Hermann Bellinghausen
Tal vez nos estamos acostumbrando demasiado a asumir que los políticos mienten, que los gobernantes y ex gobernantes de hasta arriba se salen siempre con la suya y la impunidad les queda rendidamente garantizada bajo cualquier circunstancia.
Pero algunos exageran. Ya ven la aparición de Ernesto Zedillo Ponce de León en Davos, Suiza, como anfitrión del presidente Felipe Calderón Hinojosa (quien por cierto fue allá para reducir gozozamente nuestro país a “otro ladrillo en la pared”, en ese tipo de deslices que se les ocurren a los que son asesorados por publicistas y no por gente seria, antes de salir de gira o tomar decisiones políticas). Y se hablaron en inglés, para mayor elocuencia de su condición verdadera.
Zedillo entronizado es un misterio. ¿Cómo le hace? Ese hombre debe vidas. Bajo su gobierno se practicó, como en ningún otro, y más de una vez, el genocidio de Estado. Pero en lugar de comparecer ante las cortes internacionales, despacha en las juntas directivas de los bancos internacionales y las trasnacionales más grandes. Comparte paneles con un peculiar club de CEOs y ex presidentes latinoamericanos que van predicando aquel neoliberalismo que aplicaron en sus países con el daño hoy evidente, como el boliviano Sánchez de Losada (otro que debe vidas) o el chileno Lagos. Son los testigos protegidos del gran capital, y radican en el extranjero.
Si al menos se ahorraran el cinismo. Zedillo en Davos de plano no se midió al alardear que su salvamento de los bancos extranjeros en México, llamado Fobaproa, salió más caro que el realizado recientemente por el gobierno de Estados Unidos para rescatar su sistema financiero. La hazaña lo hace salvador de los mismos bancos que ahora saquean las reservas de dólares del Banco de México para resucitar a sus matrices en Inglaterra y España. Con presidentes así, para qué temer a “un extraño enemigo”.
Zedillo nos está diciendo: “yo lo hice peor, y mírenme”. Por un curioso error fonético del inglés, fue a parar a los claustros de Yale (la prestigiosa universidad), y no jail (cárcel). Se la pasa “de a jefe”, y la justicia quedó perdida en la traducción. El presidente que no traía cash. El que fue electo para el cargo en 1994 pagado por el salario del miedo. El que con el patrimonio actual y futuro de los mexicanos rescató a la banca extranjera en una operación fraudulenta y antinacional.
La movida fue gorda. Cabe recordar que la denuncia con pruebas del Fobaproa en la década pasada cimentó un liderazgo opositor nacional para Andrés Manuel López Obrador, antes de sus candidaturas, su gobierno de la esperanza, sus pragmatismos y su presidencia legítima.
No obstante, Zedillo se fugó exitosamente para adelante. Amarró colchones con el capital global y se cubrió la espalda con los gobiernos nacionales del PAN que lo sucedieron. Como le acaba de refrendar en Suiza el presidente Calderón con su lenguaje corporal y su torpe inglés, el doctor Zedillo está blindado.
Ningún otro ex presidente de México le saca hoy más raja a su ex cargo. Ni siquiera el poderoso y temido Carlos Salinas de Gortari, villano reconocido, vituperado, y eso sí, respondón. Luis Echeverría Álvarez morirá en el ostracismo, salvado por la campana de un juicio que la Historia ya le hizo, y lo condenó. De Miguel de la Madrid ni quien se acuerde. Vicente Fox a nadie le cae ya en gracia. Y menos tras tanta Marta, tantos hijastros bribones y tanta metida de pata.
No olvidar que Zedillo resultó candidato y presidente a raíz de un baño de sangre en las filas de su propio partido, el PRI, con los asesinatos del candidato presidencial y el dirigente nacional. De aquella macbethiada tricolor quedan sólo rescoldos. Los asesinos fueron “solitarios” o pagados por el tendero de la esquina, y sobre el muerto las coronas.
¿Cómo le hace para seguir flotando el ex presidente que se bautizó con una catástrofe financiera y una traición: el “error de diciembre” en 1994, y la invasión militar a los pueblos indígenas zapatistas dos meses después, que garantizaría la duración de la guerra por todos los medios en vez de la negociación comprometida? Todavía en 1996 se aventó el puntadón de no reconocer la firma de su gobierno estampada en los Acuerdos de San Andrés. Es que, ¿saben?, el secretario de Gobernación estaba bien gis en ese momento. Sorry. (Pero bien que le sirvió de fusible tras la masacre de Acteal).
Con tal expediente en su favor, Zedillo pertenece al selecto grupo de potentados globales que, en medio del actual colapso financiero y laboral del que son corresponsables, siguen sacando una buena rebanada, no pierden su empleo ni sus prestaciones y nos lo presumen en la cara.
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