Tv, radio y prensa, casi 90% en manos de la iniciativa privada
El funcionario integró en los años 60 la guerrilla venezolana en el estado de Falcón. Era conocido como comandante Fausto y encabezó la lucha contra el Pacto de Punto Fijo, propuesto por Rómulo Betancourt, para que AD, Copei y URN apuntalaran la naciente democracia después de la dictadura de Marcos Pérez Jiménez (1952-1958)
Josetxo Zaldúa
Enviado
Caracas, 21 de febrero. Durante casi 20 años fue conocido como comandante Fausto. Era uno de los líderes de la guerrilla venezolana asentada en el estado de Falcón. De extracción comunista, Alí Rodríguez Araque (1937) se levantó en armas durante los años 60 contra el llamado Pacto de Punto Fijo, que sirvió para repartir el pastel político, y todo lo demás, entre los socialdemócratas de Acción Democrática (AD) y los socialcristianos de Copei.
Se reintegró a la política sin fusiles en 1980, pero escuchándolo, da la impresión de que continúa en la selva. Mirada escrutadora, desconfiada; mide sus palabras, tal vez porque hoy está, junto con su presidente Hugo Chávez, en el centro de las diatribas opositoras. Es ministro de Economía y Finanzas, y sus adversarios no lo bajan de ignorante, de diletante. No mueve un músculo de su enjuto rostro cuando el reportero le dice lo que afirman de él.
–¿Habrá ahora, después del referendo constitucional del domingo, un acuerdo nacional para rebajar el encono político?
–Para bailar tango hacen falta dos, y sólo veo uno. El problema que tenemos en el gobierno es que no vemos interlocutor en el bloque de oposición. Es verdad que 5 millones de venezolanos en edad de votar optaron por el no, pero no tenemos con quién hablar. Ese vacío de liderazgo político en la oposición ha sido llenado por algunos medios de comunicación, y hablo de televisión, radio y prensa escrita, que están en manos privadas y controlan casi 90 por ciento de los medios informativos nacionales. Ellos son la cabeza visible de la política de desestabilización que quieren imponer en el país.
–¿Entonces hay que descartar toda posibilidad de diálogo?
–No hay que descartar nada, o casi nada, cuando se habla de política, pero nuestro gobierno tiene un compromiso con el pueblo y lo va a cumplir. A partir del mutuo respeto, y eso es fundamental, nosotros estamos dispuestos a conversar con todos. El problema es que desde la oposición todavía no han propuesto una línea alternativa a cualquiera de nuestras políticas, a lo que nosotros hacemos.
No dejan de criticar cada paso que damos. Según ellos todo lo hacemos mal. Y esa actitud muestra una nula disposición al diálogo. Es verdad que una parte de la oposición muestra un talante más democrático, pero los que mandan, con los medios a la cabeza, son los sectores golpistas. Así no es posible dialogar.
–A tenor de sus palabras, ¿qué futuro le espera a las televisoras y las radios que, según ustedes, encabezan a la oposición golpista?
–Si usted me pregunta eso pensando en la no ampliación de la concesión a Radio Caracas Televisión, le tengo que decir que no hay que aventurar nada en esta materia. Sí, debo reconocer que a nuestro gobierno le gustaría un poco más de imparcialidad a la hora de abordar la crítica. Y no estoy hablando de objetividad, hablo de imparcialidad. Lo que está mal es que el dueño de la televisora Globovisión haya organizado la reunión, en Puerto Rico, entre la oposición venezolana y el Partido Demócrata Cristiano de Chile. Y sabemos que ahí los chilenos les dijeron cómo fue que los medios de prensa y los empresarios de ese país jugaron para derrocar al presidente Salvador Allende.
No creo que ese sea el papel de los medios de comunicación, y tampoco me parece que los medios de comunicación tengan como fin último emponzoñar la convivencia. Lo único que pedimos es más responsabilidad. Entre la gente hay un evidente clima de fatiga, de falta de confianza por la actitud de esos medios.
Alí Rodríguez, cuentan sus allegados, gustaba decir cuando estaba levantado en armas contra los cogollos (cúpulas) políticos (AD y Copei) que el objetivo de la guerrilla era dejar sus caballos a las puertas del Palacio de Miraflores. No llegó a dejar ningún caballo. Al palacio presidencial llega en un carro nada lujoso y nulamente blindado. Tratándolo da la impresión de ser un guerrillero veterano enfundado en traje de civil y pertrechado tras una pared de datos económicos y financieros.
–Cuando ustedes hablan de implantar en Venezuela el socialismo del siglo XX1, ¿de qué están hablando?
–Cada época ha tenido sus valores dominantes. Si para el capitalismo hoy en crisis el valor central era la ganancia sin importar a qué costo y a costa de quién, en el socialismo que nosotros vemos para Venezuela el valor supremo es el trabajo, es todo un sistema social más justo, basado fundamentalmente en las relaciones humanas. No estamos pensando en nacionalizar por nacionalizar. Hablamos de establecer, y lo estamos haciendo poco a poco, porque no es fácil, unas reglas de juego más equilibradas de tal modo que toda la sociedad sea beneficiada por la riqueza que general el país.
–¿Y eso cómo se hace?
–Desde la década de los años 70, ya con con boom petrolero alcanzó su máxima expresión, el Estado venezolano gozó de un caudal de ingresos que no fue capaz de manejar con inteligencia, con sensibilidad. Por eso la situación de Venezuela, país rentista por excelencia, es tan atípica. Aquí el empresariado fue formado y alimentado por los diferentes gobiernos de AD y Copei. Ha sido una suerte de ley histórica. El capitalismo venezolano es un capitalismo rentístico.
“El reto es pasar de ese estado de cosas a una economía que tenga como principio rector el valor del trabajo. Ahí está el eje de lo que llamamos ‘socialismo del siglo XXI’. Tenemos la obligación de desplegar y potenciar nuevas fuerzas productivas a fin de neutralizar la excesiva concentración poblacional en los grandes centros urbanos porque, y es algo preocupante, 93 por ciento de la población vive en las zonas urbanas. La gente vive mayoritariamente en el norte del país pese a que la mayor parte del agua está en el sur. Tenemos que revertir la tendencia.
Venezuela importa 40 por ciento de los alimentos que consume, que es mucho, y tampoco estamos mejor en otros sectores. Necesitamos restructurar el andamiaje, necesitamos un nuevo sistema financiero, tenemos que canalizar los excedentes para la construcción de viviendas dignas, a la productividad. Es urgente, también, invertir mucho más en ciencia y tecnología. No se puede hablar de socialismo sin que por medio haya una revolución cultural, un cambio de valores en la sociedad. Ahí está el reto.
–¿Qué están haciendo frente a la crisis mundial?
–No estamos mal parados y estamos seguros de que este año no habrá apretones, aunque los recortes en el gasto público ya se están analizando. Pero la reducción del gasto público en ningún caso afectará los planes de desarrollo productivo. Ahora no estamos mal pero todo dependerá de la duración de la crisis económica. Nuestra ventaja es que ahora mismo disponemos de 52 mil millones de dólares en el Fondo Nacional de Desarrollo, y todo ese dinero es para inversión productiva. Tenemos la urgente tarea de satisfacer el mercado interno.
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