■ Un conjunto de Sapioriz, en Lerdo, fue reconocido en Artes y Tradiciones Populares
■ Cuatro intérpretes de Durango son los únicos que cultivan esa manifestación cultural en el país
■ Crearemos un espacio para impartir talleres a los niños, adelanta Fidel Elizalde a La Jornada
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Arturo Jiménez
El cardo es una planta con espinas que, cuando se clavan, causan mucho dolor al sacarlas porque tienen filamentos inversos que desgarran la carne.
El cardo es una planta con espinas que, cuando se clavan, causan mucho dolor al sacarlas porque tienen filamentos inversos que desgarran la carne.
De ahí viene el nombre del canto cardenche, que aunque incluye canciones de humor, amor y crónicas, se centra sobre todo en temas de desamor, de dolor, de desgarramiento. Canciones que duelen como espinas, pues.
Esas plantas espinosas abundan en la región de La Laguna, entre los estados de Coahuila y Durango. En contraste, la canción cardenche está en peligro de extinción, porque sólo queda un grupo que la recrea, en el pueblo de Sapioriz, municipio de Lerdo, en Durango.
Es una tradición proveniente del siglo XIX lagunero y casi desconocida a escala nacional, que consiste en un canto polifónico, sin instrumentación, y que consta de tres voces, las cuales se van intercalando o siguiendo una tras otra, como alargando y dando lentitud y cierto suspenso a las historias que contienen: primera, fundamental o central; primera de arrastre o simplemente arrastre, y contralta o requinto, también llamada segunda.
El conjunto sobreviviente, de cuatro integrantes, se llama Grupo Cardenchero de Sapioriz, el cual acaba de recibir el Premio Nacional de Ciencias y Artes, en la categoría de Artes y Tradiciones Populares, junto con la alfarera Angélica Vázquez Cruz, de Santa María Atzompa, Oaxaca, el cual consta de 560 mil pesos.
Una cuestión de raíces
El Grupo Cardenchero de Sapioriz lo conforman cuatro campesinos, sobre cuyas espaldas reside en gran parte la posibilidad de que esta tradición no desaparezca: Antonio Valles, Guadalupe Salazar, Genaro Chavarría y Fidel Elizalde, este último de 65 años y quien habla para La Jornada vía telefónica:
“Nos ha sido muy difícil que la gente se interese por este canto, que es canción tradicional, de la que cantaban nuestros tatarabuelitos. Este canto ha venido de generación en generación, hasta llegar a nuestros padres, que nos lo enseñaron. Nos interesamos porque ellos la cantaban en el rancho, en las esquinas; no tiene música, es canción a capella.
“Ellos la cantaban cuando no había instrumentación todavía ni luz eléctrica en los pueblitos. Era en sus ratos de ocio y descanso, porque en ese tiempo trabajaban todo el día en las haciendas. Por medio del canto echaban fuera sus malos ratos, sus tristezas. A veces era con lo que le cantaban a la mujer, porque es canción de amor. Y nos interesamos por ella porque nuestros jefes nos decían que no dejáramos este canto, porque son las raíces de nuestro México.”
Don Fidel Elizalde cuenta que sí hay algunos cantantes más, aparte de ellos, aunque la situación es difícil. “‘Hemos querido enseñar a los jóvenes, pero los chavos hoy se inclinan más por la estridencia de los instrumentos. Como que el canto a capella les da pena, como que no quieren hacerse partícipes del grupo.
“Hay gente del pueblo que a veces canta por las noches, en las calles, cuando andan entonaditos. Pero como grupo nada más estamos nosotros.
“Tampoco hay grupos en otros pueblos. Este canto está en peligro de extinción. La única parte donde hallamos a unos que tenían cierta similitud con la canción de nosotros, fue en un pueblito que se llama Capomo, en Sinaloa. Cantaron unos señores casi idéntico a nosotros, nomás que no lo hacían en español sino en un idioma indígena.”
Elizalde comparte el origen de su formación como cantante. “Yo escuchaba a mi padre y a mi mamá, pues a veces cantaban en las madrugadas. Y yo, como era el mayor de la familia, los escuchaba y me interesé por ello. Y no porque yo lo diga, me está feo en decirlo, pero los dos eran muy buenos pa’ cantar. Me refiero a que tenían un buen sentido para acomodarse donde tiene que ir, porque en la canción cardenche cada voz tiene que ir donde debe ir. No es de cantar en grupo, así a montón, no. Cada quien tiene que ir acoplado exactamente.
“Pues me empecé a interesar por eso. Como era un grupo casi de la misma edad que hoy tenemos nosotros, ellos también ya lo veían como lo estamos viendo nosotros, en peligro de extinción. Y nos empezaron a inculcar que siguiéramos nosotros esta tradición. Y cuando alguno de ellos faltaba por alguna causa, entraba cualquiera de nosotros. Como mi papá era el longevo del grupo, el que era más participativo en todo, pues me agarraba a mí.”
Grupo Cardenchero de Sapioriz ha grabado como 40 canciones, todas ya incluidas en varios discos, pero en la memoria de sus padres había como unas 80 canciones, a decir de don Fidel, a quien le gustan en especial varias, como Dime qué te ha sucedido, que dice:
“Dime que te ha sucedido/ que ni a la puerta te asomas/ ya tendrás quien te lo evite/ para mí todo es igual/ le dirás a tu marido/ que me venga a reclamar/ al cabo yo fui el primero/ y a mí me ha de respetar.”
Otra es Al pie de un verde maguey, una canción chusca: “Al pie de un verde maguey yo me quedé/ mi amor se quedó dormido, qué ingrato fue/ y al canto de los borrachos yo desperté/ qué crudo vengo, quiero curarme y no halló con qué”.
“Nosotros tuvimos un sueño”
Para ellos ha sido un gusto y un privilegio ser cardencheros. “En donde quiera que hemos andado hemos tenido muy buena respuesta del público. Ya traspasamos la frontera gracias a Dios. Estuvimos en San Antonio, Texas, en un acto, con nuestras canciones”.
¿Pueden vivir ustedes como músicos?
–No. Nosotros somos campesinos, somos gente que trabaja la tierra. Aquí sembramos puro forraje. Antes sembrábamos mucho chile jalapeño, chile puya, california, maíz. Trabajamos aquí, pero luego nos hablan de Culturas Populares porque tenemos alguna invitación. En México hemos ido como tres o cuatro veces, a lugares como la Fonoteca Nacional.
–¿Qué significa para usted el canto cardenche?
–Casi puedo decirle que es parte de mi vida, porque ello me recuerda mucho a mi padre y a mi madre, que todavía vive. Ella todavía canta esas canciones, ya está viejita, pero aún las canta. Para nosotros es un orgullo haber recibido este legado de nuestros padres. Porque gracias a lo que ellos nos dejaron, pues hemos andado conociendo lugares que ni soñamos, y más ahora con este reconocimiento que hemos recibido, una ayuda de esa magnitud que nosotros casi ni queremos hacernos ilusiones. Pues sí, es que está uno jalado y luego le llega una cosa de ésas.
“El día que me enteré me sentí mal toda la tarde, no tanto por lo monetario sino por ese reconocimiento que nos hacen a escala nacional. Es algo que yo, la verdad, no esperaba.”
–¿Tiene futuro la canción cardenche, o va a desaparecer?
–No creo, porque este premio ha sido como un estímulo. Varios en el pueblo nos preguntan si no pensamos enseñar a otros. Y nosotros tenemos un sueño, y si Dios nos ayuda, queremos invertir en un localito que nos sirva como un espacio cultural para hacer un taller e invitar a los chavos, a los niños, para que esto renazca.
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