José Woldenberg
El problema más grave de México es que no es un país sino muchos. Escindidos por condiciones de vida materiales no sólo diferentes sino marcadamente desiguales, el sentimiento de pertenencia a un "nosotros" nacional se vuelve casi imposible. Salvo en las justas deportivas en donde aflora un "nosotros" epidérmico y volátil, y en algunas expresiones culturales, que ofrecen sentido de comunidad, la vida social transcurre por muy diversos rumbos y con escasos puentes de contacto. Son las clases, los grupos, las pandillas, las organizaciones sociales o partidistas, las cámaras empresariales o los clubes deportivos, las organizaciones no gubernamentales o las corrientes musicales y de "moda", donde las personas encuentran identificación, sentido de pertenencia, ambientes habitables.
Y el factor fundamental de ese archipiélago de afectos e identidades (que en sí mismo no tiene nada de malo), que impide la construcción de un sentido de adscripción a una comunidad nacional, es la desigualdad oceánica que tiñe las relaciones sociales y la pobreza que impide que franjas más que significativas de ciudadanos puedan serlo. Es decir, que carezcan de la base material y cultural mínima para apropiarse de sus derechos civiles, políticos, sociales y culturales.
Si ello es así, los temas de la pobreza y la desigualdad deberían estar en el núcleo duro de cualquier agenda (no sólo las políticas). Quien abra la página electrónica del Coneval (Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social) se encontrará con un cuadro elocuente y preocupante. Se trata de un resumen de la evolución de la pobreza en nuestro país entre 1992 y 2006. En síntesis, la pobreza tiende a decrecer a un ritmo lento, lentísimo, pero las crisis económicas hacen que la misma se eleve de manera alarmante.
En 1992 el 53.1 por ciento de las personas se encontraban en "pobreza de patrimonio", el 29.7 en "pobreza de capacidades" y el 21.4 en situación de "pobreza alimentaria". Pero en 1996, un año después de la crisis, las cifras habían crecido en forma espectacular: 69 por ciento de las personas se situaban en "pobreza de patrimonio", 46.9 en "pobreza de capacidades" y 37.4 en situación de "pobreza alimentaria". Los niveles de 1992 apenas se recuperaron entre el año 2000 y el 2002, y en el 2006, los porcentajes respectivos eran de, 42.6; 20.7 y 13.8. Dos de cada tres personas en situación de pobreza alimentaria viven en las zonas rurales, y a pesar de los porcentajes de decrecimiento relativo de la pobreza, el propio Coneval alerta diciendo que sólo 1.5 millones de personas han abandonado la pobreza de patrimonio entre 1992 y 2006.
(Valga una nota metodológica. El Coneval entiende por "pobreza alimentaria", "la incapacidad para obtener una canasta básica alimentaria, aun si se hiciera uso de todo el ingreso disponible en el hogar en comprar sólo los bienes de dicha canasta"; por "pobreza de capacidades", "la insuficiencia del ingreso disponible para adquirir el valor de la canasta alimentaria y efectuar los gastos necesarios en salud y educación, aun dedicando el ingreso total de los hogares nada más que para estos fines". Y por "pobreza de patrimonio", "la insuficiencia del ingreso disponible para adquirir la canasta alimentaria, así como realizar los gastos necesarios en salud, vestido, vivienda, transporte y educación, aunque la totalidad del ingreso del hogar fuera utilizado exclusivamente para la adquisición de estos bienes y servicios").
Y hoy, como hasta el más desinformado sabe, México y el mundo viven una nueva crisis. La economía decrecerá, lo que significa menos empleos formales y crecimiento de una informalidad aún más precaria dada la contracción del mercado, y por supuesto y por desgracia, un aumento de la pobreza. Algo de lo avanzado se desvanecerá.
Las cifras ya son escalofriantes, pero la desidia en esta materia es inaceptable. Dicen los libros de texto que las campañas electorales deben servir para además de alcanzar de manera legítima los muy distintos cargos de gobierno y legislativos, para que aparezcan los diagnósticos y las propuestas sobre los muy distintos temas que preocupan a la sociedad. Se trata de momentos estelares en los cuales los análisis y los programas deben recibir la luz pública y de esa manera ayudar a los electores a formarse una opinión sobre lo que significan los distintos partidos y sus respectivos candidatos.
Hasta aquí prescripciones poco originales pero necesarias. Porque las contiendas por venir se llevarán a cabo en un ambiente marcado no sólo por la genuina disputa política sino en medio de una crisis que ya nadie se atreve a negar. Cierto que, como se afirma, no se trata de una crisis que afecte sólo a México, sino a casi todo el mundo, pero ya sabemos que "mal de muchos...". Cierto que nuestro decrecimiento podrá ser incluso menor que el de otras economías; no obstante, no tendrá el mismo impacto social en países como España o Alemania por la sencilla razón de que el grado de equidad social y de "satisfactores" acumulados en Europa es marcadamente diferente a nuestra situación. Además de los mecanismos con que cuentan aquellas para hacerle frente al desempleo, a través de seguros, mientras que en México carecemos de esos mecanismos protectores.
En este contexto, el Foro abierto por el Congreso es una buena noticia. Hacer públicos los diferentes análisis, poner sobre la mesa distintas propuestas, intentar conjugar intereses encontrados, en una palabra, discutir para acordar, puede servir para trazar políticas de Estado desde el espacio institucional donde mejor convive la pluralidad política del país. Claro, si se le toma en serio.
Reforma12/02/2009
Reforma12/02/2009
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