom latinoamericano, su relación con Gabriel García Márquez fue tan entrañable —incluso fue su confidente— que hacía cualquier sacrificio por él.
Y el escritor colombiano le supo corresponder. Incluso la bautizó como "La Mamá Grande", en clara alusión a su libro de cuentos "Los funerales de la Mamá Grande".
Ambos solían bromear, como escribió Gerald Martin, biógrafo del Premio Nobel 1982 en su libro "Gabriel García Márquez. Una vida" (Debate, 2009), a partir de un relato que le confió la propia Balcells:
"En el curso de una conversación telefónica, García Márquez le preguntó: ‘¿Me quieres, Carmen?’. Ella contestó: ‘No puedo responder a eso. Eres el 36.2% de nuestros ingresos’".
Pese a esa confianza construida tras largos años de convivencia, también tuvieron algunos encuentros ríspidos.
Carmen Balcells comenzó a representar a García Márquez en 1962, según relató, "en gran medida en un sentido puramente hipotético, como negociadora de las traducciones de su obra, en tanto que él, hasta la fecha, se las había visto moradas para conseguir que sus novelas se publicaran en su lengua original".
Sin embargo, tres años después se produjo el primer desaguisado: "Balcells llegó a México el lunes 5 de julio (de 1965) tras pasar por Nueva York, donde había negociado un contrato con Roger Klein, de Harper and Row, para editar por mil dólares las cuatro obras existentes de García Márquez en su traducción al inglés. Ella era una agente literaria internacional ambiciosa; él, un joven escritor que ansiaba el éxito. Se presentó ante el autor, le explicó las condiciones del contrato y aguardó a ver cuál era su reacción: ‘Esto es un contrato de mierda’, fue su respuesta.
"La efervescente Balcells, de cara y cuerpo redondeados, y su esposo, Luis Palomares, se hallaban ya desconcertados ante la curiosa mezcla de retraimiento, indiferencia y arrogancia que caracterizaba al colombiano, y debió dejarlos estupefactos que un escritor de quien apenas nadie había oído hablar tuviese tan alto concepto de su valía. No era un buen comienzo. ‘Le encontré antipatiquísimo, petulante…. Pero en cuanto al contrato, en realidad tenía razón’".
Pese a ello García Márquez y su familia mantuvieron con Balcells una estrecha relación comercial y amistosa hasta la muerte del escritor:
"Afortunadamente —comentó la agente literaria— García Márquez y Mercedes Barcha, su esposa, recobraron el ánimo enseguida y organizaron tres días de visitas guiadas y fiestas, que culminaron el 7 de julio de 1965 con la parodia de la firma de un segundo contrato en el que, al modo de uno de los coroneles de sus relatos, autorizó a Balcells para que lo representara en todos los idiomas y a ambos lados del Atlántico durante ciento cincuenta años. Ahora su relato empezaba a entretejer la magia que irradiaba: había hallado a su propia Mamá Grande en la vida real".
De inmediato, Balcells "pactó con Era (la editorial mexicana) nuevas ediciones de "El coronel no tiene quien le escriba" y "La mala hora", y pronto negociaría las traducciones al italiano con Feltrinelli. Probablemente pensó que aquel escritor debía dar gracias por su suerte; poco podía sospechar cuán afortunada iba a ser ella misma".
DE SOLEDAD Y BULLICIOS
En los albores del boom latinoamericano, Balcells fue la pieza clave para vender en el extranjero los derechos de los escritores de esa corriente literaria.
A su nómina, que se inició con García Márquez, se sumaron 200 nombres, entre ellos Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Juan Carlos Onetti, Julio Cortázar, José Donoso, Alfredo Bryce Echenique, Pablo Neruda, Álvaro Mutis e Isabel Allende, así como los españoles Camilo José Cela, Vicente Aleixandre, Manuel Vázquez Montalbán, Jaime Gil de Biedma, Eduardo Mendoza, Juan Marsé y Juan Goytisolo.
La lista incluía a seis Premios Nobel de Literatura y a varios galardonados con el Cervantes.
Convertida en epicentro, varios de esos jóvenes autores se mudaron a Barcelona para estar cerca de la agencia literaria de Balcells, cuyas oficinas estaban en la capital catalana. Y la ciudad se convirtió en una fiesta en la cual todos convivían.
Según el biógrafo Gerald Martin, García Márquez y Vargas Llosa eran vecinos en el barrio de Sarriá; Donoso vivió en Vallvidrera y en Sitges. Y aunque Fuentes y Cortázar no vivían en Barcelona viajaban con frecuencia a la ciudad condal. En una ocasión, con el pretexto de la puesta en escena de una obra de Fuentes, todos se reunieron en la casa que Cortázar tenía en Francia.
El 4 de noviembre de 1967, después de escribir "Cien años de soledad" en México, García Márquez y su familia se trasladaron a Barcelona. En 1969 él iba dos o tres días a la semana a la oficina de Balcells con el pretexto de entregar las últimas páginas de su siguiente libro.
En realidad, según su biógrafo, García Márquez aprovechaba para llamar por teléfono y hacer donativos a amigos y movimientos sociales con los que simpatizaba sin que se enterara su esposa.
"Balcells empezó a actuar como una suerte de hermana, una confidente con quien compartir casi cualquier cosa, alguien que acabaría profesándole verdadero cariño y que haría cualquier sacrificio por él", escribió Martin.
"Cuando llevaba ya un tiempo en Barcelona —le relató Balcells—, entraba y decía: ‘Prepárate, tengo un trabajo para Superman’. Ésa era yo. Y eso he sido desde entonces para él".
También organizaban vacaciones familiares, como la de 1985, cuando fueron a Cuba con Fidel Castro. Él los llevó en su yate Acuaramas y les ofreció una cena en su casa de la calle Once, en La Habana.
García Márquez le dedicó a ella su libro "Del amor y otros demonios", según le contó la propia Balcells a Martin "bañada en lágrimas".
EL ‘BOOM’ Y SUS FINALES
El 22 de abril de 2010, en conversación con el periodista Xavi Ayén —el texto apareció en la revista Ñ del Grupo Clarín de Argentina, y La Vanguardia de Barcelona— Carmen Balcells habló de la despedida a Mario Vargas Llosa y a su hijo Álvaro cuando ambos decidieron regresar a Perú:
"Fue gloriosa. Estaban García Márquez, Vargas Llosa, José Donoso, Jorge Edwards, Ricardo Muñoz Suay… duró dos días porque a Mario le retrasaron un día la salida de su barco al Perú. Y no se me ocurrió nada mejor que decir: ‘¡Que continúe la fiesta!’. Los Vargas Llosa ya habían cerrado su casa de Barcelona. ¿Qué iban a hacer? ¿Irse a un hotel? Era más fácil continuar bailando".
—Fue la fiesta final del boom, ¿no?
—Fue uno de sus finales. Hay muchos finales del boom, depende de cómo se cuente. Esa fiesta fue el final feliz. Todos los desafectos son posteriores a aquella fiesta, sí.
—Los otros finales no son felices… —le insistió el entrevistador.
–¿Quién dice que no? Los autores vivos siguen vendiendo todos ellos montones de libros. Y los que se han muerto disfrutan de la vida eterna. ¿Se le ocurren finales más felices?
Sobre el hecho de que no todos siguieron siendo amigos, para Balcells "esa no era la finalidad del boom": "El invento de la palabra boom no fue para constituir una fraternidad de amigos, para relacionarse afablemente e irse de excursión al campo con las familias. No, no… aquello era un lobby, algo que tiene que ver con el poder literario. Con vender, ¿comprende? Vender. Y, tantas décadas después, aún funciona el invento. Venden millones de ejemplares. Son excelentes escritores. Hay intentonas de imitar aquello, de crear grupos aquí y allá. Pero los que venden son los chicos del boom: Gabo, Vargas Llosa, Cortázar, Fuentes, Donoso, Allende…".
En esa entrevista Carmen Balcells reconoce su equivocación por haber declarado en Chile que el escritor colombiano no volvería a escribir. "A principios de 2006, La Vanguardia publicó una entrevista, la única que ha dado García Márquez en los últimos 20 años, que yo sepa, donde él mismo decía que había dejado de escribir. Yo debí haberme callado. Pero en una cena con periodistas hablé demasiado, no tuve la prudencia ni la diligencia necesarias que mi profesión exige. No debí haber dicho nada. Luego García Márquez salió a desmentirme, y mi obligación es no replicar a mis clientes".
—¿Sigue haciendo de mamá de sus autores? —le preguntó Ayén.
—¡Eso es lo que más detesto! —replicó.
Y luego abundó: "Porque no siento amor maternal por ellos. Tengo relaciones excelentes con la mayoría y los ayudo y cuido de sus intereses, de su carrera e incluso a veces de sus fantasías, pero siempre teniendo claro que esto es un trabajo.
—"Yo no tengo amigos, tengo intereses". ¿Esa es una frase suya?
—Sí. Siempre he sido reticente a considerar amigos a gente con la que tengo un compromiso profesional, y ya no digamos los que son mi principal sostén económico.
El periodista le preguntó sobre cómo consiguió que los editores aceptaran sus nuevas reglas.
"Cuando tienes un autor como Gabriel García Márquez, puedes montar un partido político, instituir una religión u organizar una revolución. Yo opté por esto último", respondió Balcells.
De acuerdo con Gerald Martin, Balcells dijo lo mismo después de que García Márquez recibió el Premio Nobel de Literatura en 1982 en Estocolmo, donde ella estuvo con el galardonado y su familia.
En diciembre de 2010, Balcells vendió el archivo de su agencia al Ministerio de Cultura de España en 3 millones de euros. Eran 2 mil cajas con textos originales, pruebas corregidas de los libros de sus escritores, documentos sobre derechos de autor, correspondencia con las editoriales y las cartas de sus escritores.
El diario El País publicó una pequeña parte, suficiente para que Balcells, molesta, le advirtiera al Gobierno que no debía hacerse público el legado. De lo poco que se publicó sobre García Márquez destaca una carta de agosto de 1973 en la cual la agente literaria le comentó sobre la mudanza de su oficina:
"He tomado la decisión de cambiar de oficina y tengo un tembleque incontenible de haber tomado una decisión de tal naturaleza sin tu bendición. Desearía que pudieras ver el piso y saber si te gusta".
Y, "como favor especial", le pidió leer la novela "Recuento", de Luis Goytisolo. "Si te gusta —escribió Balcells— te pediré una frasecita…".
En otra carta de octubre de 1985 Balcells describió con detalle el robo que sufrió el escritor en un hotel de Barcelona, hecho por el que su esposa Mercedes presentó una denuncia en la comisaría por la sustracción de joyas, un bolso con los pasaportes y una caja de discos de computadora con su última obra, aún sin corregir. Según Gerald Martin, se trataba de su novela "El amor en los tiempos del cólera", que García Márquez llevaba personalmente a Balcells, temeroso de que se la fueran a robar. Su presentimiento se cumplió.
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