Miguel Ángel Granados Chapa
La carrera administrativa del secretario de Comunicaciones y Transportes, que lo ha llevado a dos gabinetes presidenciales, se inició en el círculo cercano a quien "se robó la mitad de la cuenta secreta", según dijo en una charla familiar y con amigos en Cancún, en noviembre de 2006
En confianza, en un apacible fin de semana en Cancún, en noviembre de 2006, cuando ya se preparaba para asumir la Secretaría de Comunicaciones y Transportes bajo el presidente Felipe Calderón, Luis Téllez Kuenzler hizo un comentario sobre el desempeño de ex presidentes como José López Portillo y Carlos Salinas. Ambos destrozaron a México, dijo en charla familiar, con amigos. Y fue más allá: "Salinas se robó la mitad de la cuenta secreta".
Prescindamos del entorno personal que envuelve la difusión de esa frase y la azarosa circunstancia en que fue recogida por un teléfono móvil -de todo lo cual tuvimos información ayer por la mañana en Noticias MVS, el programa de Carmen Aristegui- para quedarnos únicamente en el valor de la expresión y de quien la pronuncia. Aclaremos, sin embargo, que no se trata de una conversación interferida, producto de un sistema de escucha. Ocurrió simplemente que Téllez dejó abierto su teléfono, sin saberlo, y su conversación se convirtió en mensaje dejado involuntariamente en un buzón.
El ahora secretario de Comunicaciones llama cuenta secreta a la partida secreta que, como varios de sus antecesores, ejerció Salinas de Gortari. Téllez, en aquellos años miembro de un círculo estrecho, cercano al Ejecutivo participaba por ello de la información, los rumores, el chismorreo palaciego. Estaba en condiciones de conocer o suponer fundadamente el manejo de los recursos presupuestales entregados a la Presidencia, de los que no rendía cuentas. Cuando concluido su sexenio se tuvo noticia de la fortuna personal de Salinas y de su hermano incómodo y se acumularon indicios de que ambos privatizaron en su provecho recursos públicos, se multiplicaron expresiones en igual sentido a la dicha por Téllez años después: Salinas se apropió de la partida secreta. El ahora colaborador de Calderón, acaso por el rigor matemático de su doctorado en economía, tendió a la precisión: se robó la mitad, dijo.
Salinas recibió el equivalente a más de 800 millones de dólares en la partida secreta de los seis presupuestos que proyectó y ejerció. A causa de la nebulosidad legal y de la tradición presidencialista se estableció el uso de no fiscalizar el ejercicio de esa partida. El Presidente podía hacer con su monto lo que quisiera: aplicarlo a fines públicos o privados, gratificar a un intelectual amigo suyo de cuyo nombre no quiere ahora acordarse, sufragar los pagos fiscales de quien sería su sucesor, entregar una porción a su hermano, quedarse con el resto. A eso se refirió Téllez en su conversación hecha pública contra su voluntad.
Casualmente Sergio Aguayo se refirió a la partida secreta de Salinas el miércoles, citando frases de su libro México. Un paso difícil a la modernidad. Allí el ex Presidente niega: "ni el patrimonio de Raúl ni el de otro miembro de mi familia provino del presupuesto público". No hace referencia a sus propios bienes pero probablemente no dice la verdad respecto de los de su hermano mayor. En una conversación con su hermana Adriana, sostenida por Raúl encarcelado, y conocida ésa sí por una interferencia telefónica, el primogénito de los Salinas de Gortari tuvo un arrebato y anunció, extremo al que no llegaría, que iba "a decir qué fondos salieron del erario público, para que se devuelvan".
Eso ocurrió parcialmente y no por voluntad de Raúl. En julio del año pasado el gobierno de Suiza devolvió al de México 75 millones de dólares, remanentes de las cuentas abiertas por Raúl Salinas en aquel país. La averiguación penal helvética que no probó su hipótesis de que ese dinero procedía del narcotráfico sí concluyó que ese fondo se había formado con dinero público indebidamente sustraído. Por eso, lo del agua al agua, lo entregó al erario y no a quien lo depositó. En las semanas siguientes al recibo de esa cantidad debió haberse incorporado la información respectiva al expediente judicial aún abierto respecto del enriquecimiento inexplicable de Raúl Salinas. Se trata de un proceso que se ha prolongado durante más de una década y del que apenas está imponiéndose el nuevo juez decimotercero de procedimientos penales del Distrito Federal, cuarto o quinto que se encarga de esa causa, apenas nombrado al comenzar este año. El origen del enjuiciamiento es la discrepancia entre los ingresos formales de Raúl como servidor público y su fortuna, 174 millones de pesos que no está claro de dónde los hubo pero que podrían haber surgido de la partida secreta, de la porción que su hermano se llevó, según Téllez.
Nacido el 13 de octubre de 1958, el hoy titular de la SCT se doctoró en el MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts) luego de concluir la licenciatura en el ITAM. A su vuelta de Boston, en 1984 se incorporó al equipo que encabezaba Salinas de Gortari en la Secretaría de Programación y Presupuesto, primero al lado de Pedro Aspe. Ya Presidente, Salinas lo nombró subsecretario de Planeación de la Secretaría de Agricultura confiada a Carlos Hank. En ambos casos, independientemente de su rango, mantenía contacto cercano con Salinas a través de Ana Paula Gerard, funcionaria entonces que es ahora la esposa del ex Presidente.
A la hora de la sucesión, fue parte de la herencia de Salinas a Zedillo, de quien Téllez fue coordinador de asesores durante su campaña, jefe de la Oficina de la Presidencia y secretario de Energía. Es de suponerse que el conflicto entre Zedillo y Salinas lo alejó de éste y quizá rompió con él dada la virulencia del trato entre los jefes.
Cajón de Sastre
Pillado con los dedos en la puerta, el secretario Luis Téllez eligió afrontar de inmediato la situación. Convocó por la tarde a una conferencia de prensa en que reconoció el mensaje dejado en el buzón de Diana Pando -que fue presentado en el noticiario de Carmen Aristegui en un contexto sobre la riqueza de los Salinas, la naturaleza de la partida secreta y las posibilidades de actualizar legalmente averiguaciones sobre ese presunto latrocinio. Dijo, sin embargo, que al decir lo que dijo carecía de elementos para decirlo, y que tampoco hoy los tiene. Precisó, como si eso tuviera importancia, que era un particular en la iniciativa privada cuando habló como lo hizo, y que no encuentra motivos para renunciar a su cargo en el gobierno de Calderón.
Reforma13/02/2009
Reforma13/02/2009
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