Rosa Esther Beltrán Enríquez
Marzo 10 de 2014
De los hechos a los derechos
¿Y tú, trabajas? No, estoy en mi
casa. La pregunta es muy común e igualmente
su respuesta y ambas revelan que
en la conciencia colectiva persiste la
idea prehistórica de que las mujeres nacimos para estar en casa haciéndonos
cargo de las tareas domésticas y que salir
a trabajar, es cosa de hombres; esta división del trabajo refleja las
diferencias físicas entre los sexos, ellos son fuertes y valientes, ellas
dependientes y débiles, pero las investigaciones antropológicas revelan que ese
enfoque sociobiológico corresponde más a una ficción que a la realidad
histórica ya que da por sentado una conducta universal innata y natural,
genéticamente programada en los humanos, lo cual es inexacto porque deja de lado que hay
muchas conductas universales que son aprendidas, de acuerdo a los contextos
culturales de los que se trate.
No obstante, el enfoque
sociobiológico está muy arraigado, tiene muchos seguidores ya que es una
perspectiva que se acomoda perfectamente al machismo porque le da un sustento
pseudocientífico a sus expresiones más extremas, como la promiscuidad, la
posesividad, los celos, la violación, entre otras.
Muchos hombres justifican sus
encuentros fortuitos u ocasionales de relaciones extra pareja por la convicción
de que ellos son por naturaleza promiscuos, hablan de su sexualidad como si se
tratara de un imperativo biológico incuestionable, natural, inherente a su condición masculina y
hasta se piensa que esa es la jerarquía de los sexos y transgredirla llevaría
al caos a la sociedad, en realidad, los criterios biológicos han sido una arma
magnífica de los conservadores a ultranza cuyo afán es mantener el status quo
de dominio.
Todavía hoy existen médicos e
intelectuales que se basan en la ciencia para argumentar que las mujeres no
deben estudiar ni trabajar fuera del hogar porque eso afecta negativamente su salud física y mental; pero
actualmente sabemos que las mujeres que laboran fuera del hogar presentan
mejores índices de bienestar psicológico, que generar un ingreso aumenta su
autoestima y mejora su estado de ánimo.
El enfoque sociobiológico es
esencialista, atribuye a mujeres y hombres características fijas e inamovibles,
los encierra en roles polarizados y en esa lógica, los hombres sensibles son
afeminados, las mujeres racionales y asertivas son masculinas; los varones son
duros e implacables, rechazan toda debilidad humana, las mujeres, en esa óptica
son sensibles e irracionales, de manera que,
ambos sexos son estereotipados, definidos con rigidez, de forma que
cualquier variación es objeto de censura y agresión; la reproducción de estos
estereotipos generan violencia especialmente hacia las mujeres.
El sábado pasado conmemoramos el
Día Internacional de la Mujer y en
México esta fecha tropieza de nuevo con
una realidad de discriminación e injusticia. Para millones de niñas, jóvenes
y mujeres adultas, ser mujer puede representar un peligro
de muerte, aquí seis mujeres son asesinadas cada día y las
autoridades no tienen un minuto que ofrecer para resolver esta tragedia que representa
una vergonzosa falla de los gobiernos hacia su obligación de proteger el
derecho humano a la seguridad y a la vida.
No hay excusas. El gobierno de
México de los tres niveles, debe actuar ya para detener la epidemia de
violencia a la que se enfrentan las mujeres. Las persistentes desigualdades
sociales y de género son las principales causas de las alarmantes violaciones a
los derechos sexuales y reproductivos en la región, entre otras: mortalidad
materna previsible, infecciones de transmisión sexual, así como de la falta de
respuesta a las necesidades de planificación familiar, particularmente de
poblaciones vulnerables, las que viven en pobreza, en áreas rurales, indígenas,
adolescentes, migrantes, adultos mayores y personas con discapacidad.
En México persisten las
resistencias ideológicas y económicas que afectan la política pública para
lograr la igualdad sustantiva entre mujeres y hombres, especialmente en los
gobiernos estatales, a los que las autoridades federales dirigieron recursos
que crecieron 10 veces en los últimos seis años, al pasar de 160.000 dólares
anuales a un millón 600.000 dólares que recibirán en 2014 y los gobernadores
prefieren regalar flores u organizar bailes contra la violencia hacia las
mujeres, así las distraen pero nada cambia. Por eso, nada que festejar y sí, no
dejar de luchar.
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